Martes, 24 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Toledo, 6 de agosto de 1936. En el Paseo del Tránsito

por Victor in vínculis

Tomo de la obra  Toledo 1936, ciudad mártir (2008), el capítulo veinte titulado “El martirio del convento de las MM. Concepcionistas” (pp. 165169).

Hoy es el turno del Siervo de Dios Juan Bautista de la Asunción, capellán de las Concepcionistas. Ya son veinticinco los fusilados en el Paseo del Tránsito de los Mártires toledanos, como bien puede ya denominarse dicha calle, según expresó el periodista Luis Moreno Nieto.
 
Entre dos fuegos
      
Desde los primeros días, uno de los edificios usados por los milicianos para asediar el Alcázar, debido a su proximidad, es el Convento de la Purísima Concepción, de las Madres Concepcionistas de santa Beatriz de Silva. Las religiosas han tenido que abandonarlo para refugiarse en una casa próxima. Don Juan Bautista de la Asunción Borrás, que es su capellán y beneficiado de la Catedral Primada, junto a su hermano, busca abrigo con la Comunidad. Pero después de varios días, les comunican que urgentemente deben abandonar la casa porque va a ser bombardeada. Y así sucede. El grupo decide regresar al convento para ver si en él pueden alojarse. Al llegar, se ocultan en el refectorio bajo.
 
La situación es angustiosa, porque constantemente aumentan las dificultades. Viven tres jornadas de espanto. El griterío y los golpes llegan sobradamente al convento. A veces los bombardeos duran más de dos horas con cañones y morteros... ¡Hasta 130 granadas cuenta el hermano del capellán! Hay bombardeos en la medianoche y después a las dos y a las cuatro de la madrugada. El fuego que arde por varias partes del recinto militar es visible para las monjas... Y, por la cercanía, les parece que está pasando en el convento mismo. Alguna noche los marxistas gritan a los del Alcázar insultándoles, mientras dicen que en Toledo todo va bien y que se rindan. Vociferan:

-¡Soldados, soldados, matad sin piedad a todos vuestros jefes y uníos a nosotros, que nada os haremos!

Las monjas, asustadas, se refugian en la portería con la pretensión de huir, pero en el momento de hacerlo, una de ellas, Sor Visitación, cae muerta de manera fulminante en brazos de dos hermanas. La entierran en una habitación llena de escombros.

Consumidas las pocas provisiones que tienen, llegan el hambre y la sed. Hoy es 6 de agosto y don Juan Bautista, asustado por lo que se avecina, le dice a su hermano que desde la escalera de la calle pida auxilio a los guardias que están en el Museo Nacional de Santa Cruz, ya que los milicianos y la turba están a punto de entrar en el convento. Los de la Guardia de Asalto sacan a las monjas por el espacio que ocupaba una reja que vuelan con dinamita y después las conducen al Museo, donde las atienden y les ofrecen pasar allí la noche.

En ese mismo momento se produce la separación y detención del capellán y de su hermano. Las monjas, al ver que se los llevan a otro lugar, se quedan con la incertidumbre sobre lo que va a suceder. Pero los dos hombres son conducidos al Paseo del Tránsito para caer acribillados por las balas. Atardece y dos cuerpos más quedan tendidos en ese lugar, testigo de tantos y tan bárbaros atropellos.

El siervo de Dios Juan Bautista de la Asunción Borrás

Nació el 31 de enero de 1884 en la localidad valenciana de Algemesí. Se ordenó sacerdote el 5 de junio de 1909.

El 31 de mayo de 1915 podemos leer que “ha recibido la institución canónica del beneficio de Tenor, del que muy en breve tomará posesión don Juan Bautista de la Asunción Borrás. Reciba nuestra enhorabuena”. El siervo de Dios estuvo ejerciendo, hasta el verano de 1912, dicho ministerio en la Catedral de Solsona.

El Castellano del 24 de septiembre de 1919 informa de que “la Real Cofradía del Santísimo Cristo de la Vera Cruz de Urda para solemnizar los cultos que en los días 27, 28, 29 y 30 de septiembre de 1919 consagra a la milagrosa Imagen de Jesús Nazareno… El día 27 a las nueve de la noche: Iluminación eléctrica en la ermita del Santísimo Cristo y solemne miserere ejecutado por las voces y orquesta de capilla del Real Monasterio de Santa Fe de Toledo, que dirige don Juan Bautista de la Asunción y Borrás…”.

El 17 de junio de 1922, una curiosa noticia aparecida en el citado periódico avisa de que “La Colonia valenciana a sus excelsos Patronos”:

“Mañana, domingo, como ya hemos anunciado, la Colonia valenciana, residente en esta imperial ciudad, celebrará los festejos con que anualmente obsequia a sus amados patronos Nuestra Señora de los Desamparados y san Vicente Ferrer, en la iglesia del convento de las Concepcionistas, con misa de comunión general a las siete, y la solemne a las once… La parte musical será dirigida por don Juan de la Asunción Borrás, beneficiado tenor de la santa iglesia primada. Al amanecer habrá disparo de morteretes, que se repetirá al alzar a Dios en la misa solmene y, al terminar ésta finalizando con una larga traca”.

El 31 de diciembre de 1924 se publican los nombramientos eclesiásticos firmados por el señor Cardenal, monseñor Enrique Reig: don Juan Bautista, tenor de la Primada, aparece como vocal de la Comisión de Música Sagrada, cuyo presidente era el beato Joaquín de la Madrid, chantre de dicha Catedral.

Al empezar la guerra se refugió junto con su hermano en el Convento de la Purísima Concepción de Toledo, de las Madres Concepcionistas de Santa Beatriz de Silva, del cual era capellán.
 
El martirio de la Beata Beatriz de Silva

Por Zocodover, atravesando el Arco de la Sangre, una aparición casi fantasmagórica deja entrever a un grupo de marxistas ataviados con los hábitos y mantos azules de las Madres Concepcionistas. El botín y las risotadas, llenas de un ebrio olor a sacrilegio, impregnan la noche toledana. Si regresamos hacia atrás, descendiendo las escaleras del Arco para acercarnos al Convento de la Purísima Concepción, la imagen es dantesca; la misma que ofrecen otros tantos templos parroquiales y conventuales de la ciudad: profanados, derruidos, quemados...

Tras el paso salvaje de las hordas marxistas, el Convento de las Concepcionistas ha quedado totalmente aniquilado: las bellas imágenes de la Inmaculada y de la beata Beatriz de Silva, decapitadas y destrozados sus ángeles; la de San Francisco, también sin cabeza y vaciados los ojos; igual han hecho con una imagen de la Niña María y con otros santos. Dos imágenes del Santísimo Cristo, hechas pedazos... La imagen de piedra de la Santísima Virgen, donación de la princesa de Asculi, rota en tres pedazos.



En el coro bajo, el sepulcro de mármol que encierra las arcas de plata que contienen las veneradas reliquias de la Beata Beatriz, queda completamente deshecho y, por el suelo, los benditos y queridísimos restos: en dos pedazos, el cráneo y arrebatada la estrella de oro que lucía en su frente. Las arcas quedan sepultadas entre los escombros del patio; la del cráneo ha quedado totalmente aplastada.

Las magníficas vidrieras de la Capilla del Sepulcro, que representan a Isabel la Católica y al cardenal Cisneros, quedan hechas añicos. Tumbas abiertas y profanadas; algunas momias han sido llevadas entre mofas al jardín. El gran cuadro de la fundadora, lleno de agujeros. Al claustro han sacado los restos de una de las sepulturas y allí colocan un Jesús Nazareno, después de amputarle la cabeza, los brazos y las piernas. Documentos, custodias de plata y vasos sagrados, desaparecidos; las ropas, saqueadas.

Dentro de la iglesia de las monjas, como verdaderas sombras siniestras, dos milicianos siguen ensañándose con el retablo de San Juan evangelista. La imagen representa el martirio dado por los romanos al apóstol en un caldero de aceite hirviendo. Por la manufactura de la pieza, no pueden ni arrancar el retablo de la pared ni separar la talla del retablo.

La jauría de marxistas ha abandonado ya el convento. Los dos mencionados son los últimos que quedan; y el que parece más fuerte, dejándose llevar por su soberbia, dice al otro:

-¡Dame un hacha! ¡Este no se nos va de rositas!

De un solo golpe le corta un brazo y luego el otro... El que ha proporcionado el instrumento para tal mutilación saca mientras un cuchillo no pequeño, se sube al altar y dice entre risotadas:

-Yo no me voy sin firmar esta obra de arte.

Y deletrea gritando, a la par que graba sobre el torso desnudo del evangelista:

-¡F de Federación, A de Anarquista, I de Internacional!
Antes de bajarse, con la culata del fusil, le parte la nariz...

-¡Bájate! Que ya habrán llegado a Zocodover, le dice el que le ha cortado los brazos...

-Ahora lo rematamos y listo.

Finalmente, con la sonoridad silenciosa del templo como testigo, una descarga cerrada cae sobre el pecho del discípulo Juan. Como si esta imagen fuese cualquiera de los católicos que a lo largo de estas semanas han ido asesinando, el que ha disparado le dice al otro:

-Ahora dale el  tiro de gracia.

-En el bajo vientre, estará bien, ¿no? Así se desangrará poco a poco y tardará más en morir... ¡Pobre santito!



Al cerrar la ya desvencijada puerta, queda patente la saña que el maquiavélico plan urdido, aceptado y ejecutado por el marxismo, siguiendo doctrinas emanadas directamente de Rusia, realiza. Aunque lo de hoy parezca una orgía contra lo católico, realizada por un grupo de milicianos que intentan pasárselo bien, sin embargo las líneas de ataque para hacer desaparecer todo lo católico están elaboradas con trazos demasiados gruesos…
 
Una foto en el patio de las Concepcionistas

Los historiadores más prestigiosos de Europa reconocen que en ningún momento de la historia de Europa, o tal vez incluso del mundo, se mostró un odio tan apasionado por la religión y todas sus obras. Estas tres fotografías que aparece a continuación ilustran la transición hacia el siguiente apartado nos hablan de esto mismo.

Por ejemplo, los anarquistas de la Ciudad Condal sacaron a las puertas de la iglesia de las Salesas de Barcelona las momias de las monjas allí enterradas. Colocaron sus manos sujetas con un cordón y las filmaron. Fue el 19 de julio de 1936, al día siguiente del inicio de la Guerra Civil. El documental dio la vuelta por las televisiones de medio mundo, pero la pretensión de los anarquistas de denunciar el trato que la Iglesia dispensaba a los cuerpos de sus propias monjas tuvo el efecto contrario al esperado. Los noticiarios denunciaron el desenterramiento de los cadáveres realizado por encendidos militantes de la CNT-FAI en connivencia con la República. Este documental, bajo el título Reportaje del movimiento revolucionario de Barcelona, es el más insólito documento audiovisual que se conserva de la Guerra Civil en la Filmoteca Española.

Algo que acompañó desde el principio el deseo de acabar con todo “lo católico” fue precisamente el ensañamiento y profanación de tumbas, especialmente dentro de los conventos de monjas, aunque aquí también mostramos el que tuvo lugar en la Parroquia de San Miguel de Toledo.

Manteniendo la idea propuesta sobre que la persecución religiosa abarca el periodo del 11 de mayo de 1931 (quema de conventos) al 7 de febrero de 1939 (martirio del Beato Anselmo Polanco, obispo de Teruel), sabemos que ese 11 de Mayo de 1931, cuando se quemaron varios conventos en Madrid, concretamente, el convento de las Mercedarias de San Fernando, se profanaron varias tumbas y se desenterró el cadáver momificado de una religiosa que falleció en 1864, el cual pasearon en forma de parodia. Sacando otras cuatro momias y un cadáver enterrado quince días antes. Después los arrojaron al fuego.



Los milicianos rebuscaban sin éxito motivos para denunciar ante el mundo los excesos del clero católico, con las consabidas “leyendas urbanas”. Pensaban, incluso, descubrir fetos de los abortos habidos por las religiosas… Pretendían mostrar a las claras la ausencia de santidad que se hacía explícita en los efectos de la corrupción sobre los cuerpos, enseñando cómo, a pesar de haberse recubierto de un halo de santidad, los miembros de la Iglesia quedaban sometidos a la misma suerte que el resto de los mortales, condenados a la muerte y la putrefacción… y no sé cuántas cosas más pergeñadas en las mentes perversas del más puro anticlericalismo. Se pasearon los cuerpos de venerables religiosas, se profanaron los sepulcros de santos venerados desde hacía siglos o se redujeron a simples cenizas: san Narciso de Gerona, san Julián de Cuenca, san Bernardo Calvó, san Pascual Bailón, la beata Petra de San José… o aquí, en las Concepcionistas de Toledo -como ya hemos visto- santa Beatriz de Silva.

La muerte martirial de nuestros obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares fue el episodio más feroz del fenómeno anticlerical… pero, sin duda, “las exhumaciones revolucionarias” se convirtieron en la tarjeta de presentación de una locura que no había hecho más que empezar.

Las fotos hablan por sí mismas…

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