¿Y la pasta?

Creo que ya sabemos todos que el domingo celebramos el Día de la Iglesia Diocesana. Ese es mi día, porque yo soy Iglesia. Cristo me habla a través de su Iglesia, y me deja estar aquí como en mi casa. ¿Y cómo respondo yo? El jueves pasado, mientras desayunaba con varios compañeros de trabajo, vi el Alfa y Omega encima de la mesa, que precisamente trata en este número de cómo colaborar con la Iglesia diocesana. Como me es difícil hablar de Cristo en el trabajo, aproveché que el Señor me lo pueso a huevo para dar testimonio. Ya iban a reírse del periódico por ser católico, cuando lo cogí y he empecé a leerlo. La verdad es que no me preguntaron demasiado. Sólo si lo leo habitualmente, si me gusta, y la sempiterna pregunta de toda la vida: "¿Eres del Opus?". Yo no soy de la Obra, pero les defenderé siempre, porque son Iglesia igual que yo. Esta anécdota, aunque no lo parezca, tiene mucho que ver con el Día de la Iglesia Diocesana, porque como dice el cardenal Rouco en su Carta Apostólica, "un testigo que no participara en la vida de su Iglesia, no sería tal; no podría dar auténtico y creíble testimonio". Así que en esta jornada, acudiré a la eucaristía como cada domingo, y pediré fuerzas al Señor para dar testimonio de Él ante los hombres. Ante esos que tienden a la burla en cuanto ven algo que huela a católico, y de los que tantas veces nos escondemos los católicos. Ya está bien de vivir calentitos en nuestras sacristías. Ya está bien de que los obispos tengan que defendernos todo el santo día. ¿Cristo está conmigo? Entonces, qué miedo o prejuicios tengo. Y si no es el Señor de mi vida, ¿por qué me defino como católico? Estaré haciendo una religión a mi medida, imaginándome paranoias de que si los obispos tal, que si este sacerdote pascual, que si aquel que vi entrando en una Iglesia y tralará... Pero Cristo no estará en mí, ni yo en Él, porque ni estaré ni quiero estar dentro de su Iglesia. La Iglesia que Cristo instituyó, nuestra Iglesia; porque es ahí donde lo encontramos, no en las elucubraciones que unos cuantos tienden a elaborar. ¿Y la pasta? Me parece lo normal que cada mes me toque pagar mi casa, mi coche, mi comida... ¿Y la Iglesia, que me da de comer a Cristo cada día? Somos los responsables de mantenerla y de hacer que crezca cada día. Con testimonio, sí, pero también con el esfuerzo de nuestros bolsillos. Eduardo Palanca