Viernes, 15 de noviembre de 2024

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Nueva Evangelización. Un desafío lleno de dones

Nueva Evangelización. (VI) Primera Estrategia

Nueva Evangelización. (VI) Primera Estrategia
Primera Estrategia

por La divina proporción

En las cinco publicaciones anteriores hicimos un repaso de la conferencia que el Card Ratzinger dedicó a la Nueva Evangelización en el año 2000. Han pasado veintidós años, pero las ideas e indicaciones que ofrece, son actuales y conviene tenerlas en cuenta antes de dar el primer paso en la evangelización. 

Por otra parte, es interesante dejar claro a lo qué nos referimos al hablar de estrategia: “procedimiento a través del cual se toman las decisiones en un escenario determinado con el objetivo de conseguir uno o varios objetivos”. Por lo tanto, al hablar de estrategia, hablamos de decisiones, escenario y objetivos. La estrategia no es algo estático, por lo que podemos hablar de fases dentro de cualquier estrategia que propongamos. La primera fase es la que permite empezar a dar los primeros pasos. Los pasos que deben servir de cimiento a los que demos a continuación.

Para desarrollar las estrategias, vamos a utilizar el Instrumentum Laboris de la XIII Asamblea ordinaria del Sínodo de Obispos, 2012. Este texto se centra en la Nueva Evangelización, dándonos indicaciones claras y pertinentes.

La nueva evangelización debería tratar de orientar la libertad de las personas, hombres y mujeres, hacia Dios, fuente de la verdad, de la bondad y de la belleza. La renovación de la fe debería hacer superar los mencionados obstáculos que se oponen a una vida cristiana auténtica, según la voluntad de Dios, expresada en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (cf. Mc 12,33)”. (INSTRUMENTUM LABORIS. XIII  Asamblea ordinaria del Sínodo de Obispos, 2012, 69)

En este párrafo se indica el objetivo de la Nueva Evangelización: “orientar la libertad de las personas, hombres y mujeres, hacia Dios”. El Instrumentum Laboris habla también del escenario. Lo hace señalando una serie de obstáculos. Estos objetivos se encuentran dentro del mismo punto 69. Los indicamos de forma directa a continuación:

  1. Alejamiento de numerosos fieles de la práctica de la vida cristiana – un verdadera “apostasía silenciosa”
  2. Debilitamiento de la fe de los creyentes
  3. Falta de la participación personal y experiencial en la transmisión de la fe
  4. Insuficiente acompañamiento espiritual de los fieles a lo largo del proceso de formación, intelectual y profesional.
  5. Excesiva burocratización de las estructuras eclesiales
  6. Testimonio contrario de algunos de sus miembros (infidelidad a la vocación, escándalos, poca sensibilidad por los problemas del hombre contemporáneo y del mundo actual).

Analizando el objetivo y el escenario, podremos empezar a pensar y proponer las acciones o decisiones que debemos tomar.

Estos obstáculos son complejos de abordar. Actúan como agentes que “vacunan” a la sociedad frente al Kerigma. Una “vacuna” muy eficaz, dado que los medios de comunicación las inoculan constantemente y de forma profunda. Las personas somos educadas para temer y rechazar el anuncio del Evangelio. Pero no debemos temer. Sin duda hay muchas cosas imposibles para nosotros, pero «…no para Dios. Dios lo puede todo» (Mt 19, 26). Una de las realidades que desconcierta a la “vacuna” es que el testimonio provenga de los laicos. Por eso indica que:

A los fieles laicos corresponde, en particular, demostrar con el propio testimonio que la fe cristiana constituye una respuesta a los problemas existenciales que la vida pone en cada tiempo y en cada cultura, y que, por lo tanto, la fe interesa a cada hombre, aunque sea agnóstico o no creyente. Esto será posible si se superará la fractura entre Evangelio y vida, recomponiendo en la cotidiana actividad – en la familia, en el trabajo y en la sociedad – la unidad de una vida que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud”. (INSTRUMENTUM LABORIS. XIII  Asamblea ordinaria del Sínodo de Obispos, 2012, 118)

La realidad es que los fieles laicos hemos sido educados, dentro de la Iglesia, para ser elementos pasivos y temerosos de aceptar responsabilidades eclesiales. No me cabe duda que la Nueva Evangelización implica actividades, acciones o decisiones, que sobrepasan las capacidades de la inmensa mayoría de nosotros. Esto no es sencillo ni rápido de cambiar. Los laicos deberíamos ser la punta de flecha de cualquier acción evangelizadora, pero simplemente no nos atrevemos.

La primera estrategia es sencilla de exponer, pero muy compleja de llevar adelante: dar testimonio de nuestra vida y de lo que significa que Cristo sea Camino, Verdad y Vida. No se trata de impartir teología, sino de comunicar, transmitir, lanzar, la semilla que deberíamos llevar todos dentro de nosotros.

Puede ser que vivamos la fe únicamente a nivel cultural y costumbrista. Entonces, empecemos por reconocer que necesitamos ser evangelizados y solicitemos que se atienda esta necesidad. La Nueva Evangelización debería iniciarse dentro de la propia Iglesia, parroquia, grupo, e ir dando pasos hacia afuera de forma totalmente natural. Si hablo de Dios con mi vida, ya estoy evangelizando, pero nos parece que no tenemos capacidad de hacerlo. Para superar este primer problema, es imprescindible la existencia de una verdadera comunidad. Las parroquias, grupos, movimientos son comunidades vivas o deberían serlo. Tomando los obstáculos enunciados, podemos desarrollar una primera estrategia evangelizadora. Lo que podemos indicar como estrategia de Nueva Evangelización interna:

  • Alejamiento de numerosos fieles de la práctica de la vida cristiana. ¿Qué podemos hacer? Revitalicemos la presencia de los fieles, dejemos que tengamos voz y que nos conozcamos unos a otros. Valoremos cada carisma que se aporte y demos gracias a Dios por ello. Todos los fieles podemos aportar algo y ese “algo” es siempre valioso.
  • Debilitamiento de la fe de los creyentes. ¿Es tan difícil que intercambiemos, dentro de la comunidad, entendimiento y experiencias de fe entre nosotros? Hacerlo de forma que todos tengamos espacio, por lo que las formalidades y estéticas deben verse como potencialidades y no como líneas que nos separan. La fe, como confianza en Dios, necesita compartirse o desaparecerá. Esto se puede ver claramente en el siguiente obstáculo:
  • Falta de la participación personal y experiencial en la transmisión de la fe. Es necesario participar, compartir y apoyarnos unos a otros. Apoyarnos de forma espiritual y material. ¿En qué momento nuestra comunidad nos pide que hablemos de lo que significa la fe para cada uno de nosotros? Rara vez se hace y nosotros mismos, somos reacios a hacerlo. Tememos que nos señalen por ser un bando u otro y que nos aíslen. Esto debería cambiar. Si no compartimos la fe dentro de la comunidad ¿Cómo vamos a lanzar la semilla fuera de ella? El siguiente obstáculo enlaza perfectamente con esto.
  • Insuficiente acompañamiento espiritual de los fieles a lo largo del proceso de formación, intelectual y profesional. El acompañamiento espiritual es actualmente un serio problema. Dentro de la Iglesia hay decenas de espiritualidades que necesitan un acompañamiento adecuado. Cada carisma tiene asociado una o varias espiritualidades. ¿Cómo atender tanta diversidad de forma coherente? Indudablemente habrá que disponernos a apoyar personalmente y conformar grupos abiertos a estas espiritualidades.
  • Excesiva burocratización de las estructuras eclesiales. La realidad de la comunidad no necesita burocracia o normativas a cumplir. Podemos reunirnos y vivir la fe unidos, sin crear plannings, escribir constituciones, desarrollar estatutos, crear asociaciones, etc. ¿A qué esperamos? Se trata de conocernos, compartir la fe que nos da sentido y empezar a apreciarnos unos a otros.
  • Testimonio contrario de algunos de los miembros de la Iglesia. Dejemos por el momento a los árboles que caen al suelo. Son los que suenan y llaman la atención, pero son pocos. Centremos nuestra vida en Cristo. Quizás podamos ayudar a algunos de estos miembros a recobrar el camino que han perdido.

Una vez exista y vivamos, una comunidad sólida, que nos apoye y nos ayude a crecer espiritualmente, podremos empezar a dar testimonio al exterior. Un testimonio que debe adecuarse al método que vimos en anteriores publicaciones. Si no disponemos de una comunidad así, podemos buscar apoyo en las redes, pero siempre con cuidado. No dejemos de orar para que Dios nos conduzca a la comunidad donde Él quiere que vivamos nuestra fe de forma viva.

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