El progresismo y Gil Tamayo
Como quiera que el progresismo desea para Rouco lo que el tardofranquismo para Tarancón, un pelotón de fusilamiento en sentido figurado, el desenlace de la votación del nuevo secretario de la Conferencia Episcopal le ha causado cierta decepción, pues interpreta la elección de José María Gil Tamayo como un toque de atención de los obispos a su presidente en vez de como una enmienda a la totalidad. Para el progresismo el candidato ideal habría sido aquél que no bien tomara posesión de su cargo encabezara un golpe contra el arzobispo de Madrid, a imitación del coronel tropical que simultanea la jura de de fidelidad a la constitución con la asonada.
Pero ni la asamblea de los obispos se asesora en la agencia de Pinochet ni la sede de la Conferencia Episcopal es la casa de la moneda, por mucho que diga la España laicista que a la Iglesia la financia el estado. Tampoco, claro, Gil Tamayo da el perfil de golpista. De hecho, el progresismo, con tal de pisar el callo a Rouco, destaca el talante moderado del nuevo secretario, mientras pasa de puntillas por su pertenencia a la Obra. Pero ¿no quedamos en que en el idioma progresista moderación y Opus son términos tan antagónicos como La Sexta y pluralidad? Pues no, ahora resulta que para esta gente el Opus es el sector más radical de cuantos propugnan la teología de la liberación.