«Buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios».
Reflexión Domingo XVIII del Tiempo Ordinario
Queridos hermanos:
Estamos ante el domingo XVIII del Tiempo Ordinario. Aprovecho la oportunidad para felicitar a los hermanos del Perú: ¡Felices Fiestas Patrias! Que Dios nos ayude a recuperar nuestra misión, de esto nos hablan las lecturas de hoy. Dice la primera Palabra del libro de Eclesiastés: “¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!” ¿Qué es ser vanidoso? Ser un hombre vacío, sin columna vertebral, así es el que atesora para así y no ante Dios, porque su corazón está en el dinero, en los bienes de esta tierra. Por eso la Palabra nos interpela hoy: ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? Respondamos juntos con el Salmo 89: “Enséñanos (Señor) a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.”
La segunda Palabra que nos da hoy la Iglesia es de San Pablo a los Colosenses y siguiendo la misma línea nos hace una invitación: “buscad a los bienes de allá arriba donde está Cristo, aspirad a los bienes de arriba no a los de la tierra. Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros”. ¿Qué hay de terreno en nuestro corazón? Lo dice muy bien la Palabra: “la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia, la avaricia, que es una idolatría”. Hoy que tenemos tanta idolatría al poder, a ser importante, ocupar cargos importantes; nos dice la Palabra: despojaos de la vieja condición humana con sus obras y revestíos de la nueva condición divina. Dice san Pablo que Cristo es la síntesis de todo, en Él encontramos todos nuestros anhelos.
El Evangelio de San Lucas también nos llama hoy a conversión. Fíjense la respuesta que da Jesús al hermano que le pedía que hiciera justicia: “Guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y les cuenta la parábola del hombre rico que almacenó trigo y bienes durante toda su vida. Hay una Palabra muy fuerte frente a esto: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado? Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”. El Evangelio nos invita a acumular para Dios, ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que trabajemos por el otro, para el cercano, por el que no tiene. ¿Han visto lo que está pasando en la guerra, de Europa, de Rusia? La riqueza de Rusia no eran las armas si no los hidrocarburos. Las naciones trabajan para sí, pero ¿dónde está la verdadera riqueza del hombre? En Dios, es decir, en el servicio al otro, en buscad las cosas del cielo, ayudar a los hombres que no tienen, crear comunión de bienes. Por eso, en uno de los textos del Evangelio nos dice el Señor: va, vende tus bienes, dáselo a los pobres, ven y sígueme; porque seguir a Jesús es no tener avaricia en la tierra, sino un servicio desinteresado por el otro. Esa es la verdadera recompensa, eso es lo que necesitamos hoy más que nunca. Por eso hermanos, despojémonos del hombre viejo que tenemos y revistámonos de Cristo, es decir, de amor, de servicio desinteresado por el otro, y seremos mucho más felices, destruyamos el hombre viejo que nos lleva a la muerte y que nazca en nosotros el amor a Cristo resucitado.
Felices Fiestas Patrias a todo el Perú.
+ Con mi bendición.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao