Martes, 24 de diciembre de 2024

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Toledo, 2 de agosto de 1936. En el Paseo del Tránsito

por Victor in vínculis

El último sacerdote asesinado en este día es el beato Miguel Amaro Ramírez. Don Feliciano Villa, Operario Diocesano, nos ofrece estas notas biográficas del Beato, cuya causa tramitó la diócesis de Tortosa en el proceso del beato Joaquín Jovani Marían y 14 compañeros. Este grupo fue elevado a los altares en Tarragona, el 13 de octubre de 2013. En la foto, en segundo término, peregrinos del pueblo natal del Beato sostienen su retrato.



Miguel nació en El Romeral (Toledo), el 8 de mayo de 1883.Hijo único y huérfano de padres cuando tenía unos pocos años, educándole su tía Josefa, hermana de su madre.

Ingresó en el Seminario de Toledo el año 1896, allí se distinguió por su inteligencia, pero más por su bondad. Los últimos cursos de Teología los estudió en Cuenca, donde trabajó como auxiliar de los sacerdotes operarios, que dirigían el Colegio de San Pablo para vocaciones.

El 12 de agosto de 1904 ingresó en la Hermandad y en Cuenca recibió todas las Órdenes menores, el Subdiaconado y Diaconado el año 1905 y el 9 de junio de 1906 el presbiterado, todo de manos del Sr. Obispo de la diócesis, celebrando su primera misa en la villa de Herencia (Ciudad Real), que es donde residían las tías que lo acogieron al quedar huérfano.

Desde 1907 hasta 1926 estuvo destinado en el seminario de Toledo, primero como Prefecto de alumnos y muy pronto como administrador. Fue el superior que más huella dejó en los sacerdotes que salieron durante su estancia en el seminario, como testificó un antiguo alumno en el proceso de su beatificación. Era el amigo con los brazos abiertos para todos y era el alma del seminario, que atraía a todos por su bondad. Era muy conocido y querido en Toledo; todos gustaban de su trato agradable y simpático, y se edificaban de su ardoroso celo y de sus singulares virtudes sacerdotales. Diecinueve años estuvo en Toledo, hasta que en octubre de 1926, fue nombrado Director del Colegio de vocaciones de Valencia. Naturalmente le costaba salir de Toledo, donde había gastado su vida. Pero don Miguel vivía en continuo clima de fe y pudo decir: “Estoy dispuesto a todo y solo una indicación del superior es para mí un mandato y, por tanto, como tal lo recibo”.

Don Miguel supo llevar las riendas del Colegio de Vocaciones de Valencia, uniendo simpatía con exigencia en perfecto equilibrio. Allí saboreó los primeros chispazos de la persecución religiosa, ya que, antes de que se cumpliera un mes desde la implantación de la república, comenzaron los incendios y saqueos de iglesias, conventos e instituciones religiosas.

El 11 de mayo de 1931 se cernía el peligro en un ambiente cargado de odio a la religión. El Siervo de Dios Miguel Amaro puso a salvo a sus alumnos y superiores, retiró el Santísimo para evitar profanaciones y él fue el último en salir del Colegio. Las turbas llegaron cinco o diez minutos después y estuvieron hasta las dos de la mañana rompiendo todo cuanto podía romperse y quemando colchones, mantas, sillas, pupitres, etc. Semanas después al no poder garantizar las fuerzas de orden público la seguridad del edificio ni la vida de los alumnos, se dio por concluido el curso.

El 16 de septiembre de 1931 es nombrado Rector del Seminario de León. Trabajó como siempre con plena dedicación y entrega y aun le quedaba tiempo, aprovechando las horas de clase, para atender a muchas personas en el confesionario. De hecho, cuando el Beato Pedro Ruiz de los Paños le informó de sus proyectos para fundar la congregación de Discípulas de Jesús, fue él quien le proporcionó las primeras vocaciones entre sus dirigidas espirituales. Era un sacerdote a quien consumía el celo apostólico, gran promotor de vocaciones.



Desde León viajó a Toledo para acompañar  a Don Pedro en la fundación de las Discípulas de Jesús, a quienes tenía citadas para el 20 de julio de 1936. No pudieron reunirse las futuras Discípulas porque el 18 de julio estalló la guerra. Don Miguel llegó a Toledo el mismo día 18 de julio y los días previos al martirio los pasó en el seminario de Toledo con don Pedro y otros Operarios. Don Miguel aceptaba el martirio y hablaba de él con alegría, con sus compañeros.

El 22 de julio salieron todos del Seminario, por la noche, distribuidos en varios grupos. Don Miguel marchó solo y aquella noche se refugió en la casa del capellán de la iglesia de san Andrés, cerca del Seminario. Al día siguiente aceptó la oferta de un gran amigo para hospedarse. Sin embargo, cada día era más peligroso continuar en la casa. Además, dieron un bando, advirtiendo que matarían a todos los varones de la casa donde ocultaran a un sacerdote. Don Miguel sufría pensando que comprometía a aquella familia. Y el día 2 de agosto, cuando solo estaba en casa la esposa del amigo, se marchó, para cortar de raíz el peligro en que se hallaba aquella buena familia. Tenía tanto conocidos en Toledo, que no le resultaría difícil conseguir un pase para Madrid; pero unos milicianos lo reconocieron, lo detuvieron e inmediatamente lo mataron en el paseo del Tránsito, donde diez días antes habían sido martirizados los Beatos Pedro Ruiz de los Paños y José Sala Picó.

Los restos mortales del siervo de Dios, reconocidos por los médicos que le exhumaron, fueron trasladados al mausoleo del templo de reparación de Tortosa, con los demás mártires de la Hermandad. El beato Miguel aparece en tercer lugar.

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