Miércoles, 25 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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Sembrar en el corazón

por Sólo Dios basta

Comienza un día especial, de fiesta esperada por tantos pueblos y ciudades para salir a la calle con San Isidro y bendecir los campos que han sido sembrados con primor, ahora regados con tesón y esperan dar fruto en sazón. Pero todo se queda en eso, en un querer y no poder. Cuando suceden hechos así todo puede dar la vuelta para que miremos al cielo de otro modo, no sólo festivo por un Santo que se recuerda, sino porque Dios actúa a su manera y cambia nuestra vida para hacernos ver que todo sirve para que el campo quede bendecido y descubramos que también camina con nosotros aunque este año San Isidro no pueda salir a bendecir nuestros campos.

Empiezo rezando el oficio de lectura y laudes. Me paro a conciencia ante la segunda lectura del oficio con ese texto que habla de cómo hay que vivir la fiesta de San Isidro hoy y siempre; con fe, con confianza, con la seguridad puesta sólo en Dios: “El labrador  confía sus granos a la tierra. Y vosotros, ¿no confiáis vuestras obras al que hizo el cielo y la tierra?” Hay que sembrar y esperar con aquellos en los que hace germinar la semilla de la vocación sacerdotal o religiosa. Es vivir la fiesta de San Isidro con la mirada en el cielo de modo especial, sin fiesta de misa y procesión, sino de oración profunda que nos hace ver que hay tarea por delante y que hemos de poner todo en manos del que tanto nos ama.

Termino la oración y sigo con la lectura de Castillo de diamante que estos días había dejado por andar más liado y ahora entiendo el porqué. Leo el capítulo de la preparación de la fundación del monasterio de Santa Teresa en Toledo. Todo son dificultades, pero ella sabe que toda la confianza hay que ponerla en Dios y no en los hombres. Juan Manuel de Prada recrea así esta escena entre la Santa de Ávila y sus íntimas amigas: Es humanamente imposible… -Continuó Doña Luisa-. ¡Todo es posible si se cuenta con Dios! -cortó Teresa exasperada-. Pero aquí, en Toledo, habéis dejado de contar con Él. […] Dos meses llevamos en Toledo sin conseguir nuestro propósito. ¿No pensáis rendiros nunca? -Preguntó Isabel-.  No hay que rendirse nunca -le atajó Teresa-. Por muchas veces que se saquen las redes vacías, hay que seguir insistiendo. Alguna vez saldrán llenas…. ¡Y saldrán llenas! ¡Seguro! ¡Pero hay que insistir y esperar en Dios, al igual que lo hacía la Santa abulense, hasta que se llene la red!

Y si esto parece poco hay que añadir algo más grande aún. Me llega una foto de Don Manuel Palero con la noticia de que ha muerto. ¡Ese gran sacerdote de Alcalá que era otro cura de Ars! ¡Todo el día confesando en el hospitalillo de Antezana! Un hospital de esos que había en otros siglos y que llega a conocer San Ignacio de Loyola. Se encuentra a la vuelta del monasterio de carmelitas descalzas de La Imagen donde lo conozco cuando predico allí mi primera novena a la Virgen del Carmen. Hay una capilla donde se puede orar en silencio y sobre todo confesarse con toda paz. Desde entonces cada vez que voy por Alcalá me confieso con él. Ha dirigido a muchos que allí acuden buscando luz en su vida y también la misericordia del Padre; y no pocos han terminado en el seminario o en algún convento. Entonces lo uno a lo que he leído en el oficio de lectura y en El castillo de diamante. Sembrar y esperar que el fruto madure. Sembrar, regar y esperar la cosecha.

Al poco de recibir esta noticia y rezar por el alma de Don Manuel me llega otro mensaje. Este no es de muerte sino de vida ¡Y qué vida! Es de un joven que he conocido hace poco y que estaba esperando deseoso el momento de poder entrar al seminario en medio de esta pandemia; y justo en el día de la fiesta de San Isidro me comunica con gran alegría que ya vive en el seminario. ¡La semilla ha germinado! Ahora empieza el proceso de cuidadoso trabajo hasta que llegue la enjundiosa cosecha el día de su ordenación sacerdotal. ¡No es casualidad que reciba estas dos noticias justo pasadas las 10 de la mañana cuando todo es presencia del Santo Espíritu que lleva la obra de la Iglesia para gloria del Padre en el Hijo; y en el culmen de la novena a la Virgen de la Antigua, la patrona del Alberite, que hoy derrama tanto amor sobre sus hijos y espera abrazar ya a Don Manuel y seguir de cerca a ese joven que empieza un camino lleno de esperanza.

Esto sucede por la mañana; por la tarde llega la hora de volver al convento al calmarse al menos un poco la situación del dichoso virus. De camino a Calahorra pongo música para orar alabando a Dios por tantos regalos como nos hace en días especiales como éste y siempre que le dejamos obrar. Pasadas varias canciones comienza una de Athenas, Al contemplarte en la cruz, cuyo estribillo siempre me llena de fuerza y presencia del amor de Dios. Dice así: Al contemplarte en la Cruz. Al contemplar tanto amor. No puedo más que adorarte, mi vida entregarte, Jesús, Jesús. Aquí veo al Padre Palero y al joven seminarista. Tengo de tema de fondo en la oración antes de que llegara esta canción esa puerta de gracia que se ha cerrado con la muerte de Don Manuel, pero que en realidad es un portalón abierto hacia el cielo, y la ventana que nos abre quien, en este momento especial en que nos encontramos todos, ha dicho que quiere ser sacerdote.

Esa renovación de la Iglesia que tanto necesitamos puede ser  y presiento que va a venir por aquí, gracias a esta guerra química que vivimos y sufrimos. Don Manuel es de esa generación que entra al seminario después de pasar una guerra fratricida y regalar a España un esplendor vocacional deslumbrante. No tenían nada, pero tenían el amor de Dios y eso llena España de sacerdotes y religiosos. Ahora vivimos otra guerra muy distinta y los jóvenes se van a plantear la vida de otro modo. ¿Por qué no soñar con un florecer vocacional cuando pase esta pandemia y los seminarios y conventos vuelvan a llenarse porque los jóvenes han descubierto la grandeza y la necesidad del sacerdocio en momentos así que todo se ve de otro modo o la entrega en un monasterio como una vida de intercesión sin ocaso por lo que sucede fuera donde todo se lleva en oración al Padre? Es lo que brota en la oración al aplicar de modo directo ese estribillo de la canción de Athenas: Al contemplarte en la Cruz. Al contemplar tanto amor. No puedo más que adorarte, mi vida entregarte, Jesús, Jesús. En momentos de dolor, sufrimiento y muerte nos encontramos con Cristo que muere en la cruz, muere derramando amor; entonces cuando experimentamos que Dios acompaña y sigue a nuestro lado en el camino en medio del dolor cruento de una guerra, le adoramos y le decimos que queremos entregarle la vida a Él, sólo a Él, a Jesús. ¡Y ahí nacen las vocaciones de los años 30 del siglo XX y van a nacer las vocaciones de los años 20 del siglo XXI!

Así lo veo, lo siento, lo rezo, lo espero y lo dejo en manos del que puede todo; para que suceda como con esas semillas que unos entierran con fe viva como San Isidro, otros riegan de esperanza tenaz como Santa Teresa y otros cuidan, como Don Manuel, cargados de amor esas espigas que empiezan a granar, hasta llegar todos a la ventana de aire fresco que abre un joven por la que podemos contemplar un campo bendecido a la espera de que podamos recoger el fruto y dar muchas gracias a Dios. Esto es lo que hace el Labrador desde el cielo: sembrar en el corazón.

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