Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Señor, ¿y por qué a mí no?

por Una Jarra de Barro

 Últimamente vengo observando en ciertos medios católicos que se está infiltrando una idea que no corresponde a nuestra fe y doctrina. Se trata de lo que se conoce en teología como teoría de la retribución.

Este concepto, que aparece en algunas ocasiones en el judaísmo y también en otras religiones, consideraba que la conducta de una persona era retribuida por Dios en esta propia vida, de manera que si un hombre tenía salud, bienestar o una situación acomodada era porque se trataba de una persona justa y piadosa a la que Dios recompensaba, pero si tenía pobreza, enfermedad o sufría cualquier tipo de desgracia era por el pago a su conducta impía.

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Esta teoría se veía rechazada en la práctica, muchos impíos pueden gozar de bienestar y muchos justos pueden sufrir desgracias de todo tipo. El hombre piadoso no está libre de la enfermedad o de la muerte, por ejemplo. Pero además de la propia práctica, esta teoría estaba rechazada en la misma Biblia. Un buen ejemplo es el libro de Job, en especial en la segunda parte, cuando sus amigos hablan con él para tratar de averiguar qué mala conducta podía haber ocasionado su desgracia sin hallar nada que lo justifique.

Pero sobre todo es el mismo Jesucristo quien la rechaza. Conocido es el pasaje del ciego de nacimiento en el que le preguntan si el pecado lo cometió él o sus padres. Es decir, si ya ha nacido así no habría tenido oportunidad de pecar antes, y si el pecado era de sus padres habría que ver qué tipo de retribución aplicaba Dios que castigaba en el hijo la conducta de los padres. Y la respuesta del Señor es clara: "Ni pecó él ni pecaron sus padres", es decir, la desgracia de la ceguera no es por tanto una consecuencia de ninguna conducta impía, "si no que todo sucede para la gloria de Dios".

Esta es la auténtica clave, todo sucede para la gloria de Dios. Los acontecimientos de alegría nos invitan a ser agradecidos, los de sufrimiento a ser humildes y solidarios ante el sufrimiento del otro, a vivir en la dimensión de la cruz para, tal como dice nuestro Señor, ser sus discípulos y seguirle.

Recuerdo la experiencia de un hombre justo al que en una ocasión le diagnosticaron una grave enfermedad. Su reacción fue volverse a Dios y decirle "¿Señor, y por qué a mí no?". Esta frase, al revés de la lógica esperada, implicaba una gran fe y humildad. ¿Quién soy yo para que las desgracias sucedan a otros y no a mí?. Como dice Jesús en el sermón de la montaña, Dios hace salir el sol sobre justos e injustos y manda la lluvia también sobre los pecadores.

Por eso cuando veamos a un hermano o incluso a un pueblo entero en desgracia, que el demonio nos nos lleve a juzgarlo pensando que es el pago a su mala conducta, porque estaremos incurriendo en un grave error, si no que lo veamos como un acontecimiento para la gloria de Dios, esto es ¿qué puedo hacer yo por el otro?, si hay un fallecimiento, rezar para que Dios lo acoja en la eternidad o si hay una necesidad, que yo sea las manos de Dios que lo socorra. Pues algo peor que la desgracia material no es una desgracia material aún mayor, si no un vacío existencial o una posible condenación.

Podemos recordar la lectura de los asesinados en el templo o los aplastados por la torre de Siloé a lo que Jesús dirá -¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis lo mismo- Nadie puede afirmar por tanto que una persona que ha sufrido una desgracia (la muerte violenta, un accidente, una catástrofe natural...) está pagando por sus pecados.

¿Significa esto que da igual pecar que no, llevar una vida justa que ser un desalmado?. Evidentemente no, si yo peco con el dinero o el sexo me estoy destruyendo y eso me traerá sus consecuencias, pero no puedo revertir el razonamiento, es decir, puedo quedarme en el paro o que se muera mi esposa sin haber hecho nada que lo justifique. Muchas personas buenas que sufren desgracias, matrimonios de conducta intachable ven morir un hijo ¿Dios los ha castigado por ello? ¿fue una consecuencia de un pecado que no cometieron? Es claro que no.

Según el razonamiento lógico, si a causa b, significa que cuando aparece a se da b, pero no tiene por qué darse a la inversa, que siempre que aparezca b se dará a. Supongamos que un terremoto destruye la Iglesia del pueblo pero el prostíbulo queda en pie ¿cual es la relación?.

Las desgracias suceden a quienes rechazan a Dios y a los santos, cada uno en su vida tiene acontecimientos de bendición y también grandes sufrimientos. ¿Es un castigo de Dios? ¿sólo amamos a Dios por que nos va bien en la vida?.

El juicio de Dios ya se ha cumplido y la condena sobre los pecados ya ha sido pagada por Jesucristo. Este es el sentido de la felix culpa que proclamó San Agustín, los pecados de los hombres han sido pagados por el Hijo. El hombre tiene la libertad de aceptar este perdón y vivir conforme a la voluntad de Dios o rechazarlo con todas sus consecuencias.

Completamos lo que falta a la pasión de Cristo no por que necesite un latigazo o un escupitajo más, si no por que la hacemos presente en cada generación, en cada una de nuestras vidas. ¿Hay algún mortal que piense que la redención de Jesús es incompleta? Sólo es una pregunta retórica.

 

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