Traslación e inmovilismo
Al igual que para un cinéfilo todo aquel que cae por unas escaleras homenajea inconscientemente a Eisenstein, para un intelectual de izquierdas todo aquel que no comulga con sus dogmas homenajea indirectamente a Franco. Justo Navarro, por ejemplo, ha terciado en la polémica generada por la publicación del libro Cásate y sé sumisa como un Galileo aburrido de que en materia literaria se cuestione el movimiento de traslación, esto es, el progresismo.
Para dejar constancia del inmovilismo de la Iglesia el escritor recurre al lenguaje sabiamente maniqueo del que sabe que la galería de palco, el lector de izquierdas, requiere un esfuerzo mayor que la galería de gallinero, el asistente a mítines. De modo que sutilmente en su artículo se queja de que aquí, en España, el debate político respecto al catolicismo es siempre el mismo, pero cae en el error que critica al recitar punto a punto el discurso del buen progresista respecto a una Iglesia que edita, según expone, un libro a su imagen y semejanza. Esto es, feo, católico y sentimental. Lo que no deja de ser otro lugar común.
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