Toledo, 3 de agosto de 1936. En el Paseo de San Cristóbal
Cerca de la puerta que comunica desde la iglesia de Santo Tomé de Toledo con la capilla donde se puede contemplar el famoso cuadro de “El entierro del conde de Orgaz”, se conserva una cerámica en la que podemos leer:
“En la paz del Señor, sufrieron martirio, por Dios y por España, en el año 1936, los Coadjutores de este Parroquia: D. Raimundo Ramírez Gutiérrez, D. Mariano Gálvez de la Higuera, D. Benito Abel de la Cruz, D. Francisco Martínez Vivancos. In memoriam”.
El siervo de Dios Francisco Martínez Vivancos nació en Santoña (Cantabria) el 5 de junio de 1897. Tras la muerte de su padre, que era militar del cuerpo de Infantería, Francisco fue alumno del Colegio de Huérfanos de Toledo.
[Nuestro protagonista está a punto de cumplir diez años de ministerio sacerdotal] Un artículo del 9 de marzo de 1930, que Julio Carmona escribe para “ABC”, con magníficas fotografías sobre “El Colegio de María Cristina para Huérfanos de la Infantería”, nos acerca a lo que sería la infancia de Francisco:
“Hemos entrado en el limpio Colegio de María Cristina en el momento en que, por ser día festivo, todos los huérfanos visten su traje de paseo: la marinera y el pantalón corto, los pequeños; la chaqueta y la gorra alfonsina, los mayores… En las caritas, donde brillan la inocencia y la alegría de los pocos años, no se adivina sombra de drama alguno. Y, sin embargo, junto a la camita de cada ángel de aquellos pasó la Muerte, arrebatándole prematuramente al protector y guía de su niñez. Algunos perdieron al padre y a la madre… Pero el huerfanito no quedó a merced del oleaje de la vida, donde seguramente hubiera perecido. Los compañeros del padre supieron crear esta Asociación benemérita para velar por los tiernos retoños que dejara tras de sí el infortunio. Por eso, en el frontis principal del patio campea este lema, que el profesorado intenta inculcar en el corazón de los alumnos: «Amor a la Patria y gratitud para la Infantería»”.
El Asilo de Huérfanos de la Infantería, instalado en el que fue Hospital de Santa Cruz de Toledo en 1872, era el Colegio de Huérfanos más antiguo de España. El 10 de junio de 1886 el rey Alfonso XIII, y en su nombre la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, cedía al Arma de Infantería el viejo asentamiento de las Cocheras de la reina madre, Isabel de Farnesio, en Aranjuez (Madrid). Un año después, en 1887, comienzan las actividades del Colegio con el traslado de alumnas y alumnos desde el Colegio de Toledo: 300 niños y 200 niñas.
Diez años más tarde, en 1897 (año en que nace el siervo de Dios Francisco Martínez Vivancos) los alumnos varones son instalados en el Colegio de Toledo y éste pasa a llamarse Colegio de María Cristina para Huérfanos de la Infantería. En este colegio se educaron y formaron huérfanos del Arma de Infantería, en régimen de internado.
Cuando Julio Carmona escribe, en 1930, el artículo para ABC, explica que son 500 alumnos internos en Toledo y 470 huérfanas en Aranjuez. A los de Toledo se les da “bachillerato elemental, preparación para la carrera militar, para Correos y Telégrafos y para Hacienda, más la instrucción para la Escuela regimental de tropa y el aprendizaje en los talleres de oficios. Los oficios que se enseñan en el Colegio son los de montador, instalador electricista, chófer, título de práctico, delineante, mecanógrafo, taquígrafo, repujador y todas las especialidades de la imprenta. Y en clase de adorno se dan música, pintura y dibujo… El periodo de permanencia en el Colegio es de los nueve a los veinte años”.
Nuestro joven Francisco, tras pasar los primeros años en el Colegio de Huérfanos, ingresó en el Seminario de la ciudad Imperial para realizar los estudios eclesiásticos; tras los cuales recibió la ordenación sacerdotal el 8 de mayo de 1921.
Una noticia de “El Castellano” de Toledo, del 31 de mayo de 1921, recoge una referencia a su ordenación. La señorita Francisca Permuy reseña la visita que las Hijas de María han realizado a las Hermanitas de los Pobres. La articulista empieza así:
“Hace pocos días, y con motivo de celebrarse la primera misa del joven y virtuoso don Francisco Martínez Vivancos, preguntaba el muy ilustre señor don Juan Carrillo de los Silos: ¿Habéis sentido alguna vez el escalofrío de los grande, de lo sublime? Yo sentí aquel día y con tal intensidad, que mis ojos se llenaron de lágrimas. Una fiesta magnífica en que parecían respirarse hálitos de gloria, en que el espíritu impresionado creía percibir el aleteo de los querubines; en que la imaginación se perdía en un mar de sensaciones. Lo sentí aquel día y lo he sentido hoy, al contemplar el hermosísimo cuadro que ante mí se presentaba” (la noticia sigue refiriendo la visita de las Hijas de María al Asilo de las Hermanitas de la mano del Siervo de Dios Juan Carrillo de los Silos, director de la Congregación).
Tras su ordenación, fue nombrado coadjutor de Bargas (Toledo). Regresó a la ciudad de Toledo como capellán de las Damas Catequistas, fundadas en 1926 por la Beata Dolores Sopeña.
Años después es nombrado capellán del Colegio de Huérfanos de Infantería. Ejercía, además, el ministerio como profesor de música y capellán organista de la parroquia de San Martín de Toledo. Así lo recoge “El Castellano” del 3 de mayo de 1932, con motivo de una fiesta escolar en el Colegio de Huérfanos: “ofició la ceremonia -la Santa Misa- el ex alumno y capellán del Centro, don Francisco Martínez Vivancos, que pronunció un inspirado fervorín”. La noticia refiere que, durante dicha celebración, varios alumnos hicieron su Primera Comunión y que por la tarde, en el salón de actos, se celebró una fiesta literario-musical. “Comenzó la fiesta interpretando la “Masa Coral” (Schola), que ha organizado y dirige el profesor don Francisco Vivancos, selectas composiciones, algunas de las cuales hubieron de ser bisadas ante los entusiastas aplausos del auditorio: el himno al trabajo, la jota aragonesa y la preciosa canción “Hermosa patria mía”.
Finalmente, don Francisco, desde que comenzó la guerra, pasó los quince primeros días sin salir de su casa, ya que esperaba, en cualquier momento, la visita de los milicianos. Estos se presentaron en la noche del 3 de agosto; aunque era un hombre corpulento, se entregó mansamente. Le ametrallaron entre burlas soeces en el Paseo de San Cristóbal. Los milicianos volvieron a avisar a su hermana, diciéndole que podía llevarle la comida a la cárcel; así lo hizo ella, confiada, y en la calle se encontró su cadáver, bañado en sangre.
En el libro-registro del Cementerio de Nuestra Señora del Sagrario, que se conserva en el Ayuntamiento de Toledo, el listado que corresponde a los meses del conflicto bélico nos muestra, en la entrada nº 554, que el 3 de agosto de 1936 entra un cadáver al que se describe como un “sacerdote, profesor o capellán del Colegio de Huérfanos, de unos 35 años, de Toledo”. Posteriormente aparece el apunte: “Sr. Francisco Martínez Vivancos”. Nombre del usufructuario: Fidela Vivancos. Su domicilio se encontraba en el nº 25 de la calle de la Plata.
Eduardo Sánchez Butragueño, en su magnífico blog Toledo Olvidado, tiene un post titulado “Imágenes de la Guerra Civil en Toledo a todo color”. En él nos habla de un documental (colgado en YouTube) que lleva por título “WWII in Colour: Spanish Civil War”. Trata sobre la Segunda Guerra Mundial, y tiene como preámbulo lo sucedido en España unos pocos años antes.
“Se trata -afirma- de un vídeo narrado en inglés en el que se entremezclan imágenes de diferentes lugares pero en el que he identificado sin ningún género de dudas bastantes estampas de Toledo con un valor documental indescriptible... Entre las capturas que he realizado del vídeo… sin lugar a dudas, las más macabras y valiosas documentalmente son estas que muestran a varias personas fusiladas por parte de milicias republicanas. Los cadáveres son probablemente miembros del clero… La identificación del lugar es inequívoca gracias a ciertos detalles, como por ejemplo el arranque del Paseo de San Cristóbal, por entonces constituido por dos rampas peatonales, una a cada lado de sendas bolas de piedra. Junto a ellas aparece un vehículo que asciende junto a un fusilado en la curva previa al cruce con la calle Descalzos”.
Allí cayó fusilado nuestro protagonista.
Agradecemos, como siempre, su generosidad por dejarnos el material de su excelente trabajo.
“En la paz del Señor, sufrieron martirio, por Dios y por España, en el año 1936, los Coadjutores de este Parroquia: D. Raimundo Ramírez Gutiérrez, D. Mariano Gálvez de la Higuera, D. Benito Abel de la Cruz, D. Francisco Martínez Vivancos. In memoriam”.
El siervo de Dios Francisco Martínez Vivancos nació en Santoña (Cantabria) el 5 de junio de 1897. Tras la muerte de su padre, que era militar del cuerpo de Infantería, Francisco fue alumno del Colegio de Huérfanos de Toledo.
[Nuestro protagonista está a punto de cumplir diez años de ministerio sacerdotal] Un artículo del 9 de marzo de 1930, que Julio Carmona escribe para “ABC”, con magníficas fotografías sobre “El Colegio de María Cristina para Huérfanos de la Infantería”, nos acerca a lo que sería la infancia de Francisco:
“Hemos entrado en el limpio Colegio de María Cristina en el momento en que, por ser día festivo, todos los huérfanos visten su traje de paseo: la marinera y el pantalón corto, los pequeños; la chaqueta y la gorra alfonsina, los mayores… En las caritas, donde brillan la inocencia y la alegría de los pocos años, no se adivina sombra de drama alguno. Y, sin embargo, junto a la camita de cada ángel de aquellos pasó la Muerte, arrebatándole prematuramente al protector y guía de su niñez. Algunos perdieron al padre y a la madre… Pero el huerfanito no quedó a merced del oleaje de la vida, donde seguramente hubiera perecido. Los compañeros del padre supieron crear esta Asociación benemérita para velar por los tiernos retoños que dejara tras de sí el infortunio. Por eso, en el frontis principal del patio campea este lema, que el profesorado intenta inculcar en el corazón de los alumnos: «Amor a la Patria y gratitud para la Infantería»”.
El Asilo de Huérfanos de la Infantería, instalado en el que fue Hospital de Santa Cruz de Toledo en 1872, era el Colegio de Huérfanos más antiguo de España. El 10 de junio de 1886 el rey Alfonso XIII, y en su nombre la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, cedía al Arma de Infantería el viejo asentamiento de las Cocheras de la reina madre, Isabel de Farnesio, en Aranjuez (Madrid). Un año después, en 1887, comienzan las actividades del Colegio con el traslado de alumnas y alumnos desde el Colegio de Toledo: 300 niños y 200 niñas.
Diez años más tarde, en 1897 (año en que nace el siervo de Dios Francisco Martínez Vivancos) los alumnos varones son instalados en el Colegio de Toledo y éste pasa a llamarse Colegio de María Cristina para Huérfanos de la Infantería. En este colegio se educaron y formaron huérfanos del Arma de Infantería, en régimen de internado.
Cuando Julio Carmona escribe, en 1930, el artículo para ABC, explica que son 500 alumnos internos en Toledo y 470 huérfanas en Aranjuez. A los de Toledo se les da “bachillerato elemental, preparación para la carrera militar, para Correos y Telégrafos y para Hacienda, más la instrucción para la Escuela regimental de tropa y el aprendizaje en los talleres de oficios. Los oficios que se enseñan en el Colegio son los de montador, instalador electricista, chófer, título de práctico, delineante, mecanógrafo, taquígrafo, repujador y todas las especialidades de la imprenta. Y en clase de adorno se dan música, pintura y dibujo… El periodo de permanencia en el Colegio es de los nueve a los veinte años”.
Nuestro joven Francisco, tras pasar los primeros años en el Colegio de Huérfanos, ingresó en el Seminario de la ciudad Imperial para realizar los estudios eclesiásticos; tras los cuales recibió la ordenación sacerdotal el 8 de mayo de 1921.
Una noticia de “El Castellano” de Toledo, del 31 de mayo de 1921, recoge una referencia a su ordenación. La señorita Francisca Permuy reseña la visita que las Hijas de María han realizado a las Hermanitas de los Pobres. La articulista empieza así:
“Hace pocos días, y con motivo de celebrarse la primera misa del joven y virtuoso don Francisco Martínez Vivancos, preguntaba el muy ilustre señor don Juan Carrillo de los Silos: ¿Habéis sentido alguna vez el escalofrío de los grande, de lo sublime? Yo sentí aquel día y con tal intensidad, que mis ojos se llenaron de lágrimas. Una fiesta magnífica en que parecían respirarse hálitos de gloria, en que el espíritu impresionado creía percibir el aleteo de los querubines; en que la imaginación se perdía en un mar de sensaciones. Lo sentí aquel día y lo he sentido hoy, al contemplar el hermosísimo cuadro que ante mí se presentaba” (la noticia sigue refiriendo la visita de las Hijas de María al Asilo de las Hermanitas de la mano del Siervo de Dios Juan Carrillo de los Silos, director de la Congregación).
Tras su ordenación, fue nombrado coadjutor de Bargas (Toledo). Regresó a la ciudad de Toledo como capellán de las Damas Catequistas, fundadas en 1926 por la Beata Dolores Sopeña.
Años después es nombrado capellán del Colegio de Huérfanos de Infantería. Ejercía, además, el ministerio como profesor de música y capellán organista de la parroquia de San Martín de Toledo. Así lo recoge “El Castellano” del 3 de mayo de 1932, con motivo de una fiesta escolar en el Colegio de Huérfanos: “ofició la ceremonia -la Santa Misa- el ex alumno y capellán del Centro, don Francisco Martínez Vivancos, que pronunció un inspirado fervorín”. La noticia refiere que, durante dicha celebración, varios alumnos hicieron su Primera Comunión y que por la tarde, en el salón de actos, se celebró una fiesta literario-musical. “Comenzó la fiesta interpretando la “Masa Coral” (Schola), que ha organizado y dirige el profesor don Francisco Vivancos, selectas composiciones, algunas de las cuales hubieron de ser bisadas ante los entusiastas aplausos del auditorio: el himno al trabajo, la jota aragonesa y la preciosa canción “Hermosa patria mía”.
Finalmente, don Francisco, desde que comenzó la guerra, pasó los quince primeros días sin salir de su casa, ya que esperaba, en cualquier momento, la visita de los milicianos. Estos se presentaron en la noche del 3 de agosto; aunque era un hombre corpulento, se entregó mansamente. Le ametrallaron entre burlas soeces en el Paseo de San Cristóbal. Los milicianos volvieron a avisar a su hermana, diciéndole que podía llevarle la comida a la cárcel; así lo hizo ella, confiada, y en la calle se encontró su cadáver, bañado en sangre.
En el libro-registro del Cementerio de Nuestra Señora del Sagrario, que se conserva en el Ayuntamiento de Toledo, el listado que corresponde a los meses del conflicto bélico nos muestra, en la entrada nº 554, que el 3 de agosto de 1936 entra un cadáver al que se describe como un “sacerdote, profesor o capellán del Colegio de Huérfanos, de unos 35 años, de Toledo”. Posteriormente aparece el apunte: “Sr. Francisco Martínez Vivancos”. Nombre del usufructuario: Fidela Vivancos. Su domicilio se encontraba en el nº 25 de la calle de la Plata.
Eduardo Sánchez Butragueño, en su magnífico blog Toledo Olvidado, tiene un post titulado “Imágenes de la Guerra Civil en Toledo a todo color”. En él nos habla de un documental (colgado en YouTube) que lleva por título “WWII in Colour: Spanish Civil War”. Trata sobre la Segunda Guerra Mundial, y tiene como preámbulo lo sucedido en España unos pocos años antes.
“Se trata -afirma- de un vídeo narrado en inglés en el que se entremezclan imágenes de diferentes lugares pero en el que he identificado sin ningún género de dudas bastantes estampas de Toledo con un valor documental indescriptible... Entre las capturas que he realizado del vídeo… sin lugar a dudas, las más macabras y valiosas documentalmente son estas que muestran a varias personas fusiladas por parte de milicias republicanas. Los cadáveres son probablemente miembros del clero… La identificación del lugar es inequívoca gracias a ciertos detalles, como por ejemplo el arranque del Paseo de San Cristóbal, por entonces constituido por dos rampas peatonales, una a cada lado de sendas bolas de piedra. Junto a ellas aparece un vehículo que asciende junto a un fusilado en la curva previa al cruce con la calle Descalzos”.
Allí cayó fusilado nuestro protagonista.
Agradecemos, como siempre, su generosidad por dejarnos el material de su excelente trabajo.
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