Amigo Diogneto
Desde que comenzó 2009, estamos leyendo en casa un librillo en el que vienen citas diarias, normalmente relacionadas con las lecturas de la eucaristía que correspondan. El otro día, la cita estaba extraída de la Epístola a Diogneto, una carta que un cristiano de finales del siglo II enviaba a Diogneto (puede ser un nombre propio, o también “conocido de Zeus”, un título honorífico del emperador), explicándole cómo eran y vivían los cristianos. Está escrita en Atenas. El caso es que me ha hecho recordar y releer la epístola, muy actual por otra parte. Y he corroborado lo que siempre he creído: que es totalmente actual. Está dividida en doce puntos: diez, más los dos del epílogo. Comienza desgranando cómo es la religión griega y pasando luego a la judía. Los puntos II y III son una descripción cuasi perfecta de la sociedad y creencias actuales, con sus dioses perecederos y de barro. De verdad que merece la pena leerlo. A continuación, desde el punto V hasta el final, se desgrana la vida del cristiano. Aquí ya empieza a entrarme el miedo. Porque, la verdad, yo no sigo la misma vida que los cristianos de la primera hora, y tiemblo pensando que, teniendo al Señor ahí, desperdicie mi vida como lo hago. Lo que más quiero en el mundo es seguir a Cristo, y deseo seguirle de cerca con mi vida, donde y como Él quiera. Estoy seguro que si todos los católicos nos proponemos vivir en Jesucristo como los primeros cristianos, cambiaremos el mundo sin problemas. Como leo en la carta, “los cristianos, cuando son castigados, aumentan en número cada día”. Todo el santo día quejándonos de la caña que nos meten, sin pensar como cristianos de verdad: “Siendo castigados se regocijan, como si con ello se les reavivara”. Diogneto está aquí, a mi alrededor, en mi familia, en mi trabajo, es amigo mío, me cruzo con él todos los días, y quiere que le hable de cómo Cristo reina en mi vida. Bueno, pues eso, que a ver si nos ponemos las pilas. Y si nos subimos a la moto, que sea proclamando a Cristo, no mis ideas personales, y el Señor nos permitirá ver las maravillas que es capaz de hacer. Recomiendo que se lea la epístola atentamente, ofreciéndonos al Señor para la empresa que quiera proponernos. Eduardo Palanca