Tres "culturas" para el Año Nuevo 2021
Me gustaría evocar al comienzo del Año Nuevo, los primeros versos de la Oración de los débiles: "Señor, el año empieza. Como siempre, postrados a tus pies, la luz del día queremos esperar. Eres la fuerza que tenemos los débiles. Y porque débiles de cuerpo, mil veces mi espíritu flaquea y hasta de tu sostén, -¡perdón, oh Padre!-, llegamos a dudar". Todo ha sido tan distinto y tan distante, tan duro y tan difícil, que hasta los brindis se han quedado atrapados en la garganta, a la espera de tiempos mejores. "Pero, ¿qué es el tiempo?", volvemos a preguntarnos en esta hora. Desde san Agustín, a Rahner, la respuesta del hombre limpio y libre ha sido la misma: "Tiempo es la posibilidad, que le es dada al hombre, de decidir en libertad sobre sí mismo hacia lo Definitivo. No somos sólo el tiempo que nos queda sino también la eternidad que nos espera. Al hombre, el tiempo no se le puede consumir como se agotan los minutos de un reloj o el agua del cántaro: él debe otorgarle sentido, tomándolo en su propia mano, purificarlo y llevarlo así a su consumación divina". Reconforta la sugerencia del obispo de Hipona, en este tiempo de pandemia, conscientes todos de la vulnerabilidad de nuestras falsas seguridades y de nuestra independencia. Por eso, el papa Francisco nos ha propuesto tres hermosas "culturas" para afrontar los retos de un mundo destrozado por el dolor y la muerte, ansioso de encontrar soluciones a sus angustias infinitas: La "cultura del encuentro", la "cultura del cuidado" y la "cultura de la fraternidad". La "cultura del encuentro" es una expresión profusamente utilizada a lo largo del magisterio del Papa. El encuentro es esencial en la configuración de la identidad de un ser humano y de un pueblo. A través de él, uno no solo hospeda un mundo ajeno a sí mismo, sino que, además, se da a sí mismo al otro. La "cultura del encuentro" exige, necesariamente, la escucha del otro, de sus razones, de sus argumentos y de sus puntos de vista. ¡Cuánto necesita este mundo salir a encontrarse! Junto a la "cultura del encuentro", este año nuevo que estrenamos necesita más que nunca la "cultura del cuidado". En palabras del secretario del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral, Bruno-Mrie Duffé: "Cuidar no significa solo prestar asistencia, aunque la existencia y las medicinas sean indispensables, sino también acercarse a los demás, a sus cuerpos y a sus vidas, y escuchar su sufrimiento. La confianza y el diálogo de hecho, curan de la indiferencia y nos ponen en el camino de un renacimiento y un amor que nos hace crecer, en un mundo en el que existe una fuerte instrumentalización al servicio exclusivo de la producción y el beneficio". Y en tercer lugar, necesitamos más que nunca, la "cultura de la fraternidad", que el Papa ha explicado con detalle en su encíclica Fratelli tutti, Todos hermanos. Necesitamos una nueva dirección, con los pies en el suelo. Es tiempo de desterrar de nuestras mochilas el individualismo y volver a poner sobre nuestros hombros los derechos de la persona, el bien común y la protección de la creación. El nuevo año que estrenamos necesita un corazón anclado en la paz, la solidaridad y la fraternidad. "¡Qué importante es soñar juntos!", nos dice Francisco. "Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos". Coloquemos en nuestras agendas estas tres "culturas" que iluminarán la Historia y transformarán el corazón de una humanidad sedienta y clamorosamente herida.