El Padre Groeschel, en el ojo del huracán
Para quienes no conozcan al padre Benedict Groeschel, diremos que es una de las grandes figuras vivas de la Iglesia católica en Estados Unidos, el fundador de los Frailes Franciscanos de la Renovación hace ahora 25 años. Conocidos popularmente como los Franciscanos del Bronx, realizan una actividad evangelizadora en los lugares más abandonados de las modernas grandes urbes y muestran una enorme vitalidad, con numerosas vocaciones y nuevas propuestas evangelizadoras. Como muestra, el famoso video sobre la procesión del Santísimo que organizan a través de las calles de Nueva York (pueden verla escribiendo “God in the streets of New York" en Youtube).
Pero el Padre Groeschel acaba de ser noticia por algo menos agradable: una entrevista en la que, al abordar la cuestión de los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes católicos ha realizado, tras condenar taxativamente esos abusos, dos comentarios que le han ganado las airadas críticas de casi todo el mundo. Por un lado, afirma Groeschel, hay casos en los que "el joven de 14, 16, 18 años, es el seductor" del sacerdote. Por otro, vincula algunos casos con la ausencia cada vez mayor de un padre, lo que provoca que algunos chicos busquen ese padre ausente y su cariño donde no deben y de un modo inadecuado.
Las críticas no se han hecho esperar, acusando al Padre Groeschel de culpabilizar a las víctimas de los abusos sexuales y de exonerar de responsabilidad a los sacerdotes culpables de este horrendo crimen. Rápidamente, el mismo Padre Groeschel ha emitido un comunicado pidiendo disculpas y reiterando que nunca ha querido justificar los abusos. La congregación por él fundada también ha pedido disculpas, insistiendo sobre la avanzada edad de su fundador y sus problemas de salud. Disculpas que no han sido suficientes para la EWTN, la televisión de la Madre Angélica, con la que el Padre Groeschel solía colaborar y que ha anunciado que prescinde de sus servicios.
De todo este embrollo me parece que podemos extraer al menos un par de reflexiones. Por un lado, la necesidad de ser sumamente prudente cuando se abordan temas tan delicados: los católicos debemos ser extremadamente cuidadosos para no dar nunca la impresión de que disculpamos unos hechos tan graves como los aquí discutidos; por el contrario, debemos siempre pensar en las víctimas de estos horrendos abusos y en cómo ayudarles a superar tan traumática experiencia, injustificable en todos sus extremos.
Aclarado esto, también me parece que el linchamiento mediático sobre el Padre Groeschel es sintomático de nuestro tiempo, un tiempo maniqueo, que no admite matices ni está interesado en comprender la realidad en toda su complejidad. Es posible que las declaraciones de Groeschel no fueran oportunas ni su tono acertado, es probable que hayan dado pie a malinterpretaciones, pero lo que indica no me parece tan disparatado y creo que en ningún caso debería tomarse como una justificación a algo, insisto, absolutamente injustificable. Pero, ¿estamos seguros de que la creciente ausencia de la figura del padre no tiene ninguna consecuencia? ¿estamos seguros de que en ningún caso un adolescente no puede seducir a un adulto (los lectores de la Lolita de Nabokov seguro que piensan otra cosa)?
Evidentemente esto no exculpa a los sacerdotes culpables de abusos sexuales ni lo explica todo. Probablemente explica una pequeña, incluso pequeñísima porción de lo sucedido (la admisión al sacerdocio de personas con graves problemas de afectividad y lo que llaman ahora orientación sexual me parece, por ejemplo, más significativo), pero no por ello deberíamos ignorar esos factores como si de un nuevo tabú se tratase.
Por cierto, leo en uno de los comentarios que han aparecido al respecto un dato que creo que nos ayuda a comprender mejor la naturaleza de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes en los Estados Unidos: el 80% de las víctimas son hombres, y de estos, el 87,4% post pubescentes.