El Padre Pío, "fotocopia de Cristo".
Sé que la expresión “fotocopia de Cristo” no se puede aplicar ni al santo más santo. La uso -como indiqué en el escrito “Presentación”- en el sentido en que fray Modestino de Pietrelcina se la aplicaba a su Padre espiritual, el Padre Pío.
18. Como Jesús, que perdonó y oró por los que le crucificaron (cfr. Lc 23, 33).
Jesús, que nos pidió perdonar «hasta setenta veces siete» (Mt 18, 22), supo, no sólo perdonar, sino también excusar a los que le crucificaron. Sirvan de ejemplo estos dos momentos.
- San Lucas, tras el relato de las tres negaciones del apóstol Pedro, escribe en su Evangelio: «El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro». Mirada de perdón, de olvido, de acogida…, pues «Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho… Y, saliendo afuera, lloró amargamente» (Lc 22, 61-62).
- El mismo evangelista, después de escribir: «Y cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda», añade: «Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 33-34).
- San Lucas, tras el relato de las tres negaciones del apóstol Pedro, escribe en su Evangelio: «El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro». Mirada de perdón, de olvido, de acogida…, pues «Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho… Y, saliendo afuera, lloró amargamente» (Lc 22, 61-62).
- El mismo evangelista, después de escribir: «Y cuando llegaron al lugar llamado “la Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda», añade: «Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 33-34).
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El Padre Pío, que pasó la mayor parte de su vida ofreciendo el perdón de Dios en el sacramento de la confesión, supo, no sólo perdonar, sino también ayudar y orar por los que le “crucificaron”. Sirvan de ejemplo estos tres hechos:
- Monseñor Pascual Gagliardi y don José Prencipe. El padre Agustín de San Marco in Lamis escribe en su “Diario”: «Cuando por los años 19181919 se propagó en la prensa diaria la fama del padre Pío, dio principio al mismo tiempo una guerra sorda, suscitada por ciertos elementos del clero local, sostenidos por Monseñor Gagliardi, mediante el cual llegaron a Roma numerosísimas cartas repletas de acusaciones, exageraciones, calumnias..., una verdadera guerra satánica».
+ Monseñor Gagliardi era el Arzobispo de Manfredonia, Diócesis en la que estaba enclavado San Giovanni Rotondo. Años más tarde, en octubre de 1929, fue depuesto del cargo de Arzobispo por su vida inmoral y escandalosa y se retiró a Tricarico, donde murió en 1941.
El Padre Pío, al recibir la noticia de la muerte de Gagliardi, dada por el Superior del convento, el padre Rafael de Sant’Elia a Pianisi, dijo: «Mañana celebraré la Misa en sufragio por su alma». Y el padre Rafael nos ofrece un dato más: «Pascual Gagliardi con frecuencia escribía al convento de los Capuchinos de San Giovanni Rotondo pidiendo intenciones de santas Misas con el correspondiente estipendio. Se le envió siempre. Pero hay que recalcar que el más favorable a esta obra de caridad, era precisamente él, el Padre Pío».
+ Don José Prencipe, Arcipreste de San Giovanni Rotondo, estaba entre los «elementos del clero local» a los que se refiere el padre Agustín, y como elemento muy activo en la «guerra satánica» contra el Padre Pío.
En junio de 1933, el nuevo Arzobispo de Manfredonia, monseñor Andrés Cesarano, al visitar al Padre Pío, se hizo acompañar de don José Prencipe. Hacía más de 10 años que éste no se había dejado ver en el convento de Capuchinos. El Padre Pío lo recibió con un abrazo muy cordial, como para indicarle que lo pasado estaba ya perdonado y olvidado.
- Don Juan Miscio. Era Canónigo de San Giovanni Rotondo. Buscaba dinero de la forma que fuese. Y en 1925… Hizo creer a María Pompilio, devota del Padre Pío, que había escrito un libro, que había entregado ya al editor de Milán, en el que el Padre Pío aparecía de la forma más denigrante y lamentable que se podía imaginar. Estaría dispuesto a suspender su publicación para evitar el descrédito del Padre Pío, pero, para anular el contrato con el editor, tendría que abonar cinco mil liras, que no tenía. María Pompilio creyó el embuste y corrió a informar al hermano del Capuchino de Pietrelcina, Miguel Forgione. La noticia, además de causar el lógico terrible sufrimiento al Padre Pío, llegó también a conocimiento de Manuel Brunatto, que sospechó que se trataba de una mentira de mala ley. Desenmascarado el embuste por los “carabinieri”, el asunto pasó a los tribunales de justicia y el Canónigo fue detenido en noviembre de ese año 1925. A lo largo de siete años, don Juan Miscio fue condenado a tres meses de cárcel y mil liras de multa; recurrió la sentencia; el Tribunal de Apelación aumentó la pena a veintiséis meses de prisión; la Corte de Casación confirmó el juicio del Tribunal de Apelación; y el Ministro de Justicia rechazó la petición de gracia.
El Padre Pío, que lloró al conocer la condena a prisión del que había sido uno de sus acusadores, escribió directamente al Ministro de Justicia pidiendo gracia para Miscio, y también al Rey Víctor Manuel III para que el agraciado por el Ministro de Justicia pudiera encontrar un trabajo de maestro.
- Padre Justino de Lecce. Es el capuchino que, en 1960, en el tiempo en que cumplía el encargo de “ángel custodio” del ya anciano Padre Pío, por propia iniciativa o, más bien, siguiendo órdenes recibidas de sus Superiores, decidió instalar micrófonos en diversos lugares del convento de San Giovanni Rotondo para espiar al Padre Pío grabando sus conversaciones e incluso las confesiones que escuchaba, y las grabó al menos durante tres meses.
+ El padre Justino, en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina” declaró: «El Padre Pío supo el hecho de las grabaciones; no creo que hubiera conocido el contenido de la grabación principal. Ciertamente supo que había sido yo, pero nunca me dijo nada».
+ Y el padre Eusebio Notte, en el mismo Proceso, manifestó: «Una noche estaba a solas con el Padre Pío en su celda n. 1. Y noté que el Siervo de Dios oraba con particular recogimiento. Confidencialmente le pregunté: “¿Tiene alguna preocupación esta noche?”. El Padre Pío enseguida y sin inmutarse: “Estoy orando por el padre Justino”. A lo que yo, casi enojado: “¡Ah!, Padre, ¡eso no!; ¡es demasiado!”. Y el Padre Pío: “Hijo mío, también él es un alma a la que salvar”».
- Monseñor Pascual Gagliardi y don José Prencipe. El padre Agustín de San Marco in Lamis escribe en su “Diario”: «Cuando por los años 19181919 se propagó en la prensa diaria la fama del padre Pío, dio principio al mismo tiempo una guerra sorda, suscitada por ciertos elementos del clero local, sostenidos por Monseñor Gagliardi, mediante el cual llegaron a Roma numerosísimas cartas repletas de acusaciones, exageraciones, calumnias..., una verdadera guerra satánica».
+ Monseñor Gagliardi era el Arzobispo de Manfredonia, Diócesis en la que estaba enclavado San Giovanni Rotondo. Años más tarde, en octubre de 1929, fue depuesto del cargo de Arzobispo por su vida inmoral y escandalosa y se retiró a Tricarico, donde murió en 1941.
El Padre Pío, al recibir la noticia de la muerte de Gagliardi, dada por el Superior del convento, el padre Rafael de Sant’Elia a Pianisi, dijo: «Mañana celebraré la Misa en sufragio por su alma». Y el padre Rafael nos ofrece un dato más: «Pascual Gagliardi con frecuencia escribía al convento de los Capuchinos de San Giovanni Rotondo pidiendo intenciones de santas Misas con el correspondiente estipendio. Se le envió siempre. Pero hay que recalcar que el más favorable a esta obra de caridad, era precisamente él, el Padre Pío».
+ Don José Prencipe, Arcipreste de San Giovanni Rotondo, estaba entre los «elementos del clero local» a los que se refiere el padre Agustín, y como elemento muy activo en la «guerra satánica» contra el Padre Pío.
En junio de 1933, el nuevo Arzobispo de Manfredonia, monseñor Andrés Cesarano, al visitar al Padre Pío, se hizo acompañar de don José Prencipe. Hacía más de 10 años que éste no se había dejado ver en el convento de Capuchinos. El Padre Pío lo recibió con un abrazo muy cordial, como para indicarle que lo pasado estaba ya perdonado y olvidado.
- Don Juan Miscio. Era Canónigo de San Giovanni Rotondo. Buscaba dinero de la forma que fuese. Y en 1925… Hizo creer a María Pompilio, devota del Padre Pío, que había escrito un libro, que había entregado ya al editor de Milán, en el que el Padre Pío aparecía de la forma más denigrante y lamentable que se podía imaginar. Estaría dispuesto a suspender su publicación para evitar el descrédito del Padre Pío, pero, para anular el contrato con el editor, tendría que abonar cinco mil liras, que no tenía. María Pompilio creyó el embuste y corrió a informar al hermano del Capuchino de Pietrelcina, Miguel Forgione. La noticia, además de causar el lógico terrible sufrimiento al Padre Pío, llegó también a conocimiento de Manuel Brunatto, que sospechó que se trataba de una mentira de mala ley. Desenmascarado el embuste por los “carabinieri”, el asunto pasó a los tribunales de justicia y el Canónigo fue detenido en noviembre de ese año 1925. A lo largo de siete años, don Juan Miscio fue condenado a tres meses de cárcel y mil liras de multa; recurrió la sentencia; el Tribunal de Apelación aumentó la pena a veintiséis meses de prisión; la Corte de Casación confirmó el juicio del Tribunal de Apelación; y el Ministro de Justicia rechazó la petición de gracia.
El Padre Pío, que lloró al conocer la condena a prisión del que había sido uno de sus acusadores, escribió directamente al Ministro de Justicia pidiendo gracia para Miscio, y también al Rey Víctor Manuel III para que el agraciado por el Ministro de Justicia pudiera encontrar un trabajo de maestro.
- Padre Justino de Lecce. Es el capuchino que, en 1960, en el tiempo en que cumplía el encargo de “ángel custodio” del ya anciano Padre Pío, por propia iniciativa o, más bien, siguiendo órdenes recibidas de sus Superiores, decidió instalar micrófonos en diversos lugares del convento de San Giovanni Rotondo para espiar al Padre Pío grabando sus conversaciones e incluso las confesiones que escuchaba, y las grabó al menos durante tres meses.
+ El padre Justino, en el “Proceso de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pío de Pietrelcina” declaró: «El Padre Pío supo el hecho de las grabaciones; no creo que hubiera conocido el contenido de la grabación principal. Ciertamente supo que había sido yo, pero nunca me dijo nada».
+ Y el padre Eusebio Notte, en el mismo Proceso, manifestó: «Una noche estaba a solas con el Padre Pío en su celda n. 1. Y noté que el Siervo de Dios oraba con particular recogimiento. Confidencialmente le pregunté: “¿Tiene alguna preocupación esta noche?”. El Padre Pío enseguida y sin inmutarse: “Estoy orando por el padre Justino”. A lo que yo, casi enojado: “¡Ah!, Padre, ¡eso no!; ¡es demasiado!”. Y el Padre Pío: “Hijo mío, también él es un alma a la que salvar”».
Elías Cabodevilla Garde
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