¡Feliz Pascua 2015!

«Necio, dices que creerías si resucitara tu padre; ha resucitado el Señor, ¿y no crees? ¿Por qué quiso morir y resucitar sino para que todos creyéramos a uno solo y no fuéramos engañados por una muchedumbre? ¿Y qué iba a hacer tu padre, en el caso de que resucitara y te hablara, volviendo de nuevo a la muerte?


Considera con cuánto poder resucitó Cristo, pues ya no muere y la muerte ya no tiene dominio sobre él. Se mostró a sus discípulos y a los que le habían permanecido fieles; tocaron la solidez de su cuerpo, puesto que a algunos les pareció poco el ver lo que recordaban si no tocaban también lo que estaban viendo. Fue confirmada la fe no sólo en los corazones, sino también en los ojos de los hombres. Quien nos mostró todo esto subió al cielo, envió el Espíritu Santo sobre sus discípulos y se predicó el Evangelio. Si miento diciendo esto, interroga al orbe de la tierra. Muchas promesas se han cumplido; muchas cosas esperadas son ya realidad; el orbe entero florece en la fe de Cristo. (San Agustín. Sermón 361, 8) 

En pleno siglo XXI, aceptar y comprender la resurrección de Cristo es casi imposible. Sólo es posible por la Gracia de Dios, que nos lleva lejos de la “muchedumbre” de la que habla San Agustín. La muchedumbre, el mundo, no es más que la sociedad que nos rodea. Sociedad en la que el pecado se incrusta en las relaciones que tenemos o en la ausencia de relaciones que padecemos. El pecado no sólo es un hecho personal, ya que se transmite, se comunica, de unos a otros moviéndose a través de las convenciones sociales, como pez en el agua. 

La muchedumbre nos dice que eso de la resurrección es un cuento, un mito. Nos dice que debemos dejarnos de imaginar imposibles mientras dejamos pasar el tiempo de vida que tenemos. Nos dice que como todo es un “asco” debemos disfrutar lo máximo en cada momento de nuestra vida. Para vivir en esta sociedad postmoderna no hacen falta creencias ni certezas, ya que lo importante son las vivencias agradables y placenteras. 

Ahora “Quien nos mostró todo esto subió al cielo, envió el Espíritu Santo sobre sus discípulos y se predicó el Evangelio” demostrando que la Verdad no muere con quien la enuncia y la difunde. La Verdad vive con quien la ha acogido en su corazón, eternamente. Esta Verdad es Cristo que renace tras morir por nuestros pecados, dentro de cada uno de nosotros. 

Estamos tan acostumbrados que no nos damos cuenta que “muchas promesas se han cumplido; muchas cosas esperadas son ya realidad; el orbe entero florece en la fe de Cristo”. Cuando vemos que la fe nace y renace en Asía o África, nos parece increíble. Para nosotros es algo tan asumido, que desaparece de nuestra vista. Al desaparecer, dejamos de ser conscientes de la presencia de Cristo entre nosotros. Estamos tan hechos a la misión de la Iglesia, que sólo vemos los errores que cometen algunas personas que la forman.