El coche teológico
Mandar una carta a El Vaticano de Francisco es como lanzar un balón a la olla al Madrid de Santillana. No es un envío al tuntún. Uno tiene el convencimiento de que la leerá con el mismo interés que si en el remite pusiera San Pablo. De ahí que Renzo Zocca, viejo cura de Verona, no se sorprendiera mucho cuando Su Santidad le llamó para aceptar el ofrecimiento del Renault 4, que el sacerdote pretende que se jubile en manos del Papa tras dar mucho de sí en su larga vida laboral. Durante la que ha recorrido en concreto 300.000 kilómetros. Para que luego digan que con la teoría de la relatividad no es posible hacer teología.
Como quiera que esta distancia ha sido recorrida en barrios obreros hay un factor social que explica la aceptación, que se entiende también por la humildad de la marca del vehículo. Al fin y al cabo, un cuatro latas es la mitad que un ocho válvulas y eso lo tiene muy en cuenta el Pontífice, quien considera la alta gama incompatible con la Iglesia de los pobres, pues, si no fuera así, Jesús habría escogido un purasangre cuando entró a Jerusalén para dar la suya por todos. En cualquier caso, al coche tampoco le faltan detalles. Puede que no tenga asientos de piel ni sonido envolvente pero se permite el lujo de sustituir la dirección asistida por la espiritual.