La Archidiócesis de Valencia (1)
El periódico Levante El Mercantil Valenciano (Levante-EMV), líder de esa Comunidad, ha informado sobre las diferentes noticias derivadas de los temas martiriales. Es curiosa, por ejemplo, la noticia sobre la difusión de las reliquias de los que fueron beatificados en 2001.
La información sobre los 233 mártires valencianos de la persecución religiosa beatificados por Juan Pablo II en 2001 se han expandido a medio mundo después de su elevación a los altares. Iglesias, seminarios, colegios y devotos particulares de más de 30 países han solicitado al Arzobispado de Valencia una reliquia suya. Ya se han enviado casi tres mil. Se lacran con el sello episcopal, se adjunta la auténtica (documento que avala su validez) y se envían por correo. En la foto, Capilla de San Jacinto Castañeda de la Catedral de Valencia. Bajo el altar se custodia la urna con las reliquias de los mártires de la persecución religiosa 19361939.
2.086 reliquias lacradas y por correo
2.086 reliquias lacradas y por correo
En un goteo incesante, el Arzobispado de Valencia ya ha enviado 2.086 reliquias procedentes de sus venerables cuerpos a más de 30 países del mundo. De Tanzania a Hong Kong, de Estados Unidos a Perú. Las reliquias -pequeños restos óseos y fragmentos de las ropas halladas en las tumbas de los mártires- han sido solicitadas por parroquias, capillas de seminarios, colegios, congregaciones religiosas, comunidades cristianas y hasta familias devotas particulares de los cinco continentes. La mayor parte de las veces, se han usado para consagrar altares e iglesias nuevas. Aunque algunas también se usado para atender las devociones particulares.
Así lo explica el periodista Paco Cerdá en las páginas de El Levante.
La primera pregunta es evidente: ¿Cómo se han podido extraer más de dos mil reliquias de 233 cuerpos?
En realidad, según explica el Delegado Episcopal para las Causas de los Santos, Ramón Fita, las reliquias se han conseguido a partir de los restos mortales de sólo medio centenar de cuerpos de los 74 mártires (37 sacerdotes y 37 seglares) que están bajo la responsabilidad del arzobispado. Es decir: salen a una media de 40 reliquias por cuerpo. De los otros asesinados todavía no se ha podido recuperar sus restos, a pesar de estar probada, según el arzobispado, su muerte martirial.
Cuando, antes de la beatificación, se procedió a la exhumación e identificación forense de los cuerpos, los responsables del arzobispado recogieron fragmentos y partículas de huesos de los futuros mártires pensando ya en sus reliquias. Esos restos de los mártires de donde se extraen las reliquias se custodian en un lugar seguro del arzobispado, precisa Fita. Y a medida que llegan las solicitudes de reliquias de estos beatos, el arzobispado las va repartiendo.
Beatificados el 11 de marzo de 2001, “su fama se ha ido extendiendo por todo el mundo, en buena parte gracias a la difusión que da internet a sus biografías, y cada vez hay más lugares que solicitan una reliquia de sus cuerpos para obtener la protección de los mártires”, explica el responsable episcopal.
De hecho, el goteo no ha cesado. Entre las instituciones solicitantes destaca el Seminario en Hong Kong (China) que ha recibido la reliquia del beato Pascual Torres Lloret (en la foto), de quien se han repartido otras más de un centenar de reliquias a capillas de Venezuela, México y Brasil, Tanzania y Japón. También han sido distribuidas a otros templos de ciudades como Sidney, en Australia, y Dallas y Washington, en Estados Unidos. Los últimos envíos han sido a Filipinas y Perú. Los datos proceden del exhaustivo libro de registros que maneja el Arzobispado para controlar en todo momento en qué parte del mundo reposa cada reliquia de los beatos de la persecución religiosa.
La de 2001 fue la primera beatificación más numerosa
Luego tuvieron lugar las celebraciones de 2007 y, D.m., la de 2013, pero la beatificación de 233 mártires de la persecución religiosa española, fallecidos entre 1936 y 1939 que elevó a la gloria de los altares el Beato Juan Pablo II, el 11 de marzo de 2001, fue la primera beatificación más numerosa de la historia de la Iglesia. Para recordar un acontecimiento de características similares, que supone el último paso antes de la declaración de la santidad, hay que remontarse a más de un siglo atrás, cuando el Beato Pío IX elevó a la gloria de los altares a 206 mártires japoneses.
Para el Papa que había batido todos los récords de canonizaciones y beatificaciones, el ejemplo de los santos y beatos, especialmente si son mártires, tenía una importancia decisiva, pues son motivo de aliento e inspiración para los cristianos.
En el mismo sentido, el Beato Juan Pablo II aclaró, que la primera beatificación del milenio tenía un objetivo particular: “Que todos, y especialmente los jóvenes, puedan experimentar la bendición de la paz en libertad: ¡Paz siempre, paz con todos y para todos!”… Eran hombres y mujeres de todas las edades y condiciones: sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, padres y madres de familia, jóvenes laicos. Fueron asesinados por ser cristianos, por su fe en Cristo, por ser miembros activos de la Iglesia.
Todos ellos, según consta en los procesos canónicos para su declaración como mártires, antes de morir perdonaron de corazón a sus verdugos… Todos estos nuevos beatos y muchos otros mártires anónimos pagaron con su sangre el odio a la fe y a la Iglesia desatado con la persecución religiosa y el estallido de la guerra civil, esa gran tragedia vivida en España durante el siglo XX.
En aquellos años terribles muchos sacerdotes, religiosos y laicos fueron asesinados sencillamente por ser miembros activos de la Iglesia -añadió-. Los nuevos beatos que hoy suben a los altares no estuvieron implicados en luchas políticas o ideológicas, ni quisieron entrar en ellas. E insistió: “murieron únicamente por motivos religiosos”.
Los 233 mártires
El nombre del beato José Aparicio Sanz encabeza la lista de 233 mártires pertenecientes a distintos subgrupos que dieron testimonio cruento de su fe en Valencia, en el contexto histórico de la Guerra Civil española. Cada uno de ellos está inscripto en la fecha de su martirio.
Detalle de un sepulcro de mármol del siglo IV, tradicionalmente asignado a san Vicente mártir, y que se encuentra en el Museo de San Pío V de la ciudad de Valencia; se utilizó como símbolo gráfico para los actos de la beatificación. Fue el tapiz que colgó en San Pedro en el año 2001.
Durante el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se produjeron atentados contra la religión más graves que los que se venían produciendo desde el inicio de la Segunda República, con nuevos incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones y amenazas de mayores violencias.A los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron sus vidas por Dios, el pueblo comenzó a llamarles mártires porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica, que se dio en las dos zonas, sino mártires de la fe.
En el grupo del 2001 destacaba el elevado número de sacerdotes seculares y de seglares, pues por primera vez eran beatificados 40 sacerdotes de los presbíteros diocesanos de Valencia (37) y Zaragoza (3), así como 22 mujeres y 20 hombres y jóvenes, miembros de la entonces floreciente Acción Católica Española y de otras asociaciones de apostolado seglar, de todas las edades, profesiones y condición social.
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