Señor, auméntanos la fe.
Al terminar el discurso sobre el Pan de Vida, Jesucristo impone una elección a cuantos le escuchan: o seguirle, aceptando el misterio de su Cuerpo y de su Sangre, o apartarse de Él. No sólo los judíos se escandalizan de sus palabras, también muchos discípulos murmuran: este modo de hablar es inaceptable ¿quién puede hacerle caso? Nadie ha amado más a los hombres y procurado su salvación que Él y, sin embargo, Jesucristo prefiere perder muchos discípulos a modificar una sola de sus palabras. Al tiempo, les advierte la necesidad de la fe: Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo algunos de vosotros no creen. Nada pues de escandalizarse y discutir, sino creer. El relato del Evangelio de este domingo es una llamada a la responsabilidad de todos los cristianos, porque si es verdad que la fe debe y puede desarrollarse y fortalecerse más y más, no es menos verdad que puede disminuir hasta perderse completamente. La fe, don de Dios recibido en el Bautismo, es una luz que ilumina nuestra inteligencia, y una gracia que inclina nuestra voluntad a aceptar las verdades reveladas. Ahora bien, toda luz necesita una fuente de energía, tiene que ser alimentada porque, si no, se extingue... esta gracia tan preciosa debe ser conservada ¿Cuáles son los alimentos de la fe? 1. El primer alimento de nuestra fe, que sirve para desarrollarla en nuestra alma, es el conocimiento de la religión. Se da a todos en general con la enseñanza y para los que son instruidos se debe aumentar con el estudio ¿De dónde viene hoy tan poca fe y tan poca vida cristiana? De la ignorancia para un gran número, y ésta tiene su fuente: ― En el desinterés por escuchar la palabra de Dios que la Iglesia nos hace llegar por boca de sus pastores. ― En el incumplimiento por parte de los padres de familia de la obligación gravísima de instruir a sus hijos desde su primera edad en la principales verdades de la religión. Y no sólo con palabras: con la práctica: Ej.-> asistencia a Misa domingos. ― En haber prescindido de Dios en la enseñanza de las escuelas. Y esto no se soluciona con una clase de religión, si el resto de la enseñanza está impregnado de materialismo y ateísmo. Ej.-> qué padre sabe lo que le están enseñando a su hijo en la escuela y el instituto acerca de la transmisión de la vida y de la virtud de la castidad Una generación educada prescindiendo de Dios prepara días de duelo para la sociedad y la Iglesia. 2. Segundo alimento de la fe: La oración y los sacramentos. En especial la Eucaristía que, dignamente recibida, es alimento espiritual como demuestra todo el discurso del Pan de Vida 3. Tercer alimento de la fe: las buenas obras y las costumbres cristianas. Nosotros somos movidos por la fe al ejercicio de las virtudes y la práctica de las buenas obras pero, al mismo tiempo, esas virtudes alimentan y desarrollan en nosotros la fe: para que andéis de una manera digna del Señor, procurando serle gratos en todo, dando frutos de toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1,10) Podríamos detenernos a ver también cuáles son los caminos para disminuir la fe pero, para no prolongarnos, basta con decir que son los contrarios a los que hemos dicho: las pasiones, la corrupción del corazón, la negligencia en cumplir nuestros deberes, la lectura de libros malos y el frecuentar los medios de comunicación impíos... van debilitando, erosionando y al final pueden hacernos perder la fe, y con ello, lo que tenemos de más valor, porque sin la fe es imposible agradar a Dios y de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma. Por el contrario, quien se ha decidido por la fe en Jesucristo tiene que decirle con las palabras de San Pedro ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y acogiéndose a los méritos e intercesión de la Santísima Virgen, pedir cada día, como los Apóstoles: Señor, auméntanos la fe.
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