Gamonal
Por Gamonal sabemos que la importancia de los adoquines no estriba en la utópica posibilidad de que bajo ellos esté la playa, sino en que descalabran. Con todo, la referencia al pleamar es obligada. La literatura siempre ha servido de coartada a las revueltas porque la masa requiere arengas para moverse. Todo dictador, sea Stalin o sea Adolf, tiene claro que la lírica combativa es fundamental para guiar al pueblo, aunque sea al precipicio.
Esta salivación general que causa la pancarta la ha utilizado en beneficio propio el colectivo antisistema que ha originado el seísmo político en Castilla y León, y las réplicas de Madrid y Barcelona, cuyos miembros han combinado el disturbio con el eslogan, que sorprendentemente esta vez no se ha dirigido contra la Iglesia. Gamonal se ha convertido así en un mayo del 68 perfeccionado que 45 años después aclara el motivo por el que los jóvenes franceses que pedían lo imposible no lograron su objetivo: perdieron el pulso porque les tembló.