Sentido y sufrimiento
Uno de los enigmas que más enfrentan la racionalidad human es la experiencia cotidiana del dolor del inocente, del sufrimiento de quienes nada han hecho para merecerlo. La muerte, la enfermedad, el fracaso, el abandono, confrontan nuestro afán de felicidad y hacen patentes nuestras limitaciones. Nuestro dominio de la tecnología, nuestro progreso aparentemente ilimitado, encuentra sus límites en el dolor que no podemos resolver. Un dolor que se amortigua con tranquilizantes pero que no se resuelve, por lo que sigue pendiente la respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo ese sufrimiento.
Pensaba en estas cosas al leer el libro que recientemente ha publicado D. Luis de Moya, sacerdote que lleva veinte años anclado a un cuerpo que no le responde. En un accidente de automovil perdió la movilidad de sus extremidades, pero no de su alma, que sigue muy activa. El sabe como nadie lo que significa el dolor continuado, el sufrimiento físico y espiritual. Nos cuenta sus reflexiones en "El sentido del dolor", un libro que recoge tres de sus escritos: un relato del accidente y de cómo adaptó su vida a sus nuevas condiciones; un texto maravilloso del Vía crucis, ilustrando con sus propias reflexiones la contemplación de las últimas escenas de la vida de Jesucristo, y una conferencia más teológica sobre el sentido último del sufrimiento.
Ante la contradicción, la enfermedad, la pérdida de seres queridos el alma se rebela. Esas experiencias han supuesto para muchas personas abandonar la fe, perder la confianza en Dios. Para otras muchas, han sido precisamente medio para afianzarla, para darse cuenta de modo mucho más profundo que los cristianos no adoramos a un Dios victorioso, triunfante, sino a un Dios que muere en un instrumento horrible de tortura. Lo importante no es lo que ocurre, sino por qué ocurre. Jesús muere como un criminal, pero no es un criminal, muere acogiendo en sí a todos los pecados de todos los seres humanos, muere por darnos la Vida. Encontrar el sentido último del dolor es muy complicado cuando no se tiene fe, aunque tampoco para quien la tiene la razón sea evidente, aunque no se llegue a explicar del todo, pero al menos permite "encajar las piezas". La razón del sacrificio no es fácil de entender, pero existe, ningún dolor es absurdo, ningún acontecimiento aleatorio. Por eso, el autor, que sabe muy bien lo que es aceptar lo que para la mayor parte de los seres humanos es inaceptable, e incluso encontrar alegría en esa situación, puede decir"...aunque el sufrimiento siempre cuesta, gracias a que soy capaz de sufrir, finalmente logro más de lo que pierdo"
Pensaba en estas cosas al leer el libro que recientemente ha publicado D. Luis de Moya, sacerdote que lleva veinte años anclado a un cuerpo que no le responde. En un accidente de automovil perdió la movilidad de sus extremidades, pero no de su alma, que sigue muy activa. El sabe como nadie lo que significa el dolor continuado, el sufrimiento físico y espiritual. Nos cuenta sus reflexiones en "El sentido del dolor", un libro que recoge tres de sus escritos: un relato del accidente y de cómo adaptó su vida a sus nuevas condiciones; un texto maravilloso del Vía crucis, ilustrando con sus propias reflexiones la contemplación de las últimas escenas de la vida de Jesucristo, y una conferencia más teológica sobre el sentido último del sufrimiento.
Ante la contradicción, la enfermedad, la pérdida de seres queridos el alma se rebela. Esas experiencias han supuesto para muchas personas abandonar la fe, perder la confianza en Dios. Para otras muchas, han sido precisamente medio para afianzarla, para darse cuenta de modo mucho más profundo que los cristianos no adoramos a un Dios victorioso, triunfante, sino a un Dios que muere en un instrumento horrible de tortura. Lo importante no es lo que ocurre, sino por qué ocurre. Jesús muere como un criminal, pero no es un criminal, muere acogiendo en sí a todos los pecados de todos los seres humanos, muere por darnos la Vida. Encontrar el sentido último del dolor es muy complicado cuando no se tiene fe, aunque tampoco para quien la tiene la razón sea evidente, aunque no se llegue a explicar del todo, pero al menos permite "encajar las piezas". La razón del sacrificio no es fácil de entender, pero existe, ningún dolor es absurdo, ningún acontecimiento aleatorio. Por eso, el autor, que sabe muy bien lo que es aceptar lo que para la mayor parte de los seres humanos es inaceptable, e incluso encontrar alegría en esa situación, puede decir"...aunque el sufrimiento siempre cuesta, gracias a que soy capaz de sufrir, finalmente logro más de lo que pierdo"
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