Unidad y vitaminas para la comunidad cristiana. San Agustín
Unidad y vitaminas para la comunidad cristiana. San Agustín
Si, en realidad, el Nombre del Señor fuese más agradable a los hombres que el nombre de los hombres, no dividirían en sus miembros a Cristo, que clama: Mi paz os doy. No dividirían a Cristo esos que dicen: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cejas, y se calumnian recíprocamente por los nombres de los hombres. Entonces no sería expulsado de su bautismo Cristo, de quien se dijo: Este es el que bautiza; de quien se dijo también: Cristo amó a su Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua en la palabra. ¿Sería expulsado Cristo de su mismo baño si el nombre del Señor, cuyo es el bautismo, os fuese más agradable que el nombre de los hombres, de quienes decís: «Es santo lo que da éste, no lo que da aquél?» (San Agustín, A Macrobio 107, 2.3)
Las cinco vitaminas son imprescindible, pero creo que es necesario mostrar otras dimensiones no son tan evidentes y que dan coherencia y unidad a la comunidad, como un todo. Es decir, nos ayudan a unir, coser, entender al completo el todo maravilloso que es la comunidad cristiana:
Sacralidad: Sagrado es todo aquello que nos comunica con Dios de forma simbólica. Ojo, que lo verdaderamente simbólico es tan verdadero como lo que tocamos y vemos directamente. Si usted ve un cartel que indica “Peligro” seguro que no pensara que ese símbolo son tal sólo palabras y gráficos. Seguro que no tendrá cuidado. Ciertamente, lo de temer no es el cartel, que sólo señala que detrás de él hay peligro verdadero. Lo sagrado nos lleva a entender que la presencia de Dios a través de lo que nos conduce a Él, como misterio y profundidad. Un ejemplo ¿Adoramos y alabamos la Palabra de Dios contenida en los Evangelios? Pocas veces le prestamos atención y reverencia, siendo tan sagrada como cualquier otro símbolo que utilicemos. Es Palabra de Dios. La sacralidad debería estar presente en todas y cada una de las vitaminas, ya que cuando nos reunimos en Nombre de Cristo, Él está en medio de nosotros. La sacralidad también desborda las vitaminas, uniendo y potenciando sus características propias. Sin sacralidad las vitaminas pierden el sentido de vivencia trascendente que les da sentido.
Fraternidad: Comunidad es un grupo de personas que comparten parte importante de su vida, pero no tienen razón de compartir lo que no es común a todos ellos. Por ejemplo, una comunidad religiosa benedictina seguro que comparte la regla de San Benito y el carisma benedictino, pero ¿Compartirían el interés de uno de sus miembros por los escritos de Santa Teresa de Jesús y el carisma carmelitano? No tienen razón de compartirlo, porque son “benedictinos” y no “carmelitas”. La fraternidad es un paso más allá de la buena comunidad, ya que permite y fomenta, que los carismas y dones personales enriquezcan la comunidad. Existe una dimensión unitiva que solemos olvidar porque en el fondo desconfiamos de “los diferentes.” En dos palabras: ecumenismo intracomunitario. La fragmentación de las pastorales nos separa y a veces nos hace olvidar lo que tenemos de común. La fraternidad es lo que nos permite reunirnos en Nombre de Cristo, por lo que reúne todo lo que hagamos junto los demás.
Formación: La postmodernidad nos aparta de los aspectos cognitivos por medio de prejuicios muy bien asentados. El diablo nos llama a no tener juicio, porque nos llama a “no juzgar” que es tanto como no entender, no unir. No hace mucho leía una frase en Twitter que me hizo reflexionar. La frase es la siguiente: “Siento a Dios más cerca cuando dejo de pensar y razonar, para sólo sentir”. Es como decir que para sentir el campo tengo que apartarme del camino y andar entre las plantas y los animales sin dirección no sentido alguno. Pero ¿puedo sentir el campo cuando entiendo y conozco el camino que voy a seguir? Seguramente lo disfrute más profundamente y lo padezca menos. La formación es imprescindible, lo que no quiere decir que formarse sea aguantar una conferencia semanal de 4 horas. Hay muchas formas muy entretenidas de formarse, por ejemplo leyendo vidas interesantes de santos o trabajando en grupo sobre temas definidos. La formación reúne y da consistencia a la comunidad, ya que entender que estamos trabajando sobre los mismos cimientos, nos permite superar los protagonismos con más facilidad.
Es interesante lo que el resumen indica sobre la formación previa de los sacerdotes. Sin duda es necesario que sean más catalizadores y dejar en segundo plano las funciones de directores ejecutivos de todo lo que acontece. El catalizador propicia la reacción química y la controla, sin ser parte de la misma. Además hace posible que aparezcan las maravillosas sinergias, que en el caso de la Iglesia es la evidencia de que el Espíritu Santo anda trabajando con nosotros. Saber estar presente lo justo y propiciar que todo se dinamice, no es más que ser conducto de la Gracia de Dios. Uno de los talones de Aquiles de la Iglesia del primer mundo actual, es falta de sacerdotes. Si empleamos el tiempo del sacerdote en hacer funciones de directivo empresarial, no tendrá tiempo para celebrar los sacramentos que tanto necesitamos. Con esto no quiero decir que el sacerdote o párroco se desentienda de la comunidad, sino más bien que la atienda como sacerdote que es.
Es sencillo arreglar el mundo sobre un papel o sobre una pantalla de ordenador. El papel y la pantalla lo aguantan todo. Lo interesante es dejar que la Gracia de Dios se haga presente y actúe en cada uno de nosotros. El sacerdote es el mejor catalizador en ese proceso de conversión espiritual que tanto necesitamos cada uno de nosotros.