Quien reza cantando paga dos veces
En teoría hablamos en la Iglesia de buscar a Dios en la belleza y en el arte o de buscar nuevos cauces para el anuncio de la Buena Nueva a través de la música. Pero en lo que se refiere al ámbito de la música católica contemporánea (MCC) muchas veces se queda en la teoría y poco más.
Es cierto que cada vez más aparecen parroquias e instituciones de la Iglesia que organizan veladas musicales o actuaciones incluso en el mismo templo (haciéndolo con el debido respeto es un sitio tan propicio o más que otro cualquiera) pero no deja de ser algo minoritario, anecdótico o meramente decorativo en muchos casos y para la gran mayoría sigue siendo algo extraño.
Muy lejos estamos en este aspecto de los hermanos separados de las congregaciones protestantes, que apoyan con fuerza la alabanza al Señor a través de todo tipo de música e incluso en numerosas ocasiones hasta sostienen económicamente a sus músicos para que se dediquen en exclusividad a este ministerio. En la Iglesia católica podríamos contar con los dedos de las manos (y a lo mejor con los dedos de una sola) los artistas y grupos que en todo el mundo viven en exclusiva de la venta de sus discos o del caché de sus actuaciones. La inmensa mayoría tienen que compaginar su actividad musical con la de cualquier otro oficio que le procure el sustento para sí y para su familia.
Naturalmente no creo que fuera ni bueno ni factible adoptar el modelo protestante, pero sí que sería conveniente que de algún modo se reconociese, aunque fuese tan solo un poco, la actividad de los músicos católicos.
Podríamos poner algún ejemplo de lo que ocurre en sentido contrario: como preparación para la JMJ de Madrid 2011 se realizaron la semana anterior por todas las diócesis españolas una serie de eventos que se bautizaron como “Días en las Diócesis”. En una de ellas se organizaron diversos encuentros con el obispo del lugar, Eucaristías, veladas de oración, procesiones... y también una serie de actuaciones musicales en las que participaron cerca de una decena de solistas y grupos de MCC en diversas localidades, algo que en principio era para congratularse, y a las que asistieron miles de personas, tanto peregrinos de fuera como gentes del lugar.
Pasados unos meses el arzobispado editó un libro maravillosamente ilustrado para recoger “todos” los actos de las jornadas con fotografías de gran calidad, textos íntegros de las homilías del obispo... y ni una sola foto ni una sola mención a ninguno de los músicos que desinteresadamente actuaron aquellos días.
En otra ocasión me llegó una invitación para ir a actuar con mi grupo, Hijos De Coré, en los actos de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro 2013 como ya lo hicimos en la anterior de Madrid. Qué honor y que gran noticia, ¿verdad?... pues que quieres que te diga...
El planteamiento de la JMJ de Madrid con respecto a los que fuimos a actuar fue realmente curioso. En teoría impecable (nunca mejor dicho): las actuaciones musicales deben ser gratuitas, no pueden suponer un quebranto económico para la diócesis que organiza el evento y deben estar enmarcadas en el mismo espíritu de la peregrinación, “de peregrinos para peregrinos”.
Pero los problemas surgían a la hora de ponerlos en práctica: los grupos que actuasen no recibirían ninguna cantidad económica por ello (estamos acostumbrados, no hay problema), debían pagarse su desplazamiento, estancia y manutención de su bolsillo (ay), pagar su cuota como peregrinos (ayayay) y pagar la parte correspondiente de la tarifa de la empresa que monta la iluminación y el sonido (hasta aquí hemos llegado). Es decir, no solamente debíamos renunciar a percibir ninguna remuneración por actuar, si no que ir a tocar por una invitación de la Iglesia nos suponía pagar una cantidad astronómica.
Cuando hace uno un servicio de forma desinteresada ya sabe que no va a percibir un euro, pero espera que al menos no tenga que ponerlo. Más en una actividad como la música en la que previamente ya has tenido que hacer un gasto importante en la compra de instrumentos y equipo para poderla llevar a cabo.
Finalmente fuimos a actuar a Madrid en la JMJ. Tras muchos intercambios de emails en los que explicamos nuestra situación llegamos a un acuerdo con la organización por la cual aportábamos una cantidad concreta asumible y tuvimos que ir a tocar y volver el mismo día con nuestros bocadillos y nuestras bebidas en nevera de camping como cualquier excursionista dominguero, pues poco más nos podíamos permitir. Damos gracias a Dios.
El planteamiento que nos llegó de los organizadores de la JMJ de Brasil fue muy similar, en ocasiones utilizando frases calcadas de las circulares que usaron los de Madrid. La única diferencia a priori es que no pidieron que pagasemos las luces y el sonido (ellos proporcionaban un montaje “básico”) pero al igual que en la anterior debíamos pagar el desplazamiento (en avión), la facturación de los instrumentos (hay que llevárselos), la manutención y la estancia y, cómo no, la cuota de inscripción como peregrino. Total, que solo de pensar por encima lo que nos podría subir la aventura de Valencia a Brasil me entraban unos mareos...
Tras exponerles los motivos de la imposibilidad de asumirlos me contestaron muy amablemente que todos los actos debían tener carácter gratuito y que en un evento como este hay tantos que no sería posible asumir su coste. Claro que en la práctica volvemos a pinchar, porque por muy gratuito que sea el acto a la empresa de espectáculos le pagarás por su trabajo, es lo justo, y no se te ocurrirá decirles que lo hagan gratis y que además paguen la cuota de peregrino, ¿por qué entonces a los que montan el escenario no y a los que se suben a él sí?.
Por otro se te ocurre preguntarte si en vez de hacer cientos de actos no deberían hacerse solamente “los que se pudieran asumir” en base a los patrocinios conseguidos y te queda la tristeza de que al final la gente que vaya a actuar no será la que quiera la organización, la que mejor encaje con el evento o la que simplemente sea conforme al Magisterio, si no únicamente la que pueda permitírselo (y me consta que algunos lo hicieron con un gran esfuerzo).
Que nadie entienda en mis palabras una crítica a los miles de voluntarios y organizadores de la JMJ y de cualquier otro evento eclesial, que me consta que se dejan cientos de horas y de ilusión en hacer las cosas de la mejor forma posible y en un espíritu de servicio digno de admirar. Sólo he querido mostrar como, por muy honestos y bienintencionados que sean los planteamientos, en ocasiones a la hora de llevarlos a la práctica suponen un grave inconveniente para la gente de la MCC, algo que creo que debería ser motivo de reflexión.
Sea como sea, damos gracias a Dios por que nos permite alabarle y bendecirle con la música que nos gusta aunque sea en foros más modestos.