Jueves, 21 de noviembre de 2024

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«El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán»

REFLEXIÓN DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

por La alegría de la Buena Noticia

«Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.»

Queridos hermanos:

Estamos ante el domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. La primera palabra es del profeta Daniel ¿qué dice la palabra? Dice que “por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro”. La Palabra nos invita a escrutar las Escrituras, porque ellas tienen vida y todos aquellos que estén muertos, es decir, duermen en el polvo, despertarán, unos para la vida eterna y otros para una ignominia perpetua. Hermanos, vendrá un juicio, invoquemos al Arcángel Miguel que viene en ayuda nuestra para destruir nuestros pecados y los que escruten la Palabra, hagan la Lectio Divina, lean la Palabra de Dios, experimentarán la eternidad.

Por eso respondemos con el Salmo 15: “Protégeme Dios mío, que me refugio en ti”. El Señor es la mejor herencia que tiene el hombre, “el lote de mi heredad”. “Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena”. Por eso el que invoque al Arcángel Miguel experimentará vida eterna por mandato del Señor, porque nos enseñará el camino de la vida, no dejará a su fiel conocer la corrupción y nos dará una alegría perpetua.
La segunda palabra es de la Carta a los Hebreos: “Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.” Jesús ha venido a borrar nuestros pecados, no se acuerda de ellos. Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio. Él se ofreció por todos nuestros pecados y dónde hay perdón no hay ofrenda, porque el perdón, hermanos, es un don. Dios nos ofrece el perdón. “Pasó lo viejo, todo es nuevo”, dirá San Pablo en otro texto.

El Evangelio dice que Jesús dijo a sus discípulos: “En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán”. Es lo que estamos viendo con la pandemia y con la política a nivel mundial. “Entonces verán venir al Hijo del Hombre, Jesús de Nazaret, que viene con poder y majestad, para ayudar en medio de la tribulación y los sufrimientos, para reunir a los elegidos de los cuatro vientos”, es decir que Dios nos envía a Jesús para experimentar la salvación; aprended lo que nos enseña de la higuera: “cuando veis una higuera y las ramas se tornan tiernas y tiene brotes, sabéis que el verano está cerca, pues cuando veáis vosotros que sucede todo esto, sabed que Él está cerca”. El Señor está muy cerca. Os aseguro dice el Señor, el cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras, no pasarán El Señor nos invita escrutar su Palabra y ver cómo se cumple en nuestra vida y nos da sabiduría. La Palabra nos invita también a tener sabiduría, por eso hermanos, leamos la Palabra y tendremos paz, sabiduría; y nos permitirá reconocer nuestros pecados y experimentar el don de perdonar, es decir, de entrar en comunión con el otro. El Señor que quiere que seamos felices y le busquemos a Él, nos está invitando hoy a esta reconciliarnos. Escuchemos la Palabra y pongámosla en práctica; y experimentaremos la Vida Eterna. Pues bien, hermanos, que este espíritu del perdón y misericordia habite en medio de nosotros y también en nuestras familias y nos de la gracia para poder transmitir gratis la gran sabiduría, que es experimentar el perdón. Esto es lo que te ofrece la Iglesia. Acudamos a las parroquias, a los templos para que nos orienten y podamos recibir gratuitamente este don del Señor.

Que el Señor los bendiga con su paz a vosotros y aquellos que están cerca.

+ Con mi bendición.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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