Domingo, 22 de diciembre de 2024

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«La primavera dormía entre sus manos»

por Luces en mi agenda

Hoy, domingo de Pascua, será bueno escoger y evocar los versos de Ernestina de Champourcin, dedicados a la primavera, tan rebosantes de metáforas casi celestes: "¡Toda la primavera dormía entre tus manos! / Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas / y erguiste, enajenada / esa flecha de luz que impregna los caminos".
La Semana Santa, -tan pasada de agua y de frustraciones cofradieras, todos pendientes del tiempo y de la lluvia-, terminó bien, en la historia de Jesús de Nazaret, con la esplendorosa resurrección, que la liturgia de la Iglesia cantaba anoche en la Vigilia pascual, con la bendición del fuego nuevo, que se convertía en llama de luz sobre el cirio pascual y en cada una de las pequeñas velas encendidas de los participantes; en manantial de agua viva, con la bendición de la fuente bautismal; en la proclamación de la última noticia de todas las Semanas Santas de la tierra, que Karl Rahner, sintetizó admirablemente, con estas palabras luminosas y ardientes:
"Atención. Atención. Noticia de última hora. Os anuncio una buena noticia: Cristo ha resucitado. Está vivo entre nosotros. Rotas las cadenas de la muerte, Cristo ha salido victorioso del sepulcro. La tierra se ha llenado de luz y huyen las tinieblas que cubrían el orbe entero. Jesús había venido hacia nosotros y había vivido como viven los hombres. Los hombres lo destrozaron con sus propias manos y su vida desembocó en la muerte. Pero Dios hizo lo imposible: en este día, Él resucitó para nosotros, desarmada y muerta quedó la muerte. Y ahora está aquí. Está aquí como el primer día. Está aquí, entre nosotros, igual que el primer día, eternamente aquí todos los días. Jesús es el sentido concreto y final de nuestras vidas. Él es el impulso de toda creación, el punto de arranque de toda iniciativa, el ala de toda novedad, la risa sorprendente de la eterna juventud. Si resucitó no fue para marcharse, dejando tras de Sí un vacío sin esperanza. Su cuerpo forma, ya para siempre, parte de nuestra tierra. Pascua es la señal externa del fuego interno que recorre las entrañas de la tierra. En la superficie, sin embargo, todo ha quedado igual: el mal continúa marcando el rostro de las cosas, y nosotros, tomando la apariencia por realidad, creemos que el amor está muerto.
¡No! Cristo está presente en el corazón de la historia. Pero esta no será realidad plena sin nuestra propia colaboración. Lo que hoy os anuncio con palabras, anunciadlo vosotros con la vida. Acerquemos nuestra copa a la copa del resucitado. ¡Celebremos la vida, celebremos la resurrección!". Los versos de Ernestina pueden servirnos de preciosa melodía: "¡Todo vino por Ti! Porque tus manos lentas / ciñeron brevemente mi carne estremecida, / porque al rozar mi cuerpo / despertaste una flor que trae la primavera".

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