Cambios en la Iglesia
Del mismo modo que los renglones torcidos de Dios no requieren calígrafo ni hermeneuta para su correcta comprensión, los cambios que prepara la Iglesia no caben ser interpretados ni como una enmienda a la totalidad ni como simples acotaciones a pie de página. Habrá cambios porque, cuando el Espíritu sopla, el corazón varía de dirección, lo que significa que para Dios el sur también existe. Sin que eso suponga que no exista el norte.
El laicismo propone el exterminio del norte, pero Dios tiene otros planes. El plan de Dios no se traza con un palo sobre la arena de una playa de Normandía. No busca atacar por la retaguardia al relativismo ni tenderle una embocada al Diocleciano de turno para que se le acaben las ganas de exterminar a la tribu de Señor. Ni, por supuesto, acabar con quienes le aman. El plan de Dios se lleva a cabo por los caminos que conducen a Roma, esto es, por todos los caminos. Y me da a mí que aunque desde fuera haya quien pida reservar el derecho de admisión Francisco no es amigo de las aduanas.
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