Concha Velasco y el aire fresco
El prejuicio político determina que sólo si los jóvenes militan en partidos de izquierda preludian la llegada de algo nuevo. En cambio, si se afilian a la Falange es como si se dejaran el bigote mosca. Escribo esto porque Concha Velasco apuntala en la edad media de los militantes de Podemos su criterio de que es una fuerza que invita a la esperanza, opinión que ha asombrado a quienes creían que en su mocedad la actriz merendaba con doña Carmen Polo.
Desde luego, si no tomaba té con pastas en el Pardo, lo merecía, pues nadie ha vendido mejor que ella el desarrollismo franquista, ese periodo de la dictadura que media entre la chica de la Cruz Roja y la chica yeyé. Mientras que Paco Martínez Soria representaba la socarrona placidez de la España Rural, Concha Velasco encarnaba la comedida modernidad de la mujer urbana tutelada por el régimen, que le permitía poner en su sitio a Tony Leblanc siempre que acabara casándose con él.
Ahora que Concha Velasco se casa con Podemos las redes sociales arden por considerar que es un matrimonio de conveniencia. No lo creo. Tiene currículo suficiente como para no esperar que Pablo Iglesias le ofrezca protagonizar una serie sobre la Pasionaria para La 2. Creo, más bien, que sintoniza con los chicos marxistas porque echa de menos a Manolo Gómez Bur, esto es, los viejos tiempos. Todos los hacemos, pero no se nos ocurre decirle al lobo que tiene una bonita sonrisa. Ella va aún más lejos: asegura que Podemos es aire fresco. En eso no le falta razón. Lástima que omita que procede de Siberia.
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