Sembrado de amapolas
por Sólo Dios basta
Paseo con mi madre por los alrededores de casa siguiendo un camino de tierra paralelo a un gran campo sin edificar que sirve de recreo y gozo a los sentidos y da vista a Logroño y al fondo algunos montes de Navarra y Álava. Caminamos, hablamos y también rezamos. Suenan las campanas de la parroquia cercana. Son las doce. Avisan del rezo del Regina coeli ahora que estamos en Pascua, pero como mi madre no se lo sabe le digo si quiere rezar el Ángelus y así los dos elevamos la oración a nuestra Madre en un día tan especial como es el primer domingo de mayo, día de la madre. Además sacamos un gran provecho de esta situación ya que si no fuera por lo que vivimos en estos momentos no podría estar con mis padres en un día tan especial como hoy. ¡Gracias Madre!
Nos fijamos cómo está el campo: con la hierba muy alta, lleno de flores y con algún sendero hecho por el paso de los que salen a caminar. Hasta hace unos años no era así ya que con frecuencia un rebaño de ovejas tenía aquí su alimento a la ida y su respiro a la vuelta hacia su encerradero que se encontraba un poco más abajo, en la zona que hoy está urbanizada con calles y grandes bloques de viviendas junto al nuevo campo de fútbol de Logroño. Ya no hay aprisco que rompe el horizonte sobre los huertos, no hay ovejas que señalan su paso con los cencerrillos, no hay pastor que recorre a diario los campos y lo que tenemos son más edificios que nos impiden contemplar las montañas de Cameros, más vecinos que desconocemos y más ruidos que no nos dejan escuchar la singular música de la naturaleza. Le digo a mi madre que este campo no estaría así si el rebaño con su pastor pasara por aquí dando vida a la zona a la vez que pone freno a la vegetación silvestre, y podríamos pasear con más facilidad que ahora por él. Es lo que sucede cuando las situaciones cambian y se pierde la esencia de la vida de los hombres. ¡Perdemos mucho!
Sigue el paseo, llegamos a casa, mi padre ya nos espera con el pan y el periódico que ha ido a comprar y nos preparamos para celebrar juntos la misa. Como todos los días, pero hoy es domingo y no cualquier domingo. Es el cuarto domingo de Pascua, el domingo del Buen Pastor, domingo dedicado a rezar de manera específica por las vocaciones de especial consagración para que no falten pastores que desde el sacerdocio o la vida religiosa lleven al Buen Pastor a todos aquellos que el Padre presenta ante ellos. Así en este ambiente y por esta intención ofrecemos la misa dominical. ¡Padre, envíanos pastores santos!
Se me olvidaba decir que antes del paseo, por la mañana en la oración, miro el campo, me recreo en él y descubro la presencia de Dios en este paisaje de campo, flores y montes al fondo. Es la oración hecha en la naturaleza cuando no hay un sagrario con la presencia real del Resucitado dentro de él. Es otro modo de hacer oración; también Santa Teresa vive momentos de éstos cuando va de Beas a Sevilla o de Medina a Ávila en el carro, mientras contempla el paisaje, brota de su corazón algo tan íntimo como esto que dice en Vida: “aprovechábame a mí también ver campo o agua, flores. En estas cosas hallaba yo memoria del Criador”.
Este mismo texto me viene al recuerdo mientras busco al Amado entre las flores. Y no sé por qué la atención reposa sobre las amapolas. Es una llamada especial a ello, entre todos los tipos de flores la mirada se dirige y centra en las amapolas, busco el porqué, pero no aparece. En la oración no en todas las ocasiones encontramos la respuesta que queremos, pero lo que sí que hallamos siempre es la presencia viva de un Dios que nos ama y que nos llama a vivir en plena felicidad como hijos suyos y de su Madre. ¡Ven Espíritu Santo!
Termina el día: domingo del Buen Pastor pidiendo por las vocaciones; día de la madre en compañía de la mía y dando muchas gracias a Dios por poder vivirlo junto a ella y a mi padre; y también la fiesta que Fontiveros, provincia de Ávila, dedica cada año al empezar el mes de mayo al hijo más ilustre, más internacional y más santo que no es otro que San Juan de la Cruz. Este año sin poder salir en procesión, pero se ha hecho presente en otras personas que de no haber sido por estas circunstancias, no habrían tenido la oportunidad de acercarse tan directamente al gran místico y autor de unos breves escritos que son Dichos de luz y amor para todo el que se deja encandilar por ellos. Se pone el sol, llega la noche y me voy a dormir sin saber qué quieren decirme las amapolas. ¡“El rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme”!
Amanece un nuevo día, 4 de mayo, voy a rezar laudes y antes veo los mensajes del móvil por si hay que presentar alguna persona o situación en la oración. ¡Entonces me encuentro con las amapolas! ¡Hay que saber esperar y todo llega! ¡Dios habla a su manera y ahora me muestra el significado de ese pensamiento puesto en las amapolas que no entendía! Recibo unas fotos del oficio litúrgico del día que llegan desde Roma. Son de la memoria de los mártires carmelitas de España. ¡Por fin se celebra con una fiesta propia a estos grandes testigos de amor, rosales en flor, palabras en luz y corona inmortal que son los mártires carmelitas españoles! Y lo mejor es que se unen las dos ramas del Carmelo: la Antigua Observancia y la Descalza. ¡Muchísimas gracias por este regalo! Estos mártires están agrupados por zonas geográficas donde tiene lugar el martirio y llevan a la cabeza a uno de ellos en cada grupo. Para unir a las dos familias de la Orden del Carmen se ha escogido a uno de cada rama: ¡Beatos Ángel María Prat (OCarm), Lucas de San José (OCD) y compañeros mártires carmelitas de España, rogad por nosotros! ¡Todos unidos para dar gloria a Dios!
Rezo laudes y el oficio de lectura. En la oración vuelvo a las amapolas. Ahora en las amapolas me encuentro, me uno y me encomiendo a todos estos mártires del Carmelo español que derraman su sangre por tierras de Toledo, Oviedo, Cataluña, Andalucía, etc. Y vuelvo al campo con hierbas altas donde no pasan las ovejas ni el pastor. Todo cobra un nuevo sentido que abre los ojos a lo que estamos viviendo: cuando no hay pastores no se pueden llevar las ovejas a los campos, los campos se pierden, las ovejas se quedan sin guía y las hierbas cortan el paso por donde antes se podía andar. ¡Nos faltan pastores! ¡Las ovejas claman la necesidad de que haya jóvenes pastores que quieran seguir al Buen Pastor para que el campo de la Iglesia pueda ser otra vez transitado, recorrido y disfrutado! Si rezamos de corazón, si esperamos de verdad, si nos acogemos a la intercesión de los mártires la vida cambia de sentido porque nos vemos metidos en un campo extensísimo (el campo de nuestra propia vida, de nuestra propia parroquia, de nuestra propia diócesis); verde (muy verde, con altas hierbas, algunas muy finas y espigadas nos hacen centrar y levantar la mirada al cielo para hacernos ver si somos capaces de vivir unidos todos en esperanza) y adornado con amapolas (flores silvestres que dan color, intensidad y pasión a nuestro ser). Entonces abrimos el corazón, contemplamos el campo abierto hacia el Norte, lo recorremos sin miedo, nos llenamos de esperanza y nos damos cuenta que pase lo que pase hay que avanzar, seguir el camino iniciado y experimentar en primera persona que lo que parece que no se entiende ni tiene sentido alguno para nosotros, al final se comprende a la perfección y gozamos como nadie de la nobleza, espesura y belleza de un campo sembrado de amapolas.