Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Matrimonios para siempre

por Argumentos para el s. XXI

Hace unos años, cuando se estaba discutiendo en nuestro país la conveniencia de autorizar el matrimonio entre homosexuales, lei en la prensa un comentario de uno de sus fervientes partidarios, que se iniciaba más o menos así: "Al igual que ya nadie en España discute sobre la conveniencia del divorcio...". Como occurre frecuentemente entre los fervientes partidarios de algo, tienden a menospreciar o directamente a ignorar a las personas que piensan de otro modo. Siento disentir de ese sesudo comentarista, pero a mi me parece que somos muchos los que pensamos que extender la cultura del divorcio ha tenido efectos devastadores, no sólo en la estabilidad familiar -que salta a la vista- sino también en otros muchos aspectos sociales, desde la educación (en términos generales, los niños que conviven con su padre y su madre tienen mejores rendimientos que con uno solo) hasta la vivienda (dos casas por cónyuge en lugar de una por matrimonio), o el desequilibrio económico de quienes tienen que mantener dos familias en lugar de una.
Me venía esto a la cabeza esta mañana cuando en Misa hemos escuchado el Evangelio del día. Corresponde a uno de los pasajes en el que Jesús declara con toda nitidez que el matrimonio cristiano es uno e indisoluble. Los judíos del siglo I - como los de ahora- están divididos en varias corrientes que interpretan de manera más o menos estricta los preceptos de la ley mosaica. En este caso preguntan a Jesús si repudiar a la propia mujer requería razones muy estrictas o podía hacerse con mayor liberalidad: -"Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: "¿Puede el marido repudiar a la mujer?". El les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?". Ellos le dijeron: "Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla." Jesús les dijo: "Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación,  El los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino  una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre" (Marcos 10: 2-9) . Así de sencillo, como suele relatar las cosas San Marcos, el más parco de los evangelistas.
Recordar este texto  puede ahora parecer antidiluviano, pero no: es simplemente cristiano; es lo que Jesús quería para el matrimonio. ¿Puede la Iglesia cambiar esto? Me temo que no, o traicionaría a su Fundador. ¿Puede interpretarse de modo más liviano? Las palabras de Jesús dan poca esperanza para los "interpretadores" que acaban sacando de una frase significados contradictorios. Por si alguno tenía dudas, basta que siga leyendo el mismo capítulo de San Marcos, pues parece que a los apóstoles también les pareció Jesús muy estricto y quisieron confirmar si realmente así era: "Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. El les dijo: "Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio" (Marcos 10: 1012). En fin, la cosa es bastante evidente, pues Jesús habla con toda nitidez. Algún avispado siempre puede indicar: "Ya, pero en el Evangelio de San Mateo se establecer una condición, ya que Jesús afirma: "Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio" (Mateo 5: 32). Esto daría pie a pensar que en caso de fornicación sí que puede uno divorciarse. Tanto Marcos como Lucas no incluyen esta condición, por lo que los primeros cristianos unanimemente entendieron que a lo que Jesús se refería no era a que el divorcio se justificaría cuando uno de los dos cónyuges cometiera adulterio, sino más bien que la separación solo era posible cuando en realidad no existía un verdadero matrimonio, sino más bien fornicación; esto es, cuando se convive maritalmente con quien no es un cónyuge auténtico. En consecuencia, Jesús no estableció condiciones para el divorcio, sino para el matrimonio.
En éste, como en en otros muchos casos, se da una "solución" cristiana a una cuestión social que no es exclusiva de cristianos, pero que lleva consigo una forma excelsa de llevar a término lo que naturalmente significa. Dicho de otra forma, el matrimonio uno e indisoluble no sólo no es exclusivo del cristianismo (pueden vivirlo muchas otras personas), sino que además es deseable socialmente, pues es la forma de convivencia que proporciona más felicidad para las personas (cuando se vive plenamente), además de reportar los mayores beneficios sociales, por lo que desde tiempo inmemorial se ha protegido juridicamente. No hace falta ser cristiano para valorar la importancia del matrimonio: ya lo hacían también la Roma clásica o la China imperial. El carácter peculiar, la novedad cristiana de esta institución natural es que se base en un amor auténtico entre los cónyuges, un amor basado en mucho más que la atracción, un amor que -como nos pedía San Pablo- sea paciente, generoso, servicial, humilde, comprensivo, alegre.... en definitiva, un amor enraizado en el amor a Dios.
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