El Padre Pío, "fotocopia de Cristo".
Sé que la expresión “fotocopia de Cristo” no se puede aplicar ni al santo más santo. La uso -como indiqué en el escrito “Presentación”- en el sentido en que fray Modestino de Pietrelcina se la aplicaba a su Padre espiritual, el Padre Pío.
20. Como Jesús, «que pasó haciendo el bien» (Hech 10, 38).
De labios del apóstol Pedro habían salido ya alabanzas muy bellas sobre Jesús: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16, 16); «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 68-69) La que recoge el Libro de los Hechos de los Apóstoles no lo es menos y podemos ver en ella un acertado resumen de la vida de Cristo. La pronuncia Pedro en un momento especialmente delicado de su actividad apostólica: «Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hech 10, 38).
Jesús «pasó haciendo el bien»; no sólo hablando del bien y proponiéndolo a los demás. Sin descuidar otras expresiones del bien, se centró en la más importante: curar «a los oprimidos por el diablo». Para hacer el bien y promoverlo, tuvo que desenmascarar formas de pensar y de actuar que la sociedad religiosa de su tiempo tenía por buenas y que no lo eran: «Maestro, la ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» (Jn 8, 5); e introducir otras que se consideraban contrarias a la voluntad divina pero que le eran muy queridas a Dios: «El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27). Y haciendo el bien manifestaba con claridad que «Dios estaba con él».
Para hacer el bien, si no necesario, es muy importante hacer bien lo que a uno le corresponde hacer. Y de Jesús dice el Evangelio de San Marcos: «Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7, 37).
Jesús «pasó haciendo el bien»; no sólo hablando del bien y proponiéndolo a los demás. Sin descuidar otras expresiones del bien, se centró en la más importante: curar «a los oprimidos por el diablo». Para hacer el bien y promoverlo, tuvo que desenmascarar formas de pensar y de actuar que la sociedad religiosa de su tiempo tenía por buenas y que no lo eran: «Maestro, la ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?» (Jn 8, 5); e introducir otras que se consideraban contrarias a la voluntad divina pero que le eran muy queridas a Dios: «El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27). Y haciendo el bien manifestaba con claridad que «Dios estaba con él».
Para hacer el bien, si no necesario, es muy importante hacer bien lo que a uno le corresponde hacer. Y de Jesús dice el Evangelio de San Marcos: «Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7, 37).
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Del Padre Pío de Pietrelcina, quien no cierre los ojos a la realidad, o falsifique la verdad, tendrá que decir, como el apóstol Pedro de Jesús, que: «pasó haciendo el bien». Y muy probablemente tendrá que afirmar también los otros datos que he señalado en relación a Jesús.
- El reconocimiento oficial de la santidad del Padre Pío por parte de la Iglesia, al beatificarlo el 2 de mayo de 1999 y canonizarlo el 16 de junio del 2002, es prueba clara de que el Santo capuchino pasó su vida haciendo el bien. ¿Todo el bien que le fue posible? Esto sólo lo sabe Dios; pero, por las informaciones que tenemos, podemos afirmar que el bien que hizo fue muy grande, que de ese bien se beneficiaron muchísimas personas de los cinco continentes y que lo realizó a lo largo de su larga vida de 81 años.
- El Padre Pío, al igual que Jesús, hizo el bien de muchos modos, pero de forma muy especial «curando a los oprimidos por el diablo». Al indicar la “misión grandísima” que el Señor le había confiado, él ponía en primer lugar: «Liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás». Veamos. El Sacramento instituido por el Señor para liberar de los lazos de Satanás, es decir, del pecado, es el de la confesión. Y el Padre Pío, como dijo de él el Papa Pablo VI: «Confesaba de la mañana a la noche». A los que creen que, cuando se habla de las horas que el Padre Pío pasaba en el confesonario, el número se indica a “lo que sale”, puede servirles este dato: El Visitador apostólico enviado por el Vaticano, Rafael Carlos Rossi, en junio de 1921, interrogaba al padre Lorenzo de San Marco in Lamis, Superior del convento de Capuchinos de San Giovanni Rotondo, después de haberle hecho jurar ante los Evangelios que diría la verdad. Le pregunta sobre el Padre Pío: «¿Es verdad que está hasta 16 horas en el confesonario?». Le responde: «Hasta ahora, sí; de tal forma que celebra incluso a las 12:30 y a las 13». Pero hay otros medios para liberar a los hombres de sus pecados; y ¡con qué intensidad los usaba el Santo capuchino! Solía repetir: «Salvar almas orando siempre»; y esto es lo que escribió al padre Benedicto el 20 de noviembre de 1921: «Cuántas veces, por no decir siempre, me toca decir a Dios juez, como Moisés: “O perdonas a este pueblo o bórrame del libro de la vida”». Escribió al padre Agustín el 20 de septiembre de 1912: «Él (el Señor) se elige algunas almas, y entre ellas, aunque soy totalmente indigno, ha elegido la mía, para ser ayudado en la gran empresa de salvar a los hombres. Y cuanto más sufren estas almas sin consuelo alguno, más se aligeran los sufrimientos del buen Jesús»; y continuó escribiendo: «He aquí el motivo por el que deseo sufrir cada día más y sin consuelo alguno»…
- El Padre Pío, como Jesús, hizo el bien a los que sufrían en el cuerpo, sobre todo a los enfermos. Dejando de lado las muchas curaciones sorprendentes, milagrosas, obradas por el Señor ante los ruegos del Santo, el hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, promovido por él en San Giovanni Rotondo, indica bien a las claras lo que resaltó Juan Pablo II en la ceremonia de Canonización del Capuchino de Pietrelcina: «Además de la oración, el Padre Pío realizaba una intensa actividad caritativa, de la que es extraordinaria expresión la “Casa Alivio del Sufrimiento”».
- También al Padre Pío, como a Jesús, le correspondió discernir, y hacer que lo descubrieran sus Directores espirituales, cuál era el bien que debía ofrecer a los demás y, como consecuencia, dejar al Señor que le preparara y prepararse él mismo para llevarlo a cabo. Dios quiso al Padre Pío, ya religioso capuchino, lejos de la vida de comunidad y del convento, durante siete años, en Pietrelcina. Situación del todo anómala, que llevó al padre Benedicto, Director espiritual y Superior provincial del Padre Pío, a pensar, y actuar en consecuencia, de este modo «Si Dios te quiere capuchino, te querrá en el convento; si no te quiere en el convento es que no te quiere capuchino»; y al Padre Pío, convencido de que esa situación la quería el Señor, a ayudar a los padres Benedicto y Agustín a que la descubrieran así y respetaran el proyecto de Dios.
- Al Padre Pío, como a Jesús, no le resultó difícil descubrir que «Dios estaba con él» y manifestar que todo el bien que pasaba por su persona hacia los demás, venía del Señor. «¿Qué es lo que puedo hacer yo? Todo viene de Dios. Yo sólo soy rico en una cosa, en una infinita indigencia».
- Y el Padre Pío, como Jesús, hizo bien aquello que debía hacer. Sería fácil encontrar miles de testimonios que repitieran en relación al Padre Pío lo que otros, en el colmo del asombro, dijeron de Jesús: «Todo lo ha hecho bien». Nos sea suficiente el de su Director espiritual, el padre Benedicto, que, en febrero de 1918, le escribió: «Ésta es la verdad y, si hablara de otro modo, no sería sincero. Ningún pecado grave o venial encuentro en tu alma que pueda legitimar tus temores».
- El reconocimiento oficial de la santidad del Padre Pío por parte de la Iglesia, al beatificarlo el 2 de mayo de 1999 y canonizarlo el 16 de junio del 2002, es prueba clara de que el Santo capuchino pasó su vida haciendo el bien. ¿Todo el bien que le fue posible? Esto sólo lo sabe Dios; pero, por las informaciones que tenemos, podemos afirmar que el bien que hizo fue muy grande, que de ese bien se beneficiaron muchísimas personas de los cinco continentes y que lo realizó a lo largo de su larga vida de 81 años.
- El Padre Pío, al igual que Jesús, hizo el bien de muchos modos, pero de forma muy especial «curando a los oprimidos por el diablo». Al indicar la “misión grandísima” que el Señor le había confiado, él ponía en primer lugar: «Liberar a mis hermanos de los lazos de Satanás». Veamos. El Sacramento instituido por el Señor para liberar de los lazos de Satanás, es decir, del pecado, es el de la confesión. Y el Padre Pío, como dijo de él el Papa Pablo VI: «Confesaba de la mañana a la noche». A los que creen que, cuando se habla de las horas que el Padre Pío pasaba en el confesonario, el número se indica a “lo que sale”, puede servirles este dato: El Visitador apostólico enviado por el Vaticano, Rafael Carlos Rossi, en junio de 1921, interrogaba al padre Lorenzo de San Marco in Lamis, Superior del convento de Capuchinos de San Giovanni Rotondo, después de haberle hecho jurar ante los Evangelios que diría la verdad. Le pregunta sobre el Padre Pío: «¿Es verdad que está hasta 16 horas en el confesonario?». Le responde: «Hasta ahora, sí; de tal forma que celebra incluso a las 12:30 y a las 13». Pero hay otros medios para liberar a los hombres de sus pecados; y ¡con qué intensidad los usaba el Santo capuchino! Solía repetir: «Salvar almas orando siempre»; y esto es lo que escribió al padre Benedicto el 20 de noviembre de 1921: «Cuántas veces, por no decir siempre, me toca decir a Dios juez, como Moisés: “O perdonas a este pueblo o bórrame del libro de la vida”». Escribió al padre Agustín el 20 de septiembre de 1912: «Él (el Señor) se elige algunas almas, y entre ellas, aunque soy totalmente indigno, ha elegido la mía, para ser ayudado en la gran empresa de salvar a los hombres. Y cuanto más sufren estas almas sin consuelo alguno, más se aligeran los sufrimientos del buen Jesús»; y continuó escribiendo: «He aquí el motivo por el que deseo sufrir cada día más y sin consuelo alguno»…
- El Padre Pío, como Jesús, hizo el bien a los que sufrían en el cuerpo, sobre todo a los enfermos. Dejando de lado las muchas curaciones sorprendentes, milagrosas, obradas por el Señor ante los ruegos del Santo, el hospital “Casa Alivio del Sufrimiento”, promovido por él en San Giovanni Rotondo, indica bien a las claras lo que resaltó Juan Pablo II en la ceremonia de Canonización del Capuchino de Pietrelcina: «Además de la oración, el Padre Pío realizaba una intensa actividad caritativa, de la que es extraordinaria expresión la “Casa Alivio del Sufrimiento”».
- También al Padre Pío, como a Jesús, le correspondió discernir, y hacer que lo descubrieran sus Directores espirituales, cuál era el bien que debía ofrecer a los demás y, como consecuencia, dejar al Señor que le preparara y prepararse él mismo para llevarlo a cabo. Dios quiso al Padre Pío, ya religioso capuchino, lejos de la vida de comunidad y del convento, durante siete años, en Pietrelcina. Situación del todo anómala, que llevó al padre Benedicto, Director espiritual y Superior provincial del Padre Pío, a pensar, y actuar en consecuencia, de este modo «Si Dios te quiere capuchino, te querrá en el convento; si no te quiere en el convento es que no te quiere capuchino»; y al Padre Pío, convencido de que esa situación la quería el Señor, a ayudar a los padres Benedicto y Agustín a que la descubrieran así y respetaran el proyecto de Dios.
- Al Padre Pío, como a Jesús, no le resultó difícil descubrir que «Dios estaba con él» y manifestar que todo el bien que pasaba por su persona hacia los demás, venía del Señor. «¿Qué es lo que puedo hacer yo? Todo viene de Dios. Yo sólo soy rico en una cosa, en una infinita indigencia».
- Y el Padre Pío, como Jesús, hizo bien aquello que debía hacer. Sería fácil encontrar miles de testimonios que repitieran en relación al Padre Pío lo que otros, en el colmo del asombro, dijeron de Jesús: «Todo lo ha hecho bien». Nos sea suficiente el de su Director espiritual, el padre Benedicto, que, en febrero de 1918, le escribió: «Ésta es la verdad y, si hablara de otro modo, no sería sincero. Ningún pecado grave o venial encuentro en tu alma que pueda legitimar tus temores».
Elías Cabodevilla Garde
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