Viernes, 22 de noviembre de 2024

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De cuando tal día como hoy hace 31 años, pudo ser el del fin del mundo (el de verdad)

por En cuerpo y alma

 
 
            No me refiero esta vez a una más de las miles de fechas profetizadas a lo largo de la historia por los diversos lunáticos e iluminados que en el mundo han sido, no, sino a una que sin haber sido profetizada, a punto estuvo de verse hecha realidad.
 
            Ocurrió el 26 de septiembre de 1983, hace pues hoy treinta y un años, y algunos lo conocen con el poético nombre del “Incidente del Equinoccio de Otoño”, durante el cual, el mundo en general, y Europa en particular, se vieron al borde de una guerra nuclear que habría podido representar el fin de todas las cosas, si no el fin del mundo.
 
            Nos hallamos en los momentos más tensos de la Guerra Fría. De hecho, sólo tres semanas antes, el ejército soviético ha abatido un vuelo de pasajeros de la Korean Air Lines que se había introducido en su espacio aéreo, acabando con la vida de sus 269 pasajeros, entre los cuales el congresista norteamericano Larry McDonald. Todo comenzaba cuando a las 00.14 hora de Moscú, un satélite soviético alertaba de que un misil balístico intercontinental norteamericano había sido lanzado desde la base de Malmstrom, en Montana.
 
 

Stanislav Petrov

           Al mando del sistema se halla el Teniente Coronel Stanislav Petrov, que gracias a Dios, no descarta la hipótesis de un error y decide no reportar el incidente a la cadena de mando. Lo peor es que poco después, los ordenadores indican que cuatro misiles más se dirigen hacia la URSS.
 
            Petrov, conocedor sin duda de las deficiencias del sistema soviético de alerta temprana, sigue sin descartar la hipótesis del error, y sigue sin reportar el supuesto ataque. Decide esperar y al final, se descubre que se trata de una falsa alarma causada por reflejos de luz del sol en las nubes.
 
            Al ser preguntado por qué no había dado la alerta, el sensato militar soviético contestará con toda llaneza y sentido común: “Nadie empezaría una guerra nuclear con apenas cinco misiles”. Con su fina intuición, su sangre fría y su mucha sensatez, había evitado la hecatombe mundial. Los mismos que a él le costarán la expulsión del Ejército y largos años de incomprensión y de depresión. “En la URSS, a los jefes no les gustaba que sus subordinados fueran más listos que ellos”, afirmaría más tarde.
 
            La decisión de Petrov se mantuvo en secreto hasta que su historia salió a la luz en 1993. En 2004 la Asociación de Ciudadanos del Mundo le concede el “World Citizen Award”. En 2006 era la ONU la que lo homenajeaba, y en 2013 recibe el “Dresden Preis” en la ciudad alemana de Dresde, conocida por los salvajes bombardeos de los que fue objeto al final de la Segunda Guerra Mundial por los aliados, cuya necesidad militar se halla algo más que cuestionada.
 
            La hecatombe, que como ya he dicho, no había sido profetizada por nadie, se habría parecido mucho, sin embargo, a la descrita en aquella película fantástica que se llamó “Fail safe”, que en español se tradujo como “Punto límite”, basada en la novela homónima de Eugene Burdick y Harvey Wheeler, dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Henry Fonda. En su argumento, los Estados Unidos desencadenan por error un ataque nuclear contra la Unión Soviética, y para evitar la guerra total, el Presidente norteamericano tiene que aceptar una “represalia pactada”, consistente en dejarse bombardear por los soviéticos una ciudad norteamericana.
 
            Por si todo esto fuera poco, el incidente tiene lugar en fecha idéntica a aquella en la que en el año 1950, tropas de Naciones Unidas liberaban Seúl, la capital de la actual Corea del Sur, de manos de los norcoreanos comunistas, que la tenían en su poder tras haber traspasado el paralelo 38 unos meses antes, exactamente el 25 de junio, otro de esos momentos en los que el mundo se debatió en el estrecho umbral del precipicio de la guerra atómica.
 
            En fin, amigos, sin comentarios. Desearles, hoy más que nunca, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos, que uno apenas sabe el que vamos a poder realizar y recibir mañana. Aunque yo espero estar de nuevo por aquí, para seguir dándoles la matraca. Si Dios quiere.
 
 
            ©L.A.
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