«Dános, Señor, sacerdotes santos»
Llega, un año más, el Dia del Seminario, la silueta de nuestros seminaristas en las parroquias, en las catequesis, invitándonos a pedir por las vocaciones sacerdotales, ayudándoles generosamente en su camino hacia el sacerdocio. La vocación sacerdotal es una llamada a participar en la misma misión de Cristo, aquella que Él recibiera del Padre y que transmite a los apóstoles: "Como el Padre me ha enviado, así os envío yo" (Jn 20, 21). Es una invitación de Jesús a los jóvenes a entregarle la vida para anunciar la Buena Noticia desde la cercanía y el servicio a todo hombre.
Celebramos el Dia del Seminario pocos meses después de la declaración de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia. Apóstol de Andalucía y patrón del clero secular español, Juan de Ávila, sacerdote y evangelizador infatigable, es modelo de acogida de la llamada de Dios y de entrega a la misión evangelizadora. En el Año de la Fe, todos hemos sido emplazados a la Nueva Evangelización, con la conciencia de que la actual situación socio-cultural precisa un vigor apostólico y misionero renovado, con el estilo pastoral de San Juan de Ávila.
Por eso, estos días, recordamos con cariño a nuestros seminaristas, abriéndoles nuestro corazón y nuestra generosidad, volcándonos en un nuestra mejor ayuda: la oración, el sacrificio y un poco o un mucho de nuestro dinero, mientras elevamos nuestra plegaria encendida: "Danos, Señor, sacerdotes santos, a la medida de tu corazón; danos "hombres de Dios", como los describe san Pablo (1 Tm 6, 11); mensajeros tuyos, heraldos de tu evangelio, ministros de los sacramentos y guías de la comunidad. Danos sacerdotes cercanos a nuestros problemas, que sepan transmitirnos el aliento de Dios a través de su oración, junto al abrazo fraternal y cercano para luchar por un mundo mejor, por más humano y por más cristiano. Danos. Señor, sacerdotes de las dos orillas: de la orilla de Dios, que nos traigan su gracia, sus dones, el aroma de la fe y de la esperanza, y de la orilla del mundo, que nos aporten humanidad, cercanía, bondad, generosidad y aliento. Sacerdotes que sean verdaderos "constructores de puentes", uniendo por encima de ríos turbulentos las orillas más apartadas, más lejanas, más enfrentadas. Danos sacerdotes que ejerzan sobre todo una pastoral samaritana, la que sale al encuentro de heridos y abandonados, la que cura dolencias corporales y espirituales, la que sabe que todas las soluciones pasan por el amor y la entrega. Danos sacerdotes que sean, ante todo, testigos del evangelio, heraldos de la Buena Noticia y de las noticias buenas que ilusionan y entusiasman, creando solidaridad y fraternidad".
Celebramos el Dia del Seminario pocos meses después de la declaración de San Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia. Apóstol de Andalucía y patrón del clero secular español, Juan de Ávila, sacerdote y evangelizador infatigable, es modelo de acogida de la llamada de Dios y de entrega a la misión evangelizadora. En el Año de la Fe, todos hemos sido emplazados a la Nueva Evangelización, con la conciencia de que la actual situación socio-cultural precisa un vigor apostólico y misionero renovado, con el estilo pastoral de San Juan de Ávila.
Por eso, estos días, recordamos con cariño a nuestros seminaristas, abriéndoles nuestro corazón y nuestra generosidad, volcándonos en un nuestra mejor ayuda: la oración, el sacrificio y un poco o un mucho de nuestro dinero, mientras elevamos nuestra plegaria encendida: "Danos, Señor, sacerdotes santos, a la medida de tu corazón; danos "hombres de Dios", como los describe san Pablo (1 Tm 6, 11); mensajeros tuyos, heraldos de tu evangelio, ministros de los sacramentos y guías de la comunidad. Danos sacerdotes cercanos a nuestros problemas, que sepan transmitirnos el aliento de Dios a través de su oración, junto al abrazo fraternal y cercano para luchar por un mundo mejor, por más humano y por más cristiano. Danos. Señor, sacerdotes de las dos orillas: de la orilla de Dios, que nos traigan su gracia, sus dones, el aroma de la fe y de la esperanza, y de la orilla del mundo, que nos aporten humanidad, cercanía, bondad, generosidad y aliento. Sacerdotes que sean verdaderos "constructores de puentes", uniendo por encima de ríos turbulentos las orillas más apartadas, más lejanas, más enfrentadas. Danos sacerdotes que ejerzan sobre todo una pastoral samaritana, la que sale al encuentro de heridos y abandonados, la que cura dolencias corporales y espirituales, la que sabe que todas las soluciones pasan por el amor y la entrega. Danos sacerdotes que sean, ante todo, testigos del evangelio, heraldos de la Buena Noticia y de las noticias buenas que ilusionan y entusiasman, creando solidaridad y fraternidad".
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