Minifalda comunista
El comunismo, lo que queda de él, se parece a esas familias de hermanos que fueron guapos y ahora son simplemente viejos. A esas familias en cuyas conversaciones sobre los buenos tiempos sobrevuela, melancólica, la ausencia de los hoyuelos. El comunismo también ha envejecido mal porque no ha aceptado que las arrugas, lejos de ser la expresión física del fracaso, son grandes relatos escritos con líneas discontinuas. En otras palabras, si el comunismo en lugar de añorar el Palacio de Invierno fomentara cada año la canción del verano habría conseguido que La Internacional fuera hoy uno de grandes éxitos que amenizan las verbenas del pueblo.
A pesar de eso, por esa tendencia miope de ver la paja en el ojo ajeno, conspicuos comunistas enumeran los supuestos achaques de la Iglesia católica, a la que diagnostican, entre otras patologías, lentitud de reflejos, lo que resulta un contrasentido si viene de labios de quienes otorgan a la trenca rango de minifalda de los progres, permanecen en 1917, el año cero de la izquierda nostálgica, y creen que del cruce intelectual de Fidel Castro con el Libro rojo de Mao, dos antiguallas ideológicas, surge el hombre nuevo.
A pesar de eso, por esa tendencia miope de ver la paja en el ojo ajeno, conspicuos comunistas enumeran los supuestos achaques de la Iglesia católica, a la que diagnostican, entre otras patologías, lentitud de reflejos, lo que resulta un contrasentido si viene de labios de quienes otorgan a la trenca rango de minifalda de los progres, permanecen en 1917, el año cero de la izquierda nostálgica, y creen que del cruce intelectual de Fidel Castro con el Libro rojo de Mao, dos antiguallas ideológicas, surge el hombre nuevo.
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