Sábado, 02 de noviembre de 2024

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¿Por qué una nueva evangelización? (I)

por Cerca de ti

Crisis de fe en la iglesia

¿Por qué una nueva evangelización?

 

A veces pensamos en la evangelización como en un impulso que se mueve solamente hacia afuera, pero es también una gran fuerza con alcances centrípetos. Es el impulso que necesitamos para la conversión interior en la Iglesia.

 

Evangelizar es convertirnos, es volver al corazón de Dios, para partir nuevamente, y siempre, desde el origen. La evangelización es la respiración de la comunidad creyente, es la medida de su salud espiritual y pastoral, es su razón de ser, su test, su naturaleza, su vocación.

 

Detrás de las estructuras…

 

 “A muchos les falta la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran un punto de contacto con las Iglesias Institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que ésta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. En Alemania la Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz”, dijo Benedicto XVI en su último viaje a Alemania en setiembre pasado. “Pero volvamos a estas personas a quienes falta la experiencia de la bondad de Dios –continúa-. Necesitan lugares donde poder hablar de su nostalgia interior. Y aquí estamos llamados a buscar nuevos caminos de evangelización”.

 

 

“La verdadera crisis de la Iglesia

en el mundo occidental

es una crisis de fe”

 

 

 

 

 

 

 


 

La nostalgia de Dios



El teólogo George Augustin, cuya mirada sobre esta problemática deseamos compartir hoy, participa plenamente del diagnóstico del Papa. Constata un renacer de la sensibilidad religiosa, un renacimiento de la búsqueda del sentido de la vida y deseo de trascendencia, y al mismo tiempo, un vaciamiento de los templos, un cansancio respecto de la religión, pero un auge de los grupos esotéricos que ofrecen bienestar personal.

 Muchos buscan el Misterio. ¿Dónde encontrarlo?La nostalgia interior está allí, se percibe, se palpa en la sociedad, pero la Iglesia parece no ser el lugar escogido para buscar lo añorado: “¿por qué no consigue la actual pastoral de la Iglesia transformar esta nueva búsqueda religiosa de las personas en un incrementado interés por la Iglesia?”. “¿Qué nuevos caminos hay que emprender para que el anhelo de Dios, quien confiere sentido último a la vida humana, pueda ser experimentado y satisfecho en la Iglesia? ¿Se debe quizá a que los ´cristianos practicantes´ no ofrecemos testimonio atrayente de una Iglesia viva?” ¿Cómo superar la disyuntiva “Dios sí, la Iglesia no”?

 

La crisis

 

“¿Cómo se puede conseguir que la Iglesia vuelva a ser perceptible como lugar de la presencia viva de Dios?” “¿Cómo podemos conseguir que, a pesar de todo humano oscurecimiento, la presencia de Dios en la Iglesia resulte experimentable y visible también para los de fuera?” Augustin coincide en que nos hallamos ante una crisis de fe, y más precisamente, de la estima que los creyentes tenemos de nuestra propia fe. Y esa falta de auto valoración redunda en una crisis acerca de la sola idea de misión, y paraliza la vocación evangelizadora de la Iglesia.

 

¿Qué hacer entonces? Sólo hay un camino: “Para poder ser misionera, la Iglesia debe ser reconocible como lugar de la experiencia de Dios”. Es decir que la gente tocada por la nostalgia de Dios se sentiría atraída porla Iglesia si percibiera que ella se ofrece como un espacio en que se experimenta a Dios. Porque ellos buscan a Dios.

 

El retorno de Dios

 

En la visión de George Augustin, la crisis de fe en el interior de la Iglesia tiene tres nombres: Dios, Jesucristo y la Iglesia. Es, antes que nada, una crisis de Dios. “¿Está o no está con nosotros el Señor? Solo si se responde afirmativamente a esta pregunta puede comenzar a desplegarse la energía misionera”. ¿Está el Señor? Es la pregunta verdaderamente importante, la única, la fundamental. “Es cierto que hablamos de Dios, pero la pregunta decisiva sigue rezando: ¿es Dios para nosotros una realidad viva o tan solo un cliché vacío? ¿Contamos de verdad con el poder de Dios?”.


“Sólo podremos salir al exterior seguros de nosotros  mismos si encontramos y experimentamos a Dios en la Iglesia.” La crisis de fe es entonces una crisis del testimonio de fe, y por tanto, una crisis de la experiencia de Dios de los mismos creyentes, de los miembros de la Iglesia. Dios debe regresar al centro del hablar y el hacer de la Iglesia, volver del olvido de la Iglesia, la teología, la pastoral y el corazón de los cristianos. Debe regresar al centro de todo.

  

 

“Ningún problema será realmente solucionado

si Dios no retorna al centro de la Iglesia.

Hace falta una confianza radical.”

 

 

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