Toledo, 31 de julio de 1936. Doncellas Nobles y Paseo del Tránsito
Cinco sacerdotes y siete carmelitas fueron asesinados en la jornada del 31 de julio, una de las más sangrientas de esta segunda quincena del mes de julio de 1936, tras el estallido de la guerra civil española y la ya existente persecución religiosa
Junto a Doncellas Nobles
El siervo de Dios Enrique Palomo Gallardo era natural de Escalonilla (Toledo). Nació el 15 de julio de 1867 y recibió la ordenación sacerdotal el 14 de marzo de 1891. Tras su ordenación, ocupó la capellanía de San Juan de la Penitencia en Toledo. Desde 1929 ostenta la capellanía del Convento de Santo Domingo el Real y del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Se encontraba seriamente enfermo de artrosis con dificultad para andar.
A la una de la tarde del 31 de julio de 1936, y a empujones, fue llevado por los milicianos hasta la plazuela del Colegio, quienes le dijeron con sorna: “-Míralo, que ya no volverás más aquí”. Y, junto a la pared del Colegio de Doncellas Nobles, dispararon contra él sus fusiles.
En el Paseo del Tránsito
El siervo de Dios Bernardo Martín Robledo nació el 22 de abril de 1884 en Toledo. Tras realizar sus estudios, recibió la ordenación sacerdotal el 13 de junio de 1908, de manos del obispo auxiliar, Monseñor Prudencio Melo y Alcalde.
Sus primeros destinos, todos ellos en la provincia de Toledo, le llevan primero de regente a Valmojado, siendo trasladado, en ese mismo año, a los Navalmorales, como coadjutor. De allí pasará en 1914 a Montearagón, como ecónomo. Al año siguiente, se le nombra ecónomo de Escalona.
En 1916, llega a la ciudad de Toledo, destinado como coadjutor de la parroquia de San Nicolás de Bari y como sacristán segundo de la Catedral Primada. En 1929, pasa a ser coadjutor de la parroquia toledana de los Santos Justo y Pastor.
Cuando estalla la guerra civil española y, mientras prosigue la persecución religiosa, de nuevo lo encontramos ejerciendo el ministerio como coadjutor de la parroquia de San Nicolás junto al Siervo de Dios Pascual Martín de Mora.
Don Bernardo, además, tenía a su cargo la administración de una finca en las cercanías de Toledo. También era depositario de los fondos de algunas asociaciones.
Desde el 22 de julio, fecha en que asesinaron a su párroco, vivía junto a su hermana preparándose a su pronta muerte.
Hacia las dos de la tarde del 31 de julio, llegaron los milicianos. Con ellos venía un trabajador de la finca, que conocía la costumbre de pagar a los obreros el día primero de cada mes, por lo que sospechaba que don Bernardo habría sacado ya el dinero del banco. En cuanto llegaron, le cachearon y lo registraron todo, apoderándose del dinero de esa administración, de los fondos de las asociaciones y del suyo y de su hermana. Luego le pidieron que les acompañase para hacer unas gestiones en un banco y en el comité. Se despidió de su hermana absolviéndola. Sin embargo, los milicianos le condujeron al Paseo del Tránsito donde le fusilaron nada más llegar.
Tal vez, tratándose de un caso aislado, podríamos dudar de las causas de su martirio (no por ser sacerdote, sino por el tema económico) pero al enmarcarse el asesinato del Siervo de Dios Bernardo Martín en una cacería dentro de la ciudad Imperial (¡42 sacerdotes y religiosos han sufrido ya el martirio en solo diez días!) quedan mucho más palpables las causas de su martirio.
Junto a Doncellas Nobles
El siervo de Dios Enrique Palomo Gallardo era natural de Escalonilla (Toledo). Nació el 15 de julio de 1867 y recibió la ordenación sacerdotal el 14 de marzo de 1891. Tras su ordenación, ocupó la capellanía de San Juan de la Penitencia en Toledo. Desde 1929 ostenta la capellanía del Convento de Santo Domingo el Real y del Colegio de Doncellas Nobles de Toledo. Se encontraba seriamente enfermo de artrosis con dificultad para andar.
A la una de la tarde del 31 de julio de 1936, y a empujones, fue llevado por los milicianos hasta la plazuela del Colegio, quienes le dijeron con sorna: “-Míralo, que ya no volverás más aquí”. Y, junto a la pared del Colegio de Doncellas Nobles, dispararon contra él sus fusiles.
En el Paseo del Tránsito
El siervo de Dios Bernardo Martín Robledo nació el 22 de abril de 1884 en Toledo. Tras realizar sus estudios, recibió la ordenación sacerdotal el 13 de junio de 1908, de manos del obispo auxiliar, Monseñor Prudencio Melo y Alcalde.
Sus primeros destinos, todos ellos en la provincia de Toledo, le llevan primero de regente a Valmojado, siendo trasladado, en ese mismo año, a los Navalmorales, como coadjutor. De allí pasará en 1914 a Montearagón, como ecónomo. Al año siguiente, se le nombra ecónomo de Escalona.
En 1916, llega a la ciudad de Toledo, destinado como coadjutor de la parroquia de San Nicolás de Bari y como sacristán segundo de la Catedral Primada. En 1929, pasa a ser coadjutor de la parroquia toledana de los Santos Justo y Pastor.
Cuando estalla la guerra civil española y, mientras prosigue la persecución religiosa, de nuevo lo encontramos ejerciendo el ministerio como coadjutor de la parroquia de San Nicolás junto al Siervo de Dios Pascual Martín de Mora.
Don Bernardo, además, tenía a su cargo la administración de una finca en las cercanías de Toledo. También era depositario de los fondos de algunas asociaciones.
Desde el 22 de julio, fecha en que asesinaron a su párroco, vivía junto a su hermana preparándose a su pronta muerte.
Hacia las dos de la tarde del 31 de julio, llegaron los milicianos. Con ellos venía un trabajador de la finca, que conocía la costumbre de pagar a los obreros el día primero de cada mes, por lo que sospechaba que don Bernardo habría sacado ya el dinero del banco. En cuanto llegaron, le cachearon y lo registraron todo, apoderándose del dinero de esa administración, de los fondos de las asociaciones y del suyo y de su hermana. Luego le pidieron que les acompañase para hacer unas gestiones en un banco y en el comité. Se despidió de su hermana absolviéndola. Sin embargo, los milicianos le condujeron al Paseo del Tránsito donde le fusilaron nada más llegar.
Tal vez, tratándose de un caso aislado, podríamos dudar de las causas de su martirio (no por ser sacerdote, sino por el tema económico) pero al enmarcarse el asesinato del Siervo de Dios Bernardo Martín en una cacería dentro de la ciudad Imperial (¡42 sacerdotes y religiosos han sufrido ya el martirio en solo diez días!) quedan mucho más palpables las causas de su martirio.
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