La Cruz siempre es redentora
En el árbol de la Cruz floreció el mejor fruto: ¡Cristo salvando! La Cruz es el mejor árbol, árbol de la vida, que repara aquel árbol del bien y del mal que trajo la ruina al hombre.
La fe de la Iglesia cantó a este árbol de la Cruz bendito y glorioso que nos trajo la salvación; "el árbol de la cruz en que estuvo clavada la salvación del mundo". Es el himno Crux fidelis:
¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
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Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.
¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!
Cantemos la nobleza de esta guerra,
el triunfo de la sangre y del madero;
y un Redentor, que en trance de Cordero,
sacrificado en cruz, salvó la tierra.
Dolido mi Señor por el fracaso
de Adán, que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló, de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
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Tú solo entre los árboles, crecido
para tender a Cristo en tu regazo,
tú el arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
para tender a Cristo en tu regazo,
tú el arca que nos salva, tú el abrazo
de Dios con los verdugos del Ungido.
En la cruz de Cristo se encuentra incluida nuestra propia cruz, o nuestras diversas cruces, y sólo en la medida en que estén incluidas en la cruz del Señor, contendrán algún bien para nosotros y para los demás. Es el misterio del dolor y del sufrimiento iluminados y transformados por el sufrimiento del Salvador: hay una fuerza oculta en el sufrimiento que es un misterio del bien, una semilla de redención. Es necedad para el mundo y locura, y sin embargo, es fuerza de Dios y sabiduría de Dios porque por el sufrimiento cargado y asumido por el Cordero ha venido la redención.
"Pidámosle poder comprender lo que Él pretende decirnos mediante el sufrimiento. A través del sufrimiento Dios nos habla, nos instruye, nos guía. Nos salva. ¡Oh, qué importante es comprender estas cosas! Ciertamente es algo que va más alla de nuestras capacidades humanas, de las leyes de nuestra psicología. Es una sabiduría superior, que no aniquila la humana, sino que la enriquece, superándola y acogiendo la "lógica" del pensamiento de Dios. Dichosos nosotros si sabemos ver la bondad de Dios incluso en el momento en el que nos manda la prueba. ¿Qué nos enseña Jesús? Precisamente esto: a confiar siempre en el Padre, aun en el momento de la cruz. Si el Padre manda la cruz existe un porqué. Y puesto que el Padre es bueno, ello no puede ser más que para nuestro bien" (Juan Pablo II, Audiencia general, 30-marzo1988).
En este misterio, el sufrimiento es un lenguaje divino y a la vez un instrumento de salvación; la condición para que así sea es que se una al sufrimiento del Redentor y se viva con amor.
"Esta inmolación [de Cristo] encierra una gran enseñanza para todos nosotros, pues nos muestra que el amor alcanza su culmen mediante el sufrimiento. Dado que Cristo ha querido asociarnos a su misión redentora, estamos llamados también nosotros a compartir su cruz. Los sufrimientos, que no faltan en nuestra vida, están destinados a unirse al único sacrificio de Cristo" (Juan Pablo II, Audiencia general, 11-abril1990).
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