Jesucristo, Marx y PODEMOS
Marxismo y violencia política
Todo comunista, o socialista, que haya leído a Marx -lo cual no podemos afirmar que sea hábito frecuente entre ellos-, sabe que éste tuvo la originalidad de poner a la violencia en el corazón del proceso revolucionario, vio en ella el instrumento exclusivo de la transformación de la sociedad. Un marxismo no basado en la violencia, un marxismo pacifista o pacífico, es un absurdo, no existe; volveremos sobre este asunto en concreto un poco más adelante.
La violencia es para el marxismo leninismo lo que el logos para los griegos, la ratio para los romanos o la caritas para los cristianos. Para Marx, el progreso y la perfección radican en la violencia que cada hombre desencadena sobre los otros, que no participan de su idea y su modelo social. Sólo es necesario conocer un poco la historia reciente del mundo para comprobar que todos los dirigentes comunistas alcanzaron el poder mediante la violencia y que sojuzgaron a naciones enteras durante décadas. Si alguien ha pisoteado la dignidad de los pueblos, como nunca antes en la historia, han sido los comunistas. Cualquier ciudadano de la Europa del Este con más de cuarenta años temblará al oír hablar del comunismo y de la Unión Soviética.
Sin embargo, actualmente, personas a las que supongo bienintencionadas se definen con un oxímoron: socialista y demócrata. El socialismo, lo dijo Marx y no yo, es la negación de la democracia liberal parlamentaria; el socialismo, lo dice la historia y no yo, es la negación absoluta de la libertad de los pueblos. Hoy tenemos un mejunje ideológico muy considerable, y estas personas bienintencionadas identifican socialismo con democracia, socialismo con libertad, socialismo con pacifismo y socialismo con cualquier idealismo que, según ellos, contribuya por la vía de la hermandad universal a la creación de un mundo mejor. Incluso los hay que vuelven a las antiguas ideas de Kropotkin y unen el viejo comunismo con el viejo anarquismo, adoptan un perro y “okupan” casas y cantan y bailan y fuman porros y todas esas cosas. Todo muy idealista. Todo ajeno por completo a Marx y a Lenin.
Buenos y malos
Los idealistas bienintencionados como muchos votantes de PODEMOS suelen ser maniqueos: ellos son los buenos y luego están los malos, que son todos los demás, a quienes bautizan como capitalistas, fascistas o carcas, según se tercie. Se trata de una visión simplista que suele matizarse con lecturas, con experiencia y con la expulsión de ciertos prejuicios. Los prejuicios impiden ver la realidad tal como es.
Y la realidad es que no se puede confundir el capitalismo con la propiedad privada. La realidad es que la Iglesia Católica, desde el Papa León XIII, que promulgó la Doctrina Social, a Juan Pablo II, ha condenado severamente los excesos del capitalismo. La realidad es que católicos como Chesterton y Belloc han condenado el capitalismo y han suscitado propuestas como el Distributismo, basadas en esa Doctrina Social y en el Principio de Subsidiariedad: el Estado no debe meter las narices donde la sociedad civil pueda hacerlo; esto es, por ejemplo: no tiene sentido disponer de hospitales y colegios públicos en barrios pudientes, porque los vecinos pueden pagarse los privados, y sí, en cambio, deben estar en barrios o pueblos pobres, donde los vecinos no tienen los medios para costearlos. Los impuestos deben destinarse a financiar esa actividad pública allí donde se necesite y no en otros lugares o menesteres que, de suyo, dependen de la buena o mala acogida de la población –por ejemplo, el cine, el teatro y toda subvención cultural-.
Hay muchos que, con razón, hablan de la avaricia que mueve el mundo. Hacen bien al incluir un pecado de idolatría en la argumentación porque, como dijo el mencionado Chesterton, y antes que él Donoso Cortés, si no hablamos de teología poco podremos hablar de política, muy poco. También hay quien se refiere a los mercaderes del templo y aquí se alude directamente a Jesucristo, lo cual sitúa las cosas en su justa medida.
El fariseísmo. Hispanoamérica como víctima
Jesucristo condenó, casi con violencia, dos cosas: el culto al dinero –“No podéis servir a Dios y al dinero”- y el fariseísmo. Tuvo para los fariseos de todos los tiempos palabras muy duras, porque el fariseísmo es un demonio obstinado que anida en el alma humana desde que ésta fue corrompida por el pecado -esa avaricia idólatra que domina el mundo, entre otros peores-. Hay, pues, fariseos de todos los colores: de izquierdas y de derechas, católicos y ateos, ricos y pobres. Una palabra modernita para el fariseísmo dicen que es el “postureo”. Viene a ser lo mismo ir a Misa por cumplir y luego tener amantes o esquilmar al obrero, que acudir a manifestaciones para defender a los más desfavorecidos tirando de iPhone y de zapatillas de marca. Viene a ser lo mismo tranquilizar la conciencia dando dinero a la Iglesia que tranquilizar la conciencia de nuevo rico burgués dando dinero a ONG’s y votando socialista. Acepto, en consecuencia, la crítica al fariseo, pero siendo bienintencionados, como los votantes de PODEMOS, espero que la extiendan a todos los fariseos.
En cuanto a Hispanoamérica –en América nunca se ha hablado latín, salvo en las iglesias antes del Concilio Vaticano II-, es un continente que ha sufrido todo tipo de vejaciones por parte de los protestantes yanquis y, antes, por parte de la élites criollas, masónicas todas, que, alentadas y financiadas por logias inglesas, norteamericanas y francesas, tramaron ese desastre que fueron las independencias nacionales. América fue feliz, próspera y católica con los españoles. El marxismo vino de la mano violenta de Fidel Castro –él sí es un buen comunista, un comunista ortodoxo- y, como sucedió en la Europa del Este, ha hecho más daño que bien a los pueblos de la zona. Esto me lo podrán discutir los marxistas idealistas de estos lares, pero los datos objetivos demuestran que las economías colectivizadas no funcionan tan eficazmente como las que se apoyan en el denostado capitalismo. Las cosas son así, qué le vamos a hacer. ¿Matar a los empresarios?
Y termino. Las votantes feministas de PODEMOS apoyarán la idea de un estado fuerte que las cuide y cuide de la prole ciudadana. A las mujeres, en general, les gusta lo del estado fuerte porque en su alma anidan el deseo y la necesidad de protección. Destrozado el matrimonio y prácticamente destrozada la familia gracias al feminismo radical, la mujer traslada ese deseo al estado; y su fidelidad, a la empresa o al partido. Las mujeres, también en general, suelen ser más fieles que los hombres y su fidelidad al estado, a la empresa o al partido es legendaria. Cuando llegan al poder son buenas estadistas porque, además, a toda mujer le gusta mandar. Si ese mando viene amparado por un buen aparato estatal, mejor que mejor.
En fin, una sola cosa tienen en común todos los neomarxistas, todas las neofeministas y todas las masonerías: el odio furibundo al catolicismo y a la Iglesia. Dios nos coja confesados...