Tiempo de nueva evangelización
por Cerca de ti
Instrumentum laboris (II)
Tiempo de nueva evangelización
La nueva evangelización se presenta como un desafío para las comunidades cristianas: convertirse en espacios de irradiación del encuentro con Jesús. El cambio comienza desde adentro: es la conversión pastoral, la renovación en la raíz de la fe. Se presenta aquí una síntesis del segundo capítulo del Instrumento de trabajo, el documento que servirá de base para el encuentro de obispos que tratará el tema de “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, en Roma, desde el 7 al 28 de octubre del presente año.
El desierto interior
El mandato misionero -es decir, la proclamación del evangelio-, que recibe la Iglesia del Señor (Mc 16, 15) se ha plasmado de múltiples maneras según las circunstancias históricas en que se ha situado. Las profundas transformaciones de nuestro tiempo, que el Concilio Vaticano II alcanzó a atisbar, se han vuelto palpables para los hombres de hoy, han afectado lo íntimo del tejido social, del ambiente cultural, de la misma vida cristiana, y “están modificando la percepción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, generando repercusiones también sobre su modo de creer en Dios” (IL 6).
Si bien los aspectos positivos de estos cambios se perciben claramente en “el desarrollo de la cultura y el crecimiento del hombre en muchos campos del saber”, los negativos se manifiestan en “una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado” (IL 43), que se expresa en una mentalidad que ha puesto su ojo crítico sobre fundamentos hasta ahora incontestables, sobre la ley moral natural, sobre valores que atañen a experiencias básicas de toda persona, como la vida en familia, el nacer o el morir, y que se verifica en “procesos de debilitamiento de las tradiciones y de las instituciones […] que dañan muy rápidamente las relaciones sociales y culturales, su capacidad de comunicar valores y de responder a los interrogantes sobre el sentido de la vida y sobre la verdad. El resultado es una notable pérdida de unidad de la cultura y de su capacidad de adherir a la fe y de vivir con los valores que ella inspira” (IL 47):
“Aunque algunos hayan acogido todo ello como una liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace donde el hombre, al querer ser el único artífice de su naturaleza y de su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas” (Benedicto XVI).
Desde adentro
Tamañas transformaciones no solamente vienen cambiando radicalmente los contextos en los que se mueve la Iglesia, sino que trastocan hondamente los vínculos de los creyentes respecto de estos espacios, y reclaman de los cristianos una revitalización de la fe, un entusiasmo y coraje apostólicos propio de los primeros discípulos, y, en definitiva, una nueva evangelización, expresión que “evoca la exigencia de una renovada modalidad de anuncio” (IL 44): “Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” (Juan Pablo II).
¿De dónde vendrá este despertar? “Es necesario que las comunidades cristianas […] encuentren las energías y los caminos para volver a aferrarse sólidamente a la presencia del Resucitado que las anima desde adentro […], y vuelvan a ofrecer a los hombres la propia experiencia como un don valioso que ellas poseen” (IL 46). Domina el parecer de que “la nueva evangelización es la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo renovado la propia experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas” (IL 47): “debilidad de la vida de fe de las comunidades cristianas, disminución del reconocimiento de la autoridad del magisterio, privatización de la pertenencia a la Iglesia, reducción de la práctica religiosa, falta de empeño en la transmisión de la propia fe a las nuevas generaciones. Estas señales, descriptas en modo casi unánime por varios episcopados, muestran que es toda la Iglesia que se enfrenta con este clima cultural” (IL 48), y que está, por lo tanto, necesitada de conversión. “Se tiene la impresión de que muchas comunidades cristianas no han percibido plenamente todavía la magnitud del desafío y la entidad de la crisis provocadas por este clima cultural también dentro de la Iglesia” (IL 49).
El contexto de la nueva evangelización
Puesto que la novedad de la “nueva” evangelización “hace referencia al cambio del contexto cultural”, este emprendimiento eclesial es también un esfuerzo por discernir y comprender los escenarios diversos que componen la compleja realidad. El Instrumentum Laboris enumera, valora esbozadamente, y presenta sendos desafíos correspondientes a los diferentes ámbitos.
El escenario cultural enseña la marca creciente de la secularización que ya no se muestra con un talante ateo contestatario, en general, sino “que ha asumido más bien un tono débil” que va introduciendo de modo casi natural “la imagen positiva de la liberación, de la posibilidad de imaginar la vida del mundo y de la humanidad sin referencia a la trascendencia”, y desarrollando “una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente” (IL 52), un estilo de vida hedonista, consumista y superficial, que evita asumir las responsabilidades que comporta la vida, unas formas de espiritualidad individualistas, y “un clima general de relativismo” (IL 53). Hay que valorar sin embargo experiencias como la del “Patio de los gentiles”, que abren espacios de encuentro con todos los que no creen pero buscan la verdad. El fenómeno migratorio -esa fuerza centrípeta urbana-, resquebraja tejidos sociales y religiosos. El escenario económico revela el crecimiento de la desigualdad económica entre ricos y pobres, la permanente crisis, el problema de los recursos naturales y humanos.
El contexto político también se halla en transformación con la aparición de nuevos protagonistas en escena: el mundo islámico y el asiático. El auge de la ciencia y la tecnología continúa asombrando con sus hallazgos y portentos, pero puede tornarse en ídolo para la gente. El desarrollo del escenario comunicativo con las nuevas tecnologías es tal que nos encontramos ante un nuevo y verdadero espacio social que influye sobre las personas, sobre la representación que nos hacemos del mundo y de los otros, y que ejerce cambios sobre la realidad misma. El espacio de las comunicaciones, que las nuevas tecnologías de la cultura mediática y digital van dilatando cada vez más, es de sumo interés para la evangelización, y requiere de un sano y desprejuiciado discernimiento. Son indudables los beneficios que ofrece este escenario, como una mayor participación en el acervo de información, o de conocimientos, o de intercambio, pero se observa que difunde también una cultura que manifiesta “una profunda atención egocéntrica reducida a las necesidades individuales”, “una exaltación emotiva de las relaciones y de los vínculos sociales”, “al debilitamiento y a la pérdida de valor objetivo de experiencias profundamente humanas, como la reflexión y el silencio”, a “la cultura de lo efímero, de lo inmediato, de la apariencia, es decir, de una sociedad incapaz de memoria y de futuro” (IL 62).
El escenario religioso también presenta interesantes contrastes. A pesar del secularismo se advierte en muchas regiones un renacer espiritual, una búsqueda de algo más que la pobre y mera horizontalidad, pero muchas veces se trata de “una experiencia religiosa poco liberadora” (IL 65), y se constituyen grupos religiosos de tipo sectario que promueven “una religión del éxito y de la prosperidad”.
Irradiar la experiencia cristiana
Muchas Iglesias particulares se hallan ya en un proceso de “renovación misionera”, o de “conversión pastoral”, expresiones con las que se quiere significar “una verificación de la vida eclesial y de la acción pastoral”, que asume “como punto de análisis la cualidad de la propia vida de fe, y su capacidad de ser un instrumento de anuncio, según el Evangelio”. La nueva evangelización no se presenta como un nuevo modelo de acción pastoral, sino más bien como “un proceso de relanzamiento de la misión fundamental de la Iglesia. Ella, interrogándose sobre el modo de vivir la evangelización hoy, no excluye la acción de cuestionarse a sí misma y sobre la cualidad de la evangelización de sus comunidades” (IL 77). “Existe una convicción unánime de que aquí está el corazón de la nueva evangelización, considerada como un acto de renovada asunción de parte de la Iglesia del mandato misionero del Señor Jesucristo” (IL 79).
“La nueva evangelización recuerda a la Iglesia su finalidad misionera originaria”, imprime “una dirección menos orientada hacia el interior de las comunidades cristianas, y más comprometida con el anuncio de la fe a todos. En esta línea se espera mucho de las parroquias, consideradas como la puerta más capilar de ingreso en la fe cristiana y en la experiencia eclesial. Además de ser el lugar de la pastoral ordinaria, de las celebraciones litúrgicas, de la administración de los sacramentos, de la catequesis y del catecumenado, asumen el compromiso de ser verdaderos centros de irradiación y de testimonio de la experiencia cristiana, centinelas capaces de escuchar a las personas y sus necesidades” (IL 81).
Entre las causas de la “apostasía silenciosa” -el alejamiento de la vida cristiana de muchos -, se señalan “la falta de participación personal y experiencial en la transmisión de la fe”, “una excesiva burocratización de las estructuras eclesiales, que son percibidas como lejanas al hombre y a sus preocupaciones esenciales”, y las “celebraciones litúrgicas formales y de ritos repetidos casi por costumbre, privados de la profunda experiencia espiritual, que, en vez de atraer a las personas, las alejan” (IL 69).
La Iglesia de Occidente
El Papa Benedicto XVI ha dicho que “no es difícil percatarse de que lo que necesitan todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia”. En 2007, la Congregación para la Doctrina de la Fe se había expresado en el mismo sentido, sosteniendo que aunque la evangelización en sentido amplio se refiere a la pastoral ordinaria, la nueva evangelización se orienta más bien “a los que han abandonado la vida cristiana”. Estas explicitaciones hacen pensar que el territorio primordial al que se está aludiendo es el Occidente cristiano, y que la Iglesia se encuentra ante el desafío de “imaginar situaciones, lugares de vida y acciones pastorales, que permitan a estas personas salir del ´desierto interior´, imagen usada por el Papa Benedicto XVI para representar la condición humana actual, prisionera de un mundo que ha prácticamente excluido la cuestión de Dios del propio horizonte. Tener el coraje de introducir el interrogante sobre Dios dentro de este mundo; tener el valor de dar nuevamente cualidad y motivo a la fe de muchas de nuestras Iglesias de antigua fundación: ésta es la tarea específica de la nueva evangelización” (IL 86).
Con todo, nos encontramos ante un movimiento misionero que no conoce fronteras: “No existe ninguna situación eclesial que pueda considerarse excluida de este programa” (IL 89), por medio del cual la Iglesia desea “ser el lugar en el cual ya ahora se realiza la experiencia de Dios, donde bajo la guía del Espíritu del Resucitado nos dejamos transfigurar por el don de la fe” (IL 88). “La nueva evangelización es el nombre dado a este impulso espiritual, a este lanzamiento de un movimiento de conversión que la Iglesia pide a sí misma, a todas sus comunidades, a todos sus bautizados” (IL 88).