Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Cura premiado en la II República

por Semblanzas sacerdotales

Hoy se han visto banderas republicanas por Madrid, y se han coreado consignas cercanas a las de la década de los años treinta.

Hubo un sacerdote en Jaén, llamado don Cádido Carpio Ruiz, quien nació en la calle Madre de Dios, a la sombra del imponente Arco de San Lorenzo. Estudió en el Seminario Diocesano siendo ordenado en el año 1903.

Tras estar en varios servicios pastorales, llegó a ser párroco del Sagrario, de la Catedral, de Jaén. Una amplia feligresía, por aquellos años, y con unos inmensos problemas sociales, tanto de alimentación, como de infravivienda.

Don Cándido por la influencia de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, situadas en la Gota de Leche, en la parroquia puso una imagen de la Virgen Milagrosa, pasando a ser un fervoroso propagador de esta devoción mariana, organizando coros de vecinos que recibían a la urnita en su casa cada venticuatro horas. La presencia de la Virgen Milagrosa obró milagros, durante los duros años treinta del siglo pasado.

Aquel cura menudo de estatura, sonriente hasta más no poder, abierto y servicial a los más pobres y necesitados, se embarcó en la construcción de casas para esos feligreses que vivían en malas situaciones de insalubridad. Tal fue el éxito de su trabajo pastoral en la pequeña barriada que hizo sobre las eras de la Alcantarilla, que la feligresía pidió al gobierno de la II República Española, que concediera algún premio a don Cándido. Recibió la medalla al mérito de acción social de la República.

Cuando le colocaron la medalla, el cura se la puso a la Milagrosa en el cuello, donde aún hoy se encuentra para ejemplo de presentes y futuros acontecimientos.

Durante los años de la Guerra Civil, cerraron al culto la parroquia, y don Cándido, sin sotana, estuvo vendiendo tabaco en un estanco familiar. Ningún republicano le osó poner la mano encima.

Terminada la contienda, el hambre que tuvo que aliviar don Cándido en su parroquia fue inmensa. Lo hizo con el mismo garbo que durante el periodo republicano. La Virgen Milagrosa conseguía siempre la solución a los inmensos problemas sociales y humanos que se le presentaban.

Lo traté siendo niño y seminarista. Estuvo de párroco hasta el año 1966, en que le dieron una canonjía y su correspondiente jubilación.

!Que pena que la parroquia del Sagradio la cerraran como tal por un capricho nocturno inexplicable¡.

El ejemplo de don Cándido fue recogido en otro lugar, donde yace y permanece para ejemplo de las buenas gentes de aquella barriada tan cercana a la Catedral de Jaén.

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Tomás de la Torre Lendínez



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