Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Un abrazo en el cielo. In memoriam.

por ¿el día más bello?, hoy

 El 16 de junio de 2002, en la transmisión televisiva de la ceremonia de canonización del Padre Pío de Pietrelcina, quien hacía los comentarios era el padre Elías Cabodevilla Garde, sacerdote capuchino y fiel discípulo de la espiritualidad de San Pío. Para aquel entonces, el Padre Pío había ya entrado con mucha fuerza en la vida de mi familia, y seguimos la ceremonia con entusiasmo e ilusión. Me quedé, de forma inconsciente, con el nombre de quien hacía los comentarios en español, el Padre Elías.
Meses después, por motivos de unos exámenes en Pamplona, me alojé en una casa al lado de la Iglesia de Capuchinos de esa ciudad. Lógicamente, no me pareció casual, y me acercaba, en la víspera de las pruebas, a rezar allí. Vi rastros de mi amado santo, que para nosotros es como un tío querido, cercano y muy presente. En esa iglesia, hermosa por la madera que la recubre, entrando a la derecha, hay toda una zona enorme de confesionarios. Me acerqué a visitar y, para mi sorpresa, uno de ellos tenía el cartel con el nombre del confesor: Padre Elías Cabodevilla. La Providencia juega así, y el Padre Pío es experto en este tipo de guiños. Mi corazón dio un vuelco. En la aridez y la soledad de los exámenes que tenía que presentar, allí estaba, presente, acompañándome, el Padre Pío, y esta vez con alguien especial.
Superando respetos humanos, me acerqué a saludar al Padre Elías, me presenté y compartí con él el amor al Padre Pío. El Padre Elías era un sacerdote capuchino discreto, que vivía con intensidad y profundidad la espiritualidad transmitida por este santo, y con la misma sencillez y cierta picardía la transmitía, al modo de los niños. Él es quien tradujo parte de su Epistolario, y es de las personas que conozco cercanas al santo que más conocía de forma experiencial su espiritualidad. En la mirada del Padre Elías se leía sufrimiento, siempre bien llevado. Tenía la certeza de que el sufrimiento le acercaba de una manera especial a San Pío, y por extensión, claro, a Jesús. Después de una animada conversación me invitó a su convento donde me permitió venerar una reliquia auténtica que él usaba en sus peregrinaciones a diversos lugares de Sudamérica. Aproveché para llevarme muchas novenas pasadas por esa reliquia para luego repartir a quien las necesitara. Aún hoy sigo haciéndolo, pues el Padre Pío permanece muy presente y con muchas ganas de repartir su gracia.
En otro viaje, esta vez con mi esposo, pudimos ir a comer con el Padre Elías. En esos días él pasaba muchos meses en San Giovanni Rotondo, casi medio año, y justo en esa ocasión, acababa de volver con una reliquia "fresca" que le había dado, antes de fallecer, un hermano de los ancianos de San Giovanni, de los que habían conocido al Santo. Tan reciente que aún no la había puesto en el soporte de cristal típico para estos objetos. Me vio tan entusiasmada al verla que no se lo pensó, y me dijo que... ¡me la dejaba llevar en el bolso el rato que nos íbamos a comer! Me pareció demasiado, pero acepté, ¡claro! El Padre Elías tenía estos golpes del espíritu. Más adelante nos mostró todos los volúmenes de la Positio, que son los documentos que se presentan en Roma para la canonización. Tenía un vínculo muy especial con el Padre Pío, y no dudaba, si el Espíritu Santo así se lo aconsejaba, en compartirlo con quien sabía lo iba a acoger con cariño y veneración.
Estos fueron los primeros encuentros, y luego la relación se fue fraguando, en la distancia, con otros acontecimientos, también hermosos, en los que siempre se unía el amor al Padre Pío y las ganas de darlo a conocer. Novenas, películas, libros, viajes... han conformado a lo largo de los años un conjunto de experiencias que no son meros recuerdos.
Por eso, hoy, en el tercer día de su fallecimiento, he querido compartir estas vivencias que me embargan al conocer la noticia de su partida. Desde que lo supe, enseguida me conmovía la imagen del largo abrazo entre el Padre Elías y el Padre Pío. No le había conocido en persona, pero era un auténtico hijo espiritual suyo. Ahora, en el cielo, lo conocerá en plenitud y lo abrazará eternamente.
Gracias, Padre Elías, por tu testimonio. Descansa en paz, y guárdanos en tu corazón.
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