Cicerón y la Catedral de Córdoba
Aunque Cicerón era un orador sublime y don Juan Carlos lee con dificultad el discurso del día la reprimenda del cónsul de Roma a Catilina tiene mucho de por qué no te callas, que es una pregunta con muchas lecturas, pues encadena sugerencia, orden y hartazgo. La pregunta total. Una pregunta que en ocasiones apetece hacer, pero que no debe de hacerse porque es mejor dejar que el gato se enrede con el ovillo mientras juega a hacer punto de cruz que golpearle con el bastidor.
Por lo mismo, es mejor dejar que la plataforma que reivindica la titularidad pública para la Catedral de Córdoba se enrede en las contradicciones jurídicas derivadas de la acción popular de un grupo de personas que considera cuestionable la propiedad privada de la Iglesia, pero no aplica el mismo rasero a la casa del pueblo. La plataforma propone equiparar administrativamente el templo a la Alhambra, que es un modo solapado de plantear el exterminio de la homilía del obispo en beneficio de la arenga del preboste. No hay que ser licenciado en suspicacia para advertir que si esta gente quiere que la Junta se haga cargo de la gestión es para cambiar la sacristía por el negociado. El reclinatorio, empero, no se toca, pues el andaluz acostumbra a andar de rodillas.