Una mirada que redime: Cristo y la adúltera
La Escuela de Arte Cristiano de Alcalá de Henares invitó recientemente a la profesora italiana Rita Randolfi, historiadora del arte, a una Jornada de Arte y Fe.
Compartimos, desde este blog, la reflexión que la profesora Randolfi ofreció sobre dos obras del pintor Mattia Preti que escenifican el encuentro entre Jesús y la adúltera.
La primera imagen se encuentra en L´Aquila, en el Museo Nazionale d´Abruzzo.
La segunda, en la Galería del Palacio Abbatellis, en Palermo.
El Evangelio narra diversos encuentros de Jesús con mujeres. Además del encuentro con la adúltera, Jesús se encontró con la samaritana, con María Magdalena, con la hemorroísa, con la cananea... Él fue el primero que las miró de una manera tal que cambió sus vidas. Ni una sola de ellas, después del encuentro con Jesús, volvió a ser la misma. María Magdalena abandonó su antigua vida y le siguió hasta los pies de la cruz. La samaritana corrió hacia sus vecinos afirmando que había conocido al Mesías y que le había dicho todo lo que había hecho. La adúltera fue invitada a no pecar más.
¡Qué modo de llamar, de mirar, tendría Jesús, de entablar una relación íntima con cada persona, con un conocimiento del corazón del hombre o la mujer que tenía delante tal que la persona ya no volvía a ser la misma! Pensemos en nosotros mismos, en nuestro propio camino de búsqueda y conversión, lo que ha supuesto en nuestras vidas el encuentro con Cristo... los problemas no han desaparecido, la vida sigue empujándonos a decisiones difíciles, pero al vivir todo con el don de la fe que Dios nos ha concedido, la experiencia y el juicio sobre la experiencia son distintos. Cuando nos hundimos podemos alzar la mirada porque somos conscientes de que todo empieza con Él y todo lleva a Él y que si por el camino nos olvidamos, sólo tenemos que volver al origen, a ese primer encuentro histórico, para volver de nuevo a una intimidad con Él.
He aquí el texto de la profesora Rita Randolfi:
En el cuadro de Palacio Abbatellis el sumo sacerdote no mira a la mujer, está más bien interesado en la sentencia de Jesús. Jesús no facilita que la adúltera se encuentre con él inmediatamente. En el cuadro conservado en L’Aquila Jesús está triste, sufre, escribe en el suelo. Al final, ante la insistencia del escriba, dirige una mirada, un movimiento de infinita ternura hacia esta mujer. Debe liberarla de la mano de los asesinos. Siente que tiene que volver a entregarla a sí misma.
elrostrodelresucitado@gmail.com
Compartimos, desde este blog, la reflexión que la profesora Randolfi ofreció sobre dos obras del pintor Mattia Preti que escenifican el encuentro entre Jesús y la adúltera.
La primera imagen se encuentra en L´Aquila, en el Museo Nazionale d´Abruzzo.
La segunda, en la Galería del Palacio Abbatellis, en Palermo.
El Evangelio narra diversos encuentros de Jesús con mujeres. Además del encuentro con la adúltera, Jesús se encontró con la samaritana, con María Magdalena, con la hemorroísa, con la cananea... Él fue el primero que las miró de una manera tal que cambió sus vidas. Ni una sola de ellas, después del encuentro con Jesús, volvió a ser la misma. María Magdalena abandonó su antigua vida y le siguió hasta los pies de la cruz. La samaritana corrió hacia sus vecinos afirmando que había conocido al Mesías y que le había dicho todo lo que había hecho. La adúltera fue invitada a no pecar más.
¡Qué modo de llamar, de mirar, tendría Jesús, de entablar una relación íntima con cada persona, con un conocimiento del corazón del hombre o la mujer que tenía delante tal que la persona ya no volvía a ser la misma! Pensemos en nosotros mismos, en nuestro propio camino de búsqueda y conversión, lo que ha supuesto en nuestras vidas el encuentro con Cristo... los problemas no han desaparecido, la vida sigue empujándonos a decisiones difíciles, pero al vivir todo con el don de la fe que Dios nos ha concedido, la experiencia y el juicio sobre la experiencia son distintos. Cuando nos hundimos podemos alzar la mirada porque somos conscientes de que todo empieza con Él y todo lleva a Él y que si por el camino nos olvidamos, sólo tenemos que volver al origen, a ese primer encuentro histórico, para volver de nuevo a una intimidad con Él.
He aquí el texto de la profesora Rita Randolfi:
"Mattia Preti (Taverna- La Valletta 1699) dedica más de un cuadro al tema del encuentro entre Cristo y la adúltera y no sólo: pinta también el encuentro de Jesús con la Samaritana (Galería Carical, Cosenza; Galería Spada, Roma; Galería Nazionale dell’Aquila) y el de Jesús y la Cananea, manteniendo siempre un formato horizontal, en el que los dos protagonistas se enfrentan directamente.
En todas las obras del artista, Jesús presenta siempre la misma fisionomía y la misma vestimenta. El pintor se concentra sobre la figura humana como vehículo de sentimientos; más escaso es el interés por la ambientación espacial, reducida al mínimo. En los cuadros que presento, uno conservado en L’Aquila y el otro en Palermo, Preti no elige relatar el momento en el que Jesús deja a los escribas sin palabras pronunciando la famosa frase “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”, sino el instante posterior, el diálogo “terapéutico” entre Jesús y la mujer.
Estamos en Jerusalén, en el templo. Jesús ya es conocido. Son muchos los que se reúnen con él. Hay también una mujer, que probablemente no lo ha visto nunca. O si lo ha visto no le ha dado importancia. En ella no había madurado ningún deseo. Una mujer que seguía “buscando” pero por distintos caminos, lejos de la mirada de Jesús. Esta mujer vive su historia hecha de necesidades y esperas. No le basta lo que tiene. Una historia tal vez que ni siquiera ha elegido o querido. Sin embargo, una cosa es cierta: no ha encontrado lo que buscaba dentro de un vínculo familiar y en la intimidad de un marido. No ha conseguido saciar su sed de amor recibido y dado.
Sí que ha buscado un encuentro, pero sólo humano, hecho de subterfugios. Al principio se conforma, busca una satisfacción que tal vez ya sepa que se revelará de nuevo decepcionante. Un encuentro que no cambiará su vida, no colmará su sed de amor. Pero sucede lo imprevisto, un hecho dramático. De nuevo, toma conciencia de ser sólo un instrumento y, quizás, ¡por última vez! instrumento de un hombre que se ha aprovechado de ella para después abandonarla sin intentar defenderla... Un hombre que no está y la deja sola en manos de los escribas y los fariseos que sólo quieren usarla otra vez. Es víctima de una violencia que le quita la intimidad, la identidad, la dignidad... Descubre la amargura y la repugnancia por haberse “desgastado” de este modo tan humillante. Finalmente encuentra a Jesús. Está sola, situada en el centro de las miradas pérfidas y perversas de sus acusadores. Preti expresa muy bien estas miradas indiscretas, poniendo en evidencia su mezquindad, la doblez de gozar por una parte de la belleza de la mujer para después acusarla, haciendo pasar las acusaciones por ley de Dios.
En el cuadro de Palacio Abbatellis el sumo sacerdote no mira a la mujer, está más bien interesado en la sentencia de Jesús. Jesús no facilita que la adúltera se encuentre con él inmediatamente. En el cuadro conservado en L’Aquila Jesús está triste, sufre, escribe en el suelo. Al final, ante la insistencia del escriba, dirige una mirada, un movimiento de infinita ternura hacia esta mujer. Debe liberarla de la mano de los asesinos. Siente que tiene que volver a entregarla a sí misma.
En el cuadro de Palacio Abatellis, en Palermo, la adúltera llora y no se atreve a mirar a los ojos a Jesús, pero Jesús entiende su dolor, lo toma sobre sí y con esa mirada llena de ternura que el artista le da pronunciará la frase: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”. He aquí la llamada, la invitación a cambiar de vida. En ambos cuadros Preti pone de relieve las cuerdas que mantienen atadas las manos de la adúltera.
La mujer, además, tiene una piel más clara respecto a los escribas y, en parte, también que el mismo Jesús; este expediente resalta aún más las cuerdas que le paralizan las manos. Esos nudos son el símbolo de la esclavitud del proprio malestar, voluntariamente buscado. El encuentro con Jesús sucede sólo en la libertad, en el deseo de conocerlo. Si hubiera podido, esa mujer tal vez habría huido; ciertamente, jamás hubiera querido encontrarse allí. Pero ella entiende que ha reconquistado su libertad, su dignidad y puede recorrer nuevos caminos dejando tras de sí un pasado de desilusiones. Jesús le sugiere que no siga equivocándose de objetivo en su búsqueda de vida y de amor”.
Helena Facciaelrostrodelresucitado@gmail.com
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