El Corpus, fiesta de amor universal
Coronando las solemnidades litúrgicas de la Pascua,-Ascensión, Pentecostés, Santísima Trinidad-, nos llega la solemnidad del Corpus Christi, popularmente conocida como él "Dia del Señor", que fue instituida por el Papa Urbano IV en 1264. La gran impulsora de la fiesta del Corpus fue una religiosa agustina belga, la beata Juliana de Cornellón; en sus visiones veía con cierta frecuencia la luna llena pero oscurecida por un lado. El Señor le manifestó que este oscurecimiento se debía a la falta de una fiesta litúrgica dedicada al Corpus Christi. El obispo de Lieja la instituyó poco después en su diócesis y algunos años más tarde era declarada fiesta de toda la Iglesia. Surge como exaltación y proclamación real de Cristo en la Eucaristía. Nuestras calles se convierten en templos, mientras el pueblo fiel se inclina ante las custodias, adora a Jesús sacramentado, abre de par en par el corazón al amor y a la fraternidad que irradia la Eucaristía. Porque toda está orientada a crear fraternidad. Y por eso, celebramos el Dia de la Caridad, jornada en que Cáritas sale a nuestro encuentro para que escuchemos tantas llamadas desesperadas, tantos gritos de dolor, tantas situaciones verdaderamente dramáticas. No podemos pedir al Padre, "el pan nuestro de cada día" sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón, sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos pasar de largo ante la pobreza, el desamparo, la soledad y las angustiosas situaciones de vida de muchos hermanos nuestros, sin salir a su encuentro y ofrecerle nuestro consuelo y nuestra ayuda generosa. Y tres mensajes urgentes: Primero, la presencia real de Cristo bajo las humildísimas apariencias de un poco de pan y un poco de vino. El evangelio evoca hoy la multiplicación de los panes y nos presenta a Jesús saciando el hambre de los pobres y provocando el milagro de la abundancia, cuando se comparte lo que se tiene, aunque sea escaso. Etty Hillesum confió en la bondad y en la belleza de Dios, y la encontró bajo el cielo azul de un campo de exterminio, en la Segunda Guerra Mundial. Allí abrió su rostro, sin ocultarlo, expuesto y ofrecido hasta el final. Estas son algunas de las últimas palabras que la joven judía neerlandesa nos dejó en su Diario,antes de morir, en Auschwitz: "He partido mi cuerpo como pan y lo he repartido entre los hombres... pues venían de largas privaciones". El segundo mensaje que nos ofrece la fiesta del Corpus se centra, sobre todo, en esas tres procesiones que desfilan ante nosotros: La procesión de "las custodias", la procesión de los "Cristos rotos" y la procesión de los "Cristos vivos". La custodia de Arfe recorrerá esta tarde las calles de Córdoba, en una esplendorosa procesión y profesión de fe, no sólo para recibir el homenaje del pueblo cristiano sino para que ese pueblo se abra a la "civilización del amor", acepte la invitación de Cristo y la viva en los escenarios de nuestro tiempo. Junto a la custodia, esa otra procesión de los "Cristos rotos", enfermos, desamparados, olvidados, todas las víctimas de tantas injusticias. El mundo ha sido puesto en nuestras manos y en nuestras manos está seguir los caminos de Dios y los valores de su reino. El tercer mensaje del Corpus Christi, como apuntaba Etty Hillesum, será la valoración y el respeto de la dignidad humana, que brilla en la "procesión de los Cristos vivos", los que cada día cruzan a nuestro lado o llaman con urgencia a las puertas de nuestro corazón.