Del Arcángel Miguel en el Antiguo Testamento
por En cuerpo y alma
Arcángel San Miguel. Hans Memling (1471). |
Miguel es un nombre común en el Antiguo Testamento, que aparece varias veces citado en las muchas genealogías que en el mismo se hacen, y significa “quién como Dios” (mi=quién; ka=como; El=Dios).
Pero Miguel da nombre también a un ángel, o arcángel, el cual, sin embargo, es citado en él en una única ocasión, cosa que ocurre en el gran libro veterotestamentario de los arcángeles, el Libro de Daniel. En él vemos como después de purificarse durante tres semanas (Dan. 10, 2), Daniel recibe a un emisario:
“El día veinticuatro del primer mes, estando yo a orillas del gran río Tigris, levanté la mirada y vi a un hombre vestido de lino con un cinturón de oro puro; su cuerpo parecía de topacio; su rostro brillaba como un relámpago; sus ojos eran antorchas de fuego; sus brazos y piernas, bronce bruñido; y el sonido de su voz, como clamor de multitud. Sólo yo, Daniel, contemplé la visión; mis acompañantes no la veían, pero sintieron pánico y corrieron a esconderse. Quedé yo solo contemplando esta gran visión, me sentí desfallecer, se me cambió y desfiguró el semblante y me fallaron las fuerzas.
Oí el sonido de su voz y, al oírlo, caí de bruces al suelo sin sentido. Pero una mano me tocó y me levantó tembloroso sobre mis rodillas y las palmas de mis manos. Luego me dijo: «Daniel, hombre apreciado, presta atención a las palabras que voy a decirte e incorpórate, porque ahora me han enviado a ti.» Cuando dijo estas palabras me incorporé temblando. Y él añadió: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que te esforzaste por comprender y te humillaste ante tu Dios, tus palabras fueron escuchadas y precisamente por ellas he venido yo” (Dan. 10, 412).
El emisario, que en el libro no aparece enunciado por su nombre pero que la tradición asocia al Arcángel San Gabriel, le hace este anuncio
“El príncipe del reino de Persia me ha opuesto resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda. Me he quedado allí junto a los reyes de Persia. Pero ahora vengo para darte a conocer lo que le sucederá a tu pueblo en los últimos días, pues todavía queda una visión para esos días.»
El episodio tiene un especial interés, cual es el de la vinculación de los ángeles con las naciones, una especie de ángel de la guarda para cada nación: “el gran Príncipe que se ocupa de tu pueblo”, “El príncipe del reino de Persia me ha opuesto resistencia” son menciones que avanzan en esa dirección. En cuanto a Miguel, sería en consecuencia el ángel del pueblo de Israel.
Finalmente, es el propio Miguel es que se manifiesta.
Cuando dijo estas palabras [es Daniel el que habla], caí de bruces al suelo y enmudecí. Pero alguien de aspecto humano me tocó los labios; yo abrí la boca y hablé al que estaba delante de mí: «Señor mío, con esta visión me ha invadido la angustia y me han fallado las fuerzas. ¿Cómo podrá tu servidor hablar con mi señor, si ahora mismo me fallan las fuerzas y me falta el aliento?» El que tenía aspecto humano me tocó de nuevo y me fortaleció. Luego me dijo: «No temas, hombre apreciado; la paz contigo; sé fuerte y ten ánimo.» Y, mientras me hablaba, recobré las fuerzas y dije: «Puedes hablarme, Señor, pues me has devuelto las fuerzas.» Entonces me dijo: «¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora he de volver a luchar con el príncipe de Persia; cuando termine, vendrá el príncipe de Grecia. Pero te revelaré lo que está escrito en el Libro de la Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto vuestro príncipe Miguel.” (Dan. 10, 9-21).
De particular interés la forma en la que el ángel se presenta ante el profeta, haciéndolo como en tantos otros episodios bíblicos, con un aspecto que no es sino el de los humanos.
El Libro de Daniel lo vuelva a mencionar una vez más, más adelante, para decir:
“En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que se ocupa de tu pueblo [Israel]. Serán tiempos difíciles como no los habrá habido desde que existen las naciones hasta ese momento. Entonces se salvará
tu pueblo, todos los inscritos en el libro” (Dan. 12, 1).
tu pueblo, todos los inscritos en el libro” (Dan. 12, 1).
©L.A.
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