De Gürtel y otras corruptelas
por Luis Antequera
Sorprende ver a todos y cada uno de los partidos españoles gritar a arrebato cuando uno de sus cargos públicos es sorprendido en alguna práctica de corrupción. Y a muchos españoles de a pie participar en esa defensa como si fuera con ellos, por la única razón de que el corrupto en cuestión pertenece al partido al que votaron o con el que simpatizan. No parecemos haber entendido en España que el dinero público es nuestro tanto como el que llevamos en el bolsillo; que el perjuicio que sobre él produzca un dirigente corrupto, no beneficia a nadie, tampoco a los votantes del partido en el que aquél milite; y que en el caso de éstos, lo sustraído es doble, la cartera y la confianza. Esto dicho, sorprende no menos aún la atención prestada a los cuatro trajes de los que se acusa a un determinado dirigente y el silencio con el que se acogen tantos casos de gravedad infinitamente superior. Así por ejemplo, ¿qué comisión parlamentaria ha investigado aquellos mil millones de pesetas que la Caixa condonó al Partido Socialista de Cataluña? ¿Qué tribunal se ha interesado en los trescientos sesenta mil euros literalmente volatilizados en el CNI durante el mandato del Sr. Saiz? ¿Qué actuaciones ha iniciado el fiscal anticorrupción sobre los diez millones de euros entregados en anomalísimas circunstancias a una empresa canadiense por la Junta de Andalucía cuando su presidente era el hoy día vicepresidente tercero del Gobierno y su hija la apoderada de dicha sociedad? ¿A quién ha interesado aquel famoso 3% que según el Sr. Maragall constituía el principal problema del partido que había gobernado antes que él Cataluña durante más de veinte años? La democracia no consiste sólo en tener una constitución y elecciones cada cuatro años. La democracia la hacen los políticos, pero también y no menos, las instituciones, los medios de comunicación y la opinión pública con su comportamiento cotidiano, y de cuantas prácticas son letales para una democracia, la corrupción es de las que más. Mientras casos como los citados estén impunes, tendremos que reconocer que después de treinta años de constitución, aún nos queda mucha democracia por aprender.
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