Jueves, 26 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Una fe grande y humilde

por Palabaras para vivir

"Me encuentro en el último tramo de mi vida y no sé qué me espera". Es una confesión y podría parecer incluso una confesión llena de miedo y angustia, si no fuera porque a continuación su autor añadía: "Pero sé que la luz de Cristo es más fuerte que cualquier oscuridad". El autor de esta humilde expresión de los más íntimos sentimientos es un anciano y el momento en que la ha hecho ha sido el día en que cumplía ochenta y cinco años. Ese anciano es un Papa, el vicario de Cristo, el responsable de guiar a una comunidad de más de mil cien millones de personas y probablemente la principal autoridad moral del mundo. Es Joseph Ratzinger. Es Benedicto XVI.

 Pocas veces se nos ha permitido entrar en el alma de un Papa con una mirada como ésta. Y gracias a eso hemos podido ver algo que, por otro lado, ya sabíamos. Algo que nos indica que estamos ante un hombre humilde, sabio, santo, profundamente religioso, lleno de una fe que le sostiene en las luchas más difíciles.

Como, además de su cumpleaños, se ha celebrado esta misma semana el séptimo aniversario de su elección como Pontífice, no han faltado los datos de archivo: 23 viajes internacionales, 3 encíclicas, un buen puñado de cuestiones difíciles a afrontar y resolver (desde el escándalo de la pederastia del clero hasta la mano extendida a los lefebvrianos pasando por la creación de un Ordinariato para que puedan regresar los anglicanos). Pero todo eso, y corremos el riesgo de olvidarlo, es fruto de lo anterior. Si ha aguantado, incluso físicamente, mucho más de lo que se pensaba ha sido por su grande y humilde fe. Su portavoz, el padre Lombardi, escribía hace unos días en L´Osservatore Romano que el Papa Ratzinger fue acogido como alguien que no duraría y que no podría; es decir, se pensaba en él como en alguien que moriría pronto y que sería incapaz de estar a la altura de su predecesor, el beato Juan Pablo II. Pues bien, ha durado y ha podido. Y, repito, todo eso sólo por un motivo: tiene fe. Tiene fe de verdad. Tiene una gran fe que es humilde y sencilla, viva y alegre; una fe que le conforta y le sostiene, pero que a la vez le hace afrontar los problemas más difíciles sin que le tiemble el pulso. Y es curioso que, siendo tan distintos, esa era la característica que más valoré en Juan Pablo II. Será porque es algo que debe tener siempre un Papa. Habrá que tenerlo en cuenta para el siguiente. Pero mientras tanto, Dios quiera que éste nos dure muchos, muchos años.

http://www.magnificat.tv/es/node/1016/2

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