¿Cataluña independiente? ¡No, gracias!
El proyecto de algunos partidos políticos catalanes para independizar esa parte de España del resto de la nación ha topado con la oposición de la Iglesia. Del mismo modo que años atrás intervinieron los obispos italianos cuando varias fuerzas políticas empezaron a promover la independencia del norte de Italia, ahora han sido los obispos españoles los que han hecho saber su opinión.
El pronunciamiento del Episcopado ha sido claro, aunque con los inevitables matices. Así, aunque afirman que "la unidad histórica de España puede ser administrada de muchas maneras" y que sobre esto la Iglesia no tiene nada que decir, recomienda que se tengan en cuenta "los bienes de la unidad y de la convivencia de siglos". Aunque acepta que se pueda modificar el actual mapa político español, siempre que no se recurra a la violencia y se haga por vías democráticas, el Episcopado se pregunta si no tendrían derecho a opinar sobre el asunto todos los españoles y no sólo los de las regiones secesionistas.
Los obispos indican, pues, la conveniencia de que si hay un referendum por la independencia, que a éste sean convocados todos los españoles. Y, además, que se tenga en cuenta qué se busca y qué se va a conseguir con la división, así cómo que se va a perder con la misma.
Hay que dar gracias al Episcopado por este pronunciamiento que, a pesar de estar tan matizado, es suficientemente claro. Personalmente creo que hay que decir también que no parece ser tenida en cuenta la población que vive en Cataluña y que desea seguir siendo española. El hecho de que pueda ser una minoría -eso sólo se sabría mediante una consulta, suponiendo que ésta fuera de verdad libre-, no significa que no carezca de derechos. Para mí, la suerte de esas personas -que son cientos de miles- es lo más importante, pues pueden pasar a convertirse en extranjeros odiados en su propia tierra, la tierra que les vio nacer y a la que aman. Quizá alguno pueda emigrar, pero otros no tendrán la posibilidad de hacerlo, bien por la edad o bien por la crisis laboral que no va a hacer fácil que se ubiquen en las otras regiones de España.
Después de las personas, me preocupa la Iglesia. A nadie se le escapa que hay una relación directa entre nacionalismo y secularización. Sin la conexión que mantienen con las otras diócesis españolas, la situación de la Iglesia en Cataluña se puede hacer aún más difícil. El secularismo de los partidos socialista y esquerra republicana, asumido en parte por la propia convergencia, puede llevar a los católicos, que son ya una minoría, a una situación de persecución soterrada. Ni siquiera episodios tan lamentables como el protagonizado por monseñor Novell, recientemente, manipulando la figura de la Virgen para ponerla al servicio del independentismo, les servirán para ser "perdonados" por las fuerzas anti católicas si llegara la hora de la separación de España.
Por eso, creo que lo mejor es hacer un planteamiento sereno de aquello que nos une y de lo que nos divide. Simpatías y antipatías aparte -que las hay en ambos lados-, lo mejor es volver a recordar aquella frase del beato Juan XXIII, en estos días de aroma conciliar, y recordar que es más lo que nos une que lo que nos separa y que juntos podemos vencer mejor no sólo las dificultades económicas, sino también las espirituales, que son más importantes.
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