La conversión de la hermana del filósofo Bernard-Henry Lévy
El conocido filósofo francés, Bernard-Henry Lévy (BHL), asistió el Domingo de Resurrección de 2012 a una ceremonia muy especial: la entrada en la Iglesia católica de su hermana pequeña, Véronique, que tuvo lugar en la catedral de Notre Dame de París. El hecho lo explica ahora Le Figaro y se hace eco de esta información el semanario italiano Tempi.
Véronique, que sus amigos definen como anticlerical y feminista, siempre dispuesta a acusar a la Iglesia de oscurantista, ha sido descrita por su hermano como una mujer “tocada por la redención”. Lévy reconoce que la decisión de su hermana le ha causado dolor, sobre todo pensando en lo que habrían dicho sus padres, judíos, pero reconoce que la ha transformado: de frágil e inestable ha pasado a ser una mujer fuerte y segura.
Ahora Véronique publica un libro en el que explica “su aventura con el Crucificado”, Montre-moi ton visage (“Muéstrame tu rostro”), una serie de diálogos interiores con Cristo ante el Santísimo Sacramento que los críticos han definido como una larga conversación amorosa. “Vivir la fe es como enamorarse. Cuando se ama a alguien incondicionadamente, se sacrifica todo por ese amor, a uno no le preocupa el juicio de los demás, se piensa sólo en gozar de la presencia del otro”, sostiene Véronique.
Su itinerario parte de su infancia, donde el regalo de un crucifijo, con ese hombre con los brazos abiertos, que le hizo una niña cristiana le impactó. Mientras tanto, sus padres le educaban en la memoria y el orgullo (aquí empleado en su acepción positiva de sano orgullo por la obra de tus mayores) de quien “lleva un nombre muy antiguo, aristocrático, el nombre de una de las doce tribus de Israel, la tribu de Levi”.
Con 12 años, la muerte de su abuela materna, a la que estaba muy unida, provocó en la niña Véronique una angustia profunda que le hicieron vivir una adolescencia rebelde y una juventud a la búsqueda de algo que la llenara. Son años de gran actividad, de cambios de trabajo, también de múltiples aventuras amorosas y de excesos. Fue entonces, tal y como ella explica, cuando había tocado fondo, que aparece en su vida el padre Pierre-Marie Delfieux, fundador de la fraternidad monástica de Jerusalén, sita en Saint-Gervais. “En pocas semanas Dios me reconstruyó”, confiesa Véronique, quien también ha comparado “la Iglesia con un hospital para almas heridas, las que la psiquiatría y el psicoanálisis no pueden curar. La Iglesia propone lo que el mundo secular ha olvidado: el perdón, la redención. Ella abre un camino de libertad, desata los nudos. El Señor no divide, sino que une, de un nombre, ordena y este orden es la bondad”. Ahora reconoce que aquella Iglesia a la que acusaba de misoginia ha reconstruido su “feminidad herida” y que en ella “he encontrado mi casa”.
Precioso testimonio que demuestra que Dios no descansa, que cuida de todos y espera el momento oportuno para derramar sus gracias. En este caso sobre un miembro de su pueblo elegido, que se constituye así en primicia de lo que vendrá cuando la Divina Providencia tenga dispuesto.