Cáritas y la niña pija
Para el laicismo Cáritas es la hija roja del general franquista, la niña pija con jersey de cuello alto que juega a ser revolucionaria con el dinero de papá o, a lo sumo, el garbanzo blanco de la olla podrida de la Iglesia. De ahí que o bien ningunee sus méritos o bien, como ha resaltado el secretario general de la Conferencia Episcopal, omita el nombre del Padre cuando habla de ella. Se trata, ha sugerido Gil Tamayo, de desvincular al viñador de la vid para que lo que es coherencia parezca caciquismo.
Coherencia es que el cuerpo místico de Cristo tenga un brazo social que alimente y arrope a los bienaventurados. Caciquismo sería que los obispos exigieran a Cáritas el dinero recaudado para darse la gran vida. Ni que decir tiene que como el concepto laico gran vida aplicado a un obispo radica exclusivamente en que tenga sobrepeso, cree que se la dan, por lo que propugna una dirección de gente flaca en lo espiritual y, a ser posible, vegetariana en lo religioso. Esto es, que no huela a oveja.