Vivir la fe en comunidad ¿opción o necesidad?
Vivir la fe en comunidad es hoy algo más que conveniente, necesario. La fe es algo personal, pero no individual. La fe necesita expresarse, compartirse, entregarse al otro... y eso difícilmente es posible viviendo en una relación con Dios individualista o en asambleas donde el otro es un desconocido, más si vivimos en una sociedad dónde ser cristiano está poco valorado o incluso perseguido.
Jesús nunca dio instrucciones concretas de cómo organizar la Iglesia, su cometido era otro, anunciar el Reino de Dios y dejar a unas personas sobre las cuales asegurar la continuidad de su obra hasta el final de los tiempos . No obstante su ejemplo y sus palabras son las que sirvieron de base para la organización de la misma. De hecho lo que hacemos en la Eucaristía, por ejemplo, básicamente no es más que el memorial de la Ultima Cena.
Siguiendo sus palabras podríamos decir que Jesús a lo largo de su vida pública habló y organizó pequeños grupos para encargarles una misión, acompañarlo en su trayecto u organizar el compartir de los bienes. Así una comunidad podría ser de sólo 2 o 3 miembros (Mt 18, 20), o de 13 presidida por él mismo como los apóstoles (Lc 6, 13), o de 50 para compartir los bienes (Lc 6, 9) o de 72 misioneros (Lc 10,1)... que no es incompatible con el hecho de que también en ocasiones hablase para grandes multitudes.
Formar comunidades es tan fácil o difícil como queramos. Para empezar implica un esfuerzo de los pastores. Para un párroco es más cómodo poner las horas de misa y que venga quien venga sin más preparación que la suya propia, que animar e impulsar toda una pastoral en pequeños grupos. Pero pocas cosas hay peores en la iglesia que los curas aburguesados.
Las comunidades pueden ser espontáneas, surgidas del día a día, pero también pueden encargarse su formación a los grandes movimientos pastorales surgidos a raíz del Concilio Vaticano II y que tantos frutos están dando. ¿Cual es el mejor tipo de comunidades para mí o mi parroquia? Para empezar la que el Espíritu quiera.
En una ocasión un presbítero me dijo: He visto este tipo de comunidades en otras parroquias y el fruto que dan es magnífico, me encantaría formarlas en la mía pero se reúnen después de cenar y yo soy de irme a la cama pronto. Es decir, negaba la posibilidad de que sus fieles recibieran esos dones por su propia comodidad. También hay otros sacerdotes empeñados en impulsar un tipo de pastoral que no consigue congregar a los fieles o boicotear otros de buen funcionamiento y frutos porque no responden a sus esquemas mentales.
¿Y cuál es la mejor para cada uno? Evidentemente la suya, a la que Dios le vaya llevando. Porque la comunidad concreta no es importante porque sea de un tipo u otro o esté ligada a un movimiento en particular, sino porque me permite el encuentro con Cristo y la vivencia de fe con los hermanos.
Monseñor Esteban Escudero, obispo de Palencia, España, siempre que se reúne con jóvenes les da un triple consejo: oración diaria, misa dominical y grupo cristiano. Sinceramente creo que, tal como están los tiempos, el consejo debería ser extensivo a todos los fieles con independencia de su edad.