La unidad de los cristianos
Iniciamos esta semana el octavario por la unidad de los cristianos, iniciativa protestante a la que se sumó hace varias décadas la Iglesia católica y otras iglesias cristianas orientales. Son unos días para pedir al mismo Jesús, en quien todos los cristianos creemos, que llegue pronto la unidad visible de la Iglesia, por la que El mismo pidió tantas veces: "Que todos sean Uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros" (Jn 17: 21). No se trata solo de reparar el escándalo de la separación entre personas que reconocemos al mismo Dios (todos los creyentes, en el fondo, creeemos en el mismo Dios) y Señor Jesucristo (todos los cristianos lo reconocemos como tal), sino de dar un nuevo testimonio al mundo sobre el verdadero papel del cristianismo, inspirador de los mejores valores que hacen al ser humano mas digno de serlo. Por encima de los errores históricos de quienes se han llamado cristianos, y de los que ahora nos llamamos, es tarea nuestra desvelar a los no creyentes, y a los creyentes de otras religiones, el verdadero rostro de Jesus, como el mismo afirma, continuando el versículo antes citado: "... que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17: 21).
Frente a los pesimistas, conviene recordar que se han dado muchos pasos hacia la plena unidad de la Iglesia en las últimas décadas: conversaciones de Malinas, fundación del consejo ecuménico de las Iglesias, Monasterio de Chevetagne, comunidad de Taizé, la Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II, el encuentro de Pablo VI con el patriarca Atenágoras en Jerusalén, las visitas de Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco a países de mayoría ortodoxa... En el plano teológico, ha habido declaraciones conjuntas de católicos con ortodoxos, anglicanos y luteranos. Un rama de los armenios ha decidido volver a la Iglesia católica y muchos anglicanos han utilizado la vía del ordinarirato para reintegrarse en la Iglesia, ambos manteniendo sus tradiciones litúrgicas. Se reconoce que todos podemos aprender de otros cristianos, que todos cuentan con la asistencia del Espíritu Santo...
Estas semanas he estado revisando diversas obras de la literatura rusa de los dos últimos siglos. Tal vez diga algo obvio, pero el tremendo influjo que el comunismo tuvo en ese país me parece que está detrás de la desconfianza que parece todavía les profesamos, pero conviene recordar quienes son Tolstoy, Dostoievsky, Pushkin, Chejov, por no citar a los más recientes premios Nobel Pasternak y Solzhenitsyn, para darse cuenta que Europa debe mucho a Rusia, que la cultura occidental, y particularmente el cristianismo, debe mucho a la oriental, que la Iglesia necesita los dos pulmones para respirar bien, como decía San Juan Pablo II, el papa eslavo a quien podemos poner como intercesor del milagro de la unidad que todos ansiamos.
Frente a los pesimistas, conviene recordar que se han dado muchos pasos hacia la plena unidad de la Iglesia en las últimas décadas: conversaciones de Malinas, fundación del consejo ecuménico de las Iglesias, Monasterio de Chevetagne, comunidad de Taizé, la Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II, el encuentro de Pablo VI con el patriarca Atenágoras en Jerusalén, las visitas de Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco a países de mayoría ortodoxa... En el plano teológico, ha habido declaraciones conjuntas de católicos con ortodoxos, anglicanos y luteranos. Un rama de los armenios ha decidido volver a la Iglesia católica y muchos anglicanos han utilizado la vía del ordinarirato para reintegrarse en la Iglesia, ambos manteniendo sus tradiciones litúrgicas. Se reconoce que todos podemos aprender de otros cristianos, que todos cuentan con la asistencia del Espíritu Santo...
Estas semanas he estado revisando diversas obras de la literatura rusa de los dos últimos siglos. Tal vez diga algo obvio, pero el tremendo influjo que el comunismo tuvo en ese país me parece que está detrás de la desconfianza que parece todavía les profesamos, pero conviene recordar quienes son Tolstoy, Dostoievsky, Pushkin, Chejov, por no citar a los más recientes premios Nobel Pasternak y Solzhenitsyn, para darse cuenta que Europa debe mucho a Rusia, que la cultura occidental, y particularmente el cristianismo, debe mucho a la oriental, que la Iglesia necesita los dos pulmones para respirar bien, como decía San Juan Pablo II, el papa eslavo a quien podemos poner como intercesor del milagro de la unidad que todos ansiamos.
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